miércoles, 2 de octubre de 2013

Eso que contamos




La memoria es cosa frágil, y muy personal. El mismo hecho puede ser interpretado y reinterpretado por diferentes personas de infinitas maneras. En las familias los álbumes de fotos son herramientas útiles para pasar revista de hechos significativos, y nos obligan a recordar. Pero la memoria es en muchas ocasiones juguetona y subjetiva y se mete en los vericuetos de nuestra mente como le entra en gana. Si la memoria es historia, eso querría decir que de la historia hay una versión distinta por cada ser humano que habita el planeta tierra. Quizás de eso se trate.



De eso definitivamente trata el tercer largometraje- y primer documental- de la versátil cineasta y actriz canadiense Sarah Polley, Stories We Tell. Se trata de un documento exquisito, un mosaico construido y reconstruido por memorias propias y ajenas, de la propia Polley, sus hermanos, su padre y amistades cercanas-entiéndase: familia extendida- llamarlo documental per se quizás no es correcto. Mas bien se me antoja como una reflexión, un ensayo intimo y sumamente personal con el que Polley puede además de desencadenar un muy interesante e inquietante juego psicoanalítico, reflexionar acerca de ese mismo constructo de lo que es la memoria, como se entreteje, se transforma y se observa a si misma, para finalmente, a través del objetivo cinematográfico, se transforma en imagen, en narrativa, se inmortaliza.

La misma historia de Sarah Polley quizás es una de las mas increíbles del cine de las últimas décadas, por haberse mantenido siempre en sus diferentes facetas siendo una artista de primer orden, fiel y comprometida a una particular visión del arte. Actriz desde niña, comenzó a actuar en la famosa serie televisiva canadiense Road to Avonlea y su debut en el cine fue de la mano nada mas y nada menos que de Terry Gilliam en The Adventures of Baron Munchausen , pronto decanto en ser una de las actrices jóvenes con mejor resume cinematográfico: Atom Egoyan (Exotica, The Sweet Hereafter), David Cronenberg (ExistenZ), Michael Winterbottom (The Claim), Isabel Coixet (My Life Without Me, The Secret Life of Words), Wim Wenders (Don’t Come Knocking), Jaco Van Dormael (Mr.Nobody) y Hal Hartley (No Such Thing) han sido algunos de los cineastas con los que ha trabajado, en algunas de las mas notables películas de finales de los 90 y principios de los 00’s. Durante su carrera como actriz fue conocida, salvo por contadas excepciones por favorecer películas pequeñas e independientes sobre grandes producciones de Hollywood.


 No bastándole con ser una de las mejores actrices cinematográficas de su generación, a comienzos de la pasada década empezó a incursionar en el mundo de la dirección y escritura cinematográfica en varios cortometrajes hasta que en el 2007 le revelo al mundo su primer largometraje Away From Her, una de las mejores operas primas cinematográficas en reciente memoria, una joya que rebosaba sensibilidad, franqueza, ternura y madurez, basada en una cuento de Alice Munro, era la historia de un matrimonio de mas de 4 décadas (interpretados maravillosamente por Gordon Pinsent y Julie Christie) que se ve amenazado cuando a la esposa se le diagnostica Alzheimer. Fue un pequeño gran triunfo para la novata realizadora quien gano una nominación al oscar como guionista y guio a la gran Julie Christie a la cuarta nominación de su carrera. En 2012 llego Take This Waltz otra sensible y franca mirada a las relaciones de pareja, esta vez una historia original acerca de un joven matrimonio (Michelle Williams y Seth Rogen) en el cual la esposa sintiéndose algo cansada de la usual rutina y estabilidad domestica de pareja, se ve tentada al adulterio. Es un filme que gana mas matices con cada revisión, y confirmo a Polley definitivamente como una de las mejores cineastas del momento.

En Stories We Tell la historia que nos plantea Polley es la suya propia. Para hacer eso tiene que llenar de alguna manera una voz esencial con la que ya no cuenta para contarla: la de su madre Diane, también actriz y directora de casting muerta de cáncer en 1990 cuando Polley tenía apenas 11 años. Eso quiere decir que además de contar sus historias, su padre Michael, también actor, sus medios hermanos-hijos del primer matrimonio de su madre- John y Susan, y sus hermanos Mark y Joanna, tendrán que proveer sus fragmentos de recuerdos, para poder llenar el vacío de la madre ausente que según el retrato colectivo que nos proveen de ella, era una presencia arrolladora y vibrante.



Polley es consciente de su propio rol en su propia historia pero también es muy consciente de su rol como cineasta, proveyendo siempre un interesante distanciamiento entre Sarah directora/ Sarah ser humano- y se muestra en ambas facetas sin acentuarlo demasiado, pero lo suficiente como para establecer la diferencia- Por ejemplo, uno de los muchos aspectos fascinantes del filme es su relación con su padre Michael, a quien vemos tanto en entrevistas como en un estudio de grabación con su hija grabando la narración del documental, Polley constantemente interviene dirigiendo al padre mientras lee el texto que ella misma escribió asumiendo el rol de su padre. En mas de una ocasión le pide que suprima una línea, que cambie de intención al leerla, o que simplemente se salte tal o cual texto. A lo que Michael responde a veces con visible inquietud: si se trata de la historia de ambos, ¿Por qué desechar datos?, Michael también en mas de una ocasión corrige datos y establece que algunas memorias difieren de cómo el mismo las recuerda. En las entrevistas con su familia o allegados Polley mantiene una invisibilidad casi periodística, como si asistiera de invitada a la develación de su propia historia. Sus reacciones siempre son francas, cálidas y emotivas, sin llegar nunca a ser empalagosas o melodramáticas. Después de todo como guionista se nota que tiene algo muy claro: su historia puede ser la misma que la de cualquiera de nosotros.

A pesar de que la historia de su entorno resulta en si tema digno de una buena telenovela- pero ¿Qué historia familiar oculta no lo es? Por eso casi siempre en las historias familiares es que se encuentran escondidas las intrigas que desencadenan los mejores melodramas- Es la misma objetividad de Polley que separa al filme del mero sensacionalismo. Polley mezcla recreaciones de eventos con pietaje histórico real de su madre, de su padre y de su niñez y cuando es necesario también se alude a si misma como directora de la recreación de su propia historia que no vivio- el insertar el pietaje del “behind the scenes”de las recreaciones me pareció fascinante y un gesto artístico muy valeroso- Como cineasta logra envolvernos de manera tan personal y directo con todos los relatos que le circundan que cada revelación no parece serlo, su intención- y es aquí que el filme se separa de la vena melodramática de su propia trama- no es sorprender o dejarnos en shock con cada nuevo descubrimiento, es si acaso compartirnos una especie de diario intimo intervenido con el cual nosotros como espectadores podríamos empezar a jugar con nuestras propias nociones de lo que contamos o dejamos de contar- se establece muy claramente que la historia de Diane Polley no podrá ser nunca definitiva, porque solamente ella desde la tumba podría confirmar o negar todo-




No quisiera por lo tanto revelar detalles en concreto de la trama/jornada de este extraordinario testamento cinematográfico de una cineasta que cada día se me antoja como una de las mas esenciales del cine actual. Creo que debería quedar en manos de cada posible espectador/a el presenciar esta historia “oficial y no oficial” y experimentarla. Es la historia de una madre muerta, de una hija, de un padre presente, de un padre pasado, de una joven artista extraordinaria, de sus hermanos, de su entorno, de las historias que contamos, de las que nos imaginamos y de esa línea divisoria esencial entre imagen/hecho, realidad/fantasía, lo que quisiéramos que hubiese sido y lo que fue. Por esa y tantas otras razones que podríamos nombrar hasta el infinito de nuestras memorias colectivas e individuales, Stories We Tell es una obra maestra.


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