miércoles, 13 de junio de 2012

Increíble pero cierto: Un western "femenino"

Meek’s  Cutoff es el largometraje más reciente de la cineasta y profesora Kelly Reichardt, hoy por hoy una de las mujeres cineastas más reconocidas trabajando en el medio del cine independiente estadounidense. Su trabajo anterior Wendy and Lucy (2008), la singular historia de una joven llamada Wendy (Michelle Williams) que emprendía una jornada a la Norteamérica profunda en busca de su perrita perdida Lucy, fue bastante aclamada por la crítica- y debo reconocer que este que escribe fue de los pocos que no comprendió todo el entusiasmo hacia el filme, quizás es que nunca he tenido una mascota- al igual que su segundo largometraje, Old Joy (2006), un road movie que retrata el reencuentro de dos viejos amigos por sus viejos lugares de andadas.

Este cuarto largometraje de Reichardt es por mucho el que quizás mayor acogida crítica y visibilidad ha tenido- aunque igual ha sido minúscula en comparación con otros trabajos de corte “indie”- fue presentado con éxito en los festivales de cine de Toronto y Venecia y alabado por los críticos de cine de publicaciones tan exigentes como Slant Magazine o el Village Voice.  Resulta muy curioso y quizás no un dato causal el hecho de que toda esta ola de entusiasmo cinéfilo con este filme se deba al hecho de que Reichardt trabaja enmarcada bajo el género del  “western” o mas bien el  “anti- western” o el “western revisionista" que ha tenido tanto auge en los últimos años- desde The Proposition de John Hilcoat hasta The Assasination of Jesse James de Andrew Dominik, por dar solo dos ejemplos.

Como han señalado varios críticos, Meek’s Cutoff no cuenta con una trama compleja. Más bien es un filme que observa paisajes, comportamientos y pequeñas situaciones y anécdotas que se develan poco a poco en la jornada de un grupo de pobladores nómadas que transitan por las planicies desérticas de un Oregon deshabitado en 1845. Reichardt nos presenta dicha jornada acentuando la disociación del espectador con el entorno y sus circunstancias. Esta técnica del distanciamiento imagen/acción/espectador funciona muy hábilmente sobre todo por el hecho de que Reichardt hará que el espectador poco a poco tenga que crear empatía y reaccione a eventos que irán ocurriendo en pantalla y con los cuales principalmente parecería que solo tenemos que observar sin necesariamente comprender.

La primera imagen que vemos es la de una “diligencia”, una caravana ambulante que parece emerger del agua, del único oasis que parecen haber encontrado a millas a la redonda. Tres carretas arrastran las pocas pertenencias de los habitantes nómadas de la caravana, un hombre de imponente barba montado a caballo va al frente, otros tres hombres con un niño detrás de él y muy detrás de ellos 3 mujeres con sus rostros casi cubiertos por capuchas de sol. Esta caravana, cual procesión religiosa, parece emerger del agua hacia la incertidumbre del espacio abierto. Imágenes estáticas y altamente pictóricas de la planicie desértica le siguen para establecer tanto la desolación geográfica como el sentido de tierra “virgen” invadida, luego retomamos a la caravana y poco a poco vamos conociendo a sus habitantes. Uno de los recursos que Reichardt utiliza en su puesta en escena disasociada es la de poblar la pantalla con actores conocidos para prácticamente volverlos casi anónimos. Meek, el arrogante y perennemente confundido auto escogido líder de la diligencia es interpretado bajo una enorme barba por un irreconocible Bruce Greenwood-actor fetiche de Atom Egoyan y actor de carácter de filmes notables como I’m Not There–. Bajo la sombra de las capuchas de sol, reconocemos las caras de las mujeres, Emily Teterow,  junto a Meek. El personaje central de filme es interpretado por la ascendente Michelle Williams en su segunda colaboración con Reichardt y reafirmándose quizás como la principal actriz de su generación en el cine estadounidense. Las otras dos “esposas” son interpretadas por la excelente actriz de carácter Shirley Henderson, fetiche de Michael Winterbottom y la más joven por Lainie Kazan.  Los esposos son interpretados por Will Patton, Neil Huff y el más joven por el ya muy reconocible Paul Dano.

Mientras la caravana sigue recorriendo los parajes desolados de Oregon, los hombres van percatándose de que Meek, el supuesto líder, podría ser un farsante. Parece no conocer el área por donde los lleva y en vez de eso parece llevarlos a vagar por el desierto, sin rumbo fijo, alejándolos del objetivo de lograr asentarse en un lugar en el que encuentren agua potable.  Los espectadores nos percatamos gradualmente de estos, Reichardt nos muestra a sus personajes musitando a lo lejos en voz baja y casi imperceptible en la banda sonora o nos muestra a los personajes comentando la situación en conversaciones privadas en la noche, con solo la iluminación de incandescentes llamas de fuego que no permiten muchas veces que le pongamos rostro a las palabras que escuchamos. De las conversaciones grupales no se hace partícipe a las mujeres, por m´s que ellas sospechen no se les da voz ni voto.

Reichardt obviamente comenta acerca de la desigualdad de género en lo que fue el proceso de asentamientos humanos en territorio estadounidense –la película está basada en un hecho real-  alegoría que sigue estando muy presente en la sociedad capitalista predominantemente patriarcal. Pero promediando la hora del metraje- cuando en realidad no sabemos muy bien para dónde va el filme- se introduce otro elemento que contribuye al ya inestable panorama de la caravana. Aparece un indígena (Rod Rondeaux). Un nativo de las tierras vírgenes que están explorando. Visto por Meek como una verdadera amenaza para su expedición, lo mantiene vigilado y lo amenaza. Emily por otra parte ve al indígena como la única persona que podría ayudarlos en su búsqueda por agua potable y logra una empatía con el indígena aun cuando ella no entiende su lengua y viceversa. Eventualmente el indígena se acerca al grupo gracias a la apertura y el juicio cauteloso de Emily que incluso la lleva a amenazar a Meek con un rifle cargado. La caravana se sale fuera de control-una de las carretas se descarrila y Meek se empeña en autoproclamarse líder de la misión a pesar de las acciones de Emily-y el filme carece de una conclusión limpia y redonda. Un árbol en medio de la planicie desértica es la única señal que quizás estén más cerca del agua potable. Pero no hay certeza. Vemos al indígena alejarse sin que nos de tiempo a percatarnos-y sin que nos muestren- si los nómadas lo seguirán a él o al obstinado Meek. Reichardt comenta que el final era uno distinto, pero no menos ambiguo, pero el bajo presupuesto así como las condiciones imposibles de rodaje en medio del desierto de Oregon a temperatura infrahumana hicieron que variara el final, a veces hay accidentes afortunados.

Entonces en el filme hay dos corrientes revisionistas: por un lado el planteamiento de género y por otro lado el planteamiento aún vigente de la separación del mundo indígena versus la “civilización” moderna y el enfrentamiento con el hombre blanco, que claro está en el “western” tradicional es el “bueno” vs. el “malvado” indígena. Dice mucho de la sociedad estadounidense que en el siglo XXI dichos tópicos sigan vigentes y merezcan ser revisitados. Al mantener a los espectadores aparentemente “desconectados” emocionalmente de los hechos, para que luego se develen ante nuestros ojos, Reichardt apuesta por el espectador inteligente que sabrá reconocer y digerir dichos signos semióticos y sociológicos que pueblan su magnífico filme. Otro hecho que contribuye a este triunfo es la fotografía de Chris Blauvelt, contrario  al “widescreen” que ya uno espera automáticamente cuando ve un western, Blauvelt filmó este filme en el “ratio” tradicional de 1:33- también conocido como “academy standard”- que era el formato cinematográfico predominante en el cine estadounidense anterior a la década del 50- cuando el “widescreen” empieza a dominar en las grandes producciones de Hollywood. Eso da pie a un tratamiento visual  muy distinto al que el espectador moderno tiene del western, aunque como se señala en la mayoría de las reseñas del filme, ese “ratio” es en el que se fotografiaron la mayoría de los western clásicos. Las imágenes son más cerradas y por lo tanto más claustrofóbicas- algunas sobre todo en los primeros 15 minutos de metraje parecen pinturas ya que apenas nada se mueve- y privilegian más lo cerrado e inconexo de estos personajes con su entorno que el entorno en sí. No hay más realidad visual a la que escapar y aunque se trata de un western exquisitamente fotografiado, su mundo visual carece del esplendor con el que ya se ha identificado al género.

Prácticamente todos los que han escrito del filme han señalado la particularidad de que un western sea dirigido por una mujer, y claro está dos factores principales vienen a la cabeza: el western es un género casi por definición masculino, y de hecho quien no sepa de entrada que la directora de este filme es mujer creo que no tendrá necesariamente que darse cuenta hasta que aparezcan los créditos finales. Es curioso que este filme y otros recientes como la laureada The Hurt Locker de Kathryn Bigelow sean filmes hechos por mujeres de temas considerados prominentemente masculinos como la guerra, las luchas de poder y la violencia, contrario a la casi imposición sociológica del cine femenino- en la que muchos varones caemos casi inconscientemente-  como “feminista” o más “sutil” que el cine normal que llega a las pantallas masivas de cine. No creo tampoco que haya sido coincidencia que filmes como este y el de Bigelow hayan tenido más éxito o visibilidad que el que usualmente tiene el cine dirigido por mujeres, pero es interesante y una prueba de que ya las barreras de “género” en cuanto al cine poco a poco van derribándose. Ya es más común que una mujer en pleno siglo XXI haga cine de “machos” cuando hace 30  o 40 años hubiese sido visto como una anomalía. No estoy diciendo que ya este tipo de actitud sea la regla, pero poco a poco puede ser que se esté eliminando la excepción.

Kelly Reichardt sin embargo no puede vivir de su cine, a pesar de que 3 de sus 4 largometrajes han sido grandes éxitos de crítica y tanto Wendy and Lucy como Meek’s Cutoff han llegado al reconocimiento internacional. Asegura que “no ha ganado nunca un centavo de su cine” y mantiene su trabajo como profesora de cine y tecnología visual en Bard College en New York. Y asegura también que aunque el panorama para una directora mujer en la industria del cine ha mejorado, todavía es una situación desigual. “En el llamado mundo del cine independiente todavía una directora mujer no se le da el mismo espacio ni atención que a cineastas interesantes como Todd Haynes, Paul Thomas Anderson, Alexander Payne o Wes Anderson” ha comentado ella y tiene razón. Desde que Kathryn Bigelow fue la primera mujer en 82 años en ganarse un Óscar por mejor dirección por The Hurt Locker - y tan solo la cuarta directora nominada en dicha categoría-  hasta ahora tan solo se han estrenado 4 películas de directoras que han causado algún revuelo en el panorama del cine estadounidense: The Kids are Allright de Lisa Cholodenko, Winter’s Bone de Debra Granik, Somewhere de Sofia Coppola y Meek’s Cutoff. Evidentemente la balanza en el preciado puesto de la dirección cinematográfica dentro de la industria y maquinaria industrial del cine sigue desbalanceada. Cuando pensamos también en nombres de directoras de las pasadas 3 décadas como Susan Seidelman, Amy Heckerling, Penelope Spherris, Martha Coolidge, Allison Anders, Mary Harron o Nancy Savoca, directoras destacadas y talentosas y que en algún momento causaron un revuelo parecido al que ha generado Kelly Reichardt en estos momentos y que hoy en día tienen una actividad cinematográfica muy espaciada o se dedican a la televisión, es muy claro que el elefante blanco de la industria cinematográfica estadounidense aún no valora con la justa proporción lo que estas inteligentes y talentosas directoras han aportado al cine- para bien y en casos como el de Sofia Coppola para mal, no hay tampoco que negarlo-. Ojala que películas como Meek’s Cutoff no sean milagritos cinéfilos que encontramos de vez en cuando, necesitamos escuchar más voces como la de Kelly Reichardt.

No hay comentarios: