miércoles, 23 de febrero de 2011

Berlanga, Anarquista Irremediable


ESE ANARQUISTA SIN REMEDIO: LUIS GARCÍA BERLANGA

Chemi González

La muerte de Luis García Berlanga el pasado 21 de noviembre despojó al mundo del cine de una de sus más vitales voces cómicas y críticas. Sin duda alguna, quizás junto a Luis Buñuel, Juan Antonio Bardem, Carlos Saura y Pedro Almodóvar, forma el quinteto de los cineastas españoles más exitosos y conocidos de la historia del cine. Su filmografía comenzada en 1951 con la comedia co-dirigida junto a Juan Antonio Bardem Esa Pareja Feliz quizás no fue tan extensa- unos 16 largometrajes y 7 cortometrajes entre 1948 a 1999-pero sí rica en diversos matices y extremadamente compleja en su reflexión constante de una España cambiante y turbulenta. En pleno franquismo, el gobierno y la censura fueron enemigos de su obra, coartándole muchos proyectos y guiones inéditos. Aún así, cuando logró filmarlas el resultado fueron quizás las películas más mordaces y críticas del régimen franquista que se realizaran en plena dictadura.

Berlanga nació de padres y abuelos republicanos-liberales con una larga trayectoria política, pertenecientes en su tiempo a la clase burguesa de terratenientes de la España profunda- lo que lo empata con otro cineasta recién fallecido, Claude Chabrol, que se autodenominaba como un "comunista burgués". En su juventud, estudio Derecho y Filosofía y Letras, carreras que abandonaría eventualmente para realizar estudios de cine. Desde muy temprano, chocó con las tendencias de centro izquierda de su entorno y se definió anarquista, como siempre se quiso llamar hasta su muerte. Además de guionista y director, Berlanga fue escritor y fundador de una de las colecciones eróticas más importantes de la literatura en lengua española: La Sonrisa Vertical.

Su obra representaba en el panorama del cine español de finales de los años 50 y comienzos de los años 60- junto con el cine de Juan Antonio Bardem- la alternativa crítica, pensante e inteligente de un cine dominado por la enajenación de las "folklóricas"- Sara Montiel, Carmen Sevilla, Lola Flores etc- o sea las llamadas "españoladas", los niños estrellas- Joselito y Marisol- y el melodrama de enajenación con tónica religiosa y levemente erótico- era, claro esta, un cine que respondía a la imagen que Franco pretendía dar de lo que era España, imagen de la cual hoy en día todavía sobreviven muchos clichés como los toros y el flamenco. En el cine europeo, y visto de una manera más global, representaba una alternativa al atormentado universo de Bergman, la depresión urbana de Antonioni, el surrealismo de Fellini o la frescura de Godard, Truffaut y los que por ese entonces comenzaban la nueva ola francesa. El cine de Berlanga, sin negar la influencia de la "españolada" y el humor popular tomo la depuración visual, asumió la actitud directa y conciencia social del neorrealismo italiano y lo traslado a un discurso muy español, cargado de esperpento- sin la visión trágica en que podía incurrir el neorrealismo-, con un ojo critico que apuntaba a todos lados, y por eso mismo, volvía más incomoda la denuncia.

Berlanga era ante todo cronista de su tiempo, iconoclasta hasta la médula y comprometido con su visión particular de ver el mundo. Son fáciles de identificar los dardos que lanza a la burguesía y la represión de la dictadura franquista, pero también a la enajenación y desinformación que dicho régimen impuso en su pueblo, noción que está al centro de sus 3 mejores y más conocidos filmes: Bienvenido Mr. Marshall (1953), Plácido (1961) y El Verdugo (1963). Observador inclemente tanto de la izquierda como de la derecha es fácil emparentar en espíritu a Berlanga con otros cineastas notoriamente anárquicos e ideológicamente ambiguos o inconformes- pienso en Sam Fuller, Douglas Sirk, Nicholas Ray, Glauber Rocha, Chabrol, Pasolini, Fassbinder, Altman y la lista puede seguir. En términos estéticos, su cine se decanta como ya mencioné por el acercamiento estético del neorrealismo italiano, sin olvidar la influencia de la sofisticación cómica de dos de sus reconocidas influencias: Ernst Lubitsch y Billy Wilder, influencias evidentes en la meticulosa construcción de personaje y atención a la idiosincracia y profundidad del detalle y la naturaleza de la acción de los mismos. Evidente también es la influencia de Howard Hawks en lo que se convirtió en un "trademark" Berlangiano: el uso del plano-secuencia y el diálogo cruzado de dos o más personajes. Robert Altman perfeccionaría esta técnica en los años 70 llevándola a su máxima expresión. Al igual que Altman, Berlanga prefiere los retratos corales y los múltiples elencos. A pesar de que en su filmografía encontramos estudios de personaje por ejemplo Grandeur Nature (1973) y Paris Tombuctu (1999), ambas con el francés Michel Piccoli, son los retratos corales los que dominan e interesan más al director: Bienvenido Mr. Marshall, Plácido, El Verdugo, La Escopeta Nacional (1977) y sus secuelas: Patrimonio Nacional (1981) y Nacional III (1982), La Vaquilla (1985), Moros y Cristianos (1987) y Todos a la Carcel (1993).

Pedro Almodóvar señalaba recientemente cómo el cine de Berlanga quizás no tuvo la trascendencia internacional que debió haber tenido por ser un cine tan arraigadamente español en su temática y diálogos, lo cual impedía que se pudiese traducir textualmente e ideológicamente más allá del mundo hispanoparlante. Aunque su obra no logró la repercusión internacional de otros cineastas hispanos, la trascendencia, vitalidad y actualidad de la misma sorprende después de cinco décadas. Hablo en particular de sus dos obras maestras, Plácido y El Verdugo.

Plácido es una sátira mordaz que se desarrolla en un pueblo de provincia, es Nochebuena y las autoridades municipales en contuvernio con una compañía de enseres de cocina- Ollas Cocinex- han montado la campaña publicitaria "Cene con un Pobre" en la que diversas estrellas de la farándula serán subastadas a familias pudientes para que entonces un grupo de indigentes sacados del hospital municipal puedan ser sorteados entre las familias y cada una cene con un pobre- y con la estrella de cine-. Nada sale como planeado obviamente, las estrellas de cine resultan ser más que nada modelos y aspirantes a actrices, aficionados niños cantores y cómicos teatrales de cuarta categoria- todo el pueblo espera a Carmen Sevilla, para entonces la gran estrella del cine español-. En medio de todo esto, Plácido Alonso (Cassen, famoso cómico de la época, en su extraordinario debut cinematográfico) contratado por el burócrata Quintanilla (el siempre genial José Luis López Vázquez) para liderar la cabalgata de las estrellas del cine desde la estación de tren hasta el pueblo, intenta pagar el primer plazo del pago de su motocarro, su medio de trabajo en el cual es explotado por las autoridades municipales. Berlanga satiriza las campañas de "caridad" que el franquismo rutinariamente realizaba en las navidades, para condenar a los que utilizan dichas obras caritativas para ensalzar sus propios medios. Al final, lo importante no es ayudar a los pobres- de hecho nunca en el filme ningún personaje hace algo por directamente ayudar a los ancianos enfermos del hospital, y cuando lo hacen hacia el final del filme es para lograr los objetivos de la campaña más que por interés personal. Es para mantener las apariencias, y ninguno de sus patronos puede ayudar o parece estar dispuesto a ayudar a Plácido y a su numerosa e infeliz familia en el transcurso del metraje. En uno de los finales más geniales del cine, Plácido se dispone a por fin cenar en Nochebuena con su familia y mientras se ve en plano largo el motocarro, centro de tantos percances, una dulce voz infantil nos canta un villancico en el que recalca que "en este pueblo ya no hay caridad, ni nunca la ha habido ni nunca la habrá".

Por otra parte, El Verdugo narra la historia de José Luis (Nino Manfredi) que tiene la "mala" suerte de enamorarse de Carmen (Emma Penella), la hija del verdugo local, Don Amadeo (Pepe Isbert) un señor antipático que ve su profesión desde una muy fría lógica: le hace un servicio a las autoridades locales, y si no es él, alguien más tendrá que hacerlo. Carmen no tenía pretendientes ya que nadie quería ser novia de "la hija del verdugo" y José Luis será rechazado por amigos, familia y la sociedad en general cuando no solo se compromete con Carmen sino en contra de su voluntad decide de muy mala gana, pero para asegurarse un futuro, aceptar el puesto de verdugo que ya Don Amadeo dejará por vejez. Ganadora del máximo galardón en el Festival de Cine de Venecia en 1963 y censurada por el gobierno franquista en su estreno, El Verdugo no solo es el mejor alegato cinematográfico que se haya hecho en contra de la pena muerte, es también un complejo comentrario sobre una sociedad en que el materialismo y el consumerismo van más allá de toda comprensión moral y humana de las cosas y de como eso inevitablemente lleva a la alienación social y al rechazo. En ambas películas además, del ojo de Berlanga no se puede subestimar la contribución de ese gigante de los guionistas cinematográficos que fuera don Rafael Azcona.

A pesar de que estos dos filmes recién comentados son los más redondos y complejos de la filmografía de Berlanga, toda su obra tiene un gran valor y merece ser vista a pesar de ser de difícil acceso en nuestros lares, pero si tan solo fuera por los sendos alegatos sociomorales de Plácido y El Verdugo la obra de Berlanga, ese anarquista sin remedio, perdurará y ante todo dejará huella sin duda en los nuevos cineastas que lo descubran. El mundo que pinta, por desgracia, no ha cambiado tanto.

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