miércoles, 11 de mayo de 2011

Cobertura del XIV Festival Internacional Cine Las Américas | 21-28 de abril de 2011 | Austin, Texas

por Alejandra Zambrano


Premios del Jurado
Largometraje de Ficción
Retratos en un mar de mentiras
(Dir. Carlos Gaviria, Drama, Colombia, 2010)

Cortometraje de Ficción
Lupano Leyva
(Dir. Felipe Gómez, Drama Surrealista, México, 2009)

Largometraje Documental
Avenida Brasilia Formosa
(Dir. Gabriel Mascaro, Documental Experimental, Brasil, 2010)

Cortometraje Documental
Si seguimos vivos
(Dir. Juliana Fanjul Espinoza, Documental, México/Cuba, 2010)

Es probable que él no lo recuerde pero conocí a Eugenio del Bosque hace siete años cuando Cine Las Américas operaba desde el aula de una escuela secundaria de Austin. Aquella tarde me contó del trabajo que realizaba un grupo de amantes del cine para traer a la comunidad de Texas una muestra variada y representativa del cine latinoamericano. A partir de esa conversación seguí atenta a la evolución del festival y a la selección de películas invitadas y galardonadas de cada muestra. Este año, sin embargo, fue la primera vez que decidí usar un pase ilimitado para dedicar la semana entera a quince de las decenas de producciones—entre cortos y largometrajes de ficción y documentales—presentadas en la décimo cuarta edición de este festival. Por motivos de tiempo y espacio, en esta reseña me limitaré a comentar los filmes invitados para las noches de apertura y clausura: Marimbas del infierno (2010) de Julio Hernández Cordón (Guatemala/México/Francia, 2010) y La vida de los peces (Chile, 2010) de Matías Bize, respectivamente. Quedan pendientes comentarios de películas importantes como Jean Gentil (Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán, República Dominicana, 2010), Dos hermanos (Daniel Burman, Argentina, 2010) y las mismas ganadoras las cuales, además de demostrar la calidad del último cine latinoamericano, presentan--como dice el lema del festival--temáticas tan diversas como diversas son nuestras realidades.

Noche de apertura: Marimbas del infierno (2010, 73 min.)

Llegué a la presentación de Marimbas del infierno (2010) del director Julio Hernández Cordón sin saber nada de esta producción. Durante los primeros minutos de la película creí estar viendo un documental. Poco a poco me di cuenta que era un trabajo híbrido de ficción cuya fidelidad a ciertos elementos del documental confunde al espectador. Confieso que es una de las producciones que más disfruté del festival, con seguridad la que más me hizo reír por el uso tan acertado del ingenio y del humor.

Como expresó su director, la intención de este filme es la de presentar la realidad de un país en el que resulta difícil vivir del arte. De ahí que Hernández Cordón haya decidido contar las peripecias de un marimbero y un metalero que se conectan a través a un joven ‘huele-pega’ para formar una banda que combinaría la música tradicional con los sonidos electrónicos del rock pesado. A pesar de que la historia se desarrolla en un contexto muy local, el encuentro de estos tres personajes bien podría suceder en cualquier otro país de América Latina. De esta manera, Marimbas del infierno es fiel al intento de Melindrosa Films de "desarrollar historias particulares y sencillas que puedan ser universales".

Además del guion y el trabajo actoral, cabe destacar la fotografía de María Secco. Los encuadres que irrespetan la ley de tercios y las composiciones--geométricas, arriesgadas y asimétricas--en las que destacan vivos colores nos dan una visión alternativa de la Guatemala de brochure de viajes.

Noche de clausura: La vida de los peces (2010)

La vida de los peces (2010) de Matías Bize me recordó a una de sus anteriores producciones. Si En la cama (2005) cuenta el encuentro fortuito de dos desconocidos en el cuarto de un hotel, La vida de los peces sigue a dos personajes—Martín (Santiago Cabrera) y Beatriz (Blanca Lewin)— por varias de las habitaciones y patios de una casa. En ambas películas los personajes arrojan detalles de sus vidas sin que el espectador logre completamente entender quiénes son ni cuáles fueron sus motivaciones para estar en la situación en la que están. Para algunos, la ambigüedad de este tipo de guiones es la falla de Bize. Para mí es esta misma indeterminación la que las salva de rayar en el sinsentido. Pese a que En la cama y La vida de los peces reflejan la estética minimalista y conversacional de Bize, su última producción se presenta como una obra más elaborada, sobre todo en lo que respecta a dirección de arte y fotografía. Además pone a prueba la centralidad de los diálogos en historias filmadas en una única locación.

Después de diez años, Martín regresa brevemente a Santiago para resolver unos asuntos familiares. La noche antes de su partida asiste al cumpleaños de uno de sus viejos amigos. La película empieza cuando Martín se despide y excusa por no poder quedarse más tiempo ya que debe prepararse para su vuelo de regreso a Europa. El conflicto surge cuando uno de ellos le avisa que Beatriz—su antigua novia—llegará al festejo. Martín duda. Se entretiene interactuando con otros personajes mientras decide irse o esperar a que llegue. A partir de este giro, nos convertimos en testigos de los intentos de Martín por acercarse a quien fue el verdadero amor de su vida, de confundirse entre los invitados, de perseguirla y casi espiarla hasta lograr hablar con ella, de quien sólo sabe (y sabemos) que ha formado una familia.

Las conversaciones más importantes entre Beatriz y Martín suceden en una de las habitaciones de la casa. Mientras los personajes giran alrededor de una enorme pecera ubicada en el centro de la pieza, la cámara juega con su ubicación; en ocasiones ellos observan a los peces mientras se ponen al tanto de sus vidas, en otras, aparecen detrás como si estuvieran atrapados entre las paredes de cristal. Este trabajo visual, en particular la composición de luces y colores, deja en claro que estamos frente a una gran acuario de cuyos límites los personajes no pueden escapar. Al igual que los peces, Beatriz y Martín deambulan por la casa sin saber exactamente qué quieren, sin decidirse, sin pedirse perdón. A pesar de que algunos diálogos adolecen de artificialidad, el miedo de enfrentarse al pasado resulta verosímil. Igual de plausibles son también la nostalgia que siente Martín por sus amigos, su patria y por lo que pudo haber sido.

***

Según la carta de bienvenida al festival, la importancia de las películas expuestas radica en su “excelencia artística y su falta de conformismo” a la hora de presentar las realidades de Iberoamérica y el mundo latino e indígena del continente. En este sentido, considero que el trabajo que viene realizando el equipo de Cine Las Américas desde 1998 es digno de admiración. Agradezco el riesgo tomado por los organizadores a la hora de escoger trabajos que representan voces, habilidades, temáticas y estéticas diferentes. No obstante, considero que es hora de enfocar parte de estos esfuerzos en atraer a un público igual de diverso. Aunque las noches de apertura y clausura tuvieron casa llena, el resto de películas a las que asistí contó con un promedio de diez personas—casi siempre las mismas, muchas de ellas conectadas de alguna forma con la organización del Festival. La próxima vez que charle con Eugenio del Bosque me gustaría preguntarle, ¿cómo hacer para que más público se interese por el cine, en particular por el extranjero?

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