1. El conformista (Bernardo
Bertolucci, 1970)
No
conocía esta película, ni siquiera había oído hablar de ella. Nadie me la había
mencionado nunca. Pero por casualidades de la vida tuve la dicha de que el
grupo estudiantil Austin Cinematheque
la trajera en 35mm al teatro de la Universidad de Texas. Conocía la reputación
de este grupo de cinéfilos y por eso fui. Usualmente traen películas bien
cabronas. En fin, realmente fue una de las pocas experiencias inefables que he
tenido. No quiero ni tratar de describirla. Lo único que tengo que decir es que
es la película que más me ha volado la cabeza en todo el cine que he visto. Y
por eso es mi número 1.
2. Fanny y Alexander (Ingmar Bergman,
1982)
Escoger
una de Bergman no es tarea fácil porque (creo que es necesario repetirlo)
Bergman es Dios. Escojo ésta por su magia, por sus confluencias con el teatro,
por las actuaciones magistrales de dos niños (los protagonistas) y por tener
uno de los comienzos más hermosos del mundo. Este es mi comienzo favorito
seguido por el principio de Central do
Brasil de Walter Salles. Ambos son películas en sí mismos.
3. Umberto D (Vittorio de Sica, 1952)
Porque
amo el neorealismo italiano y lo que hizo con el cine. Por demostrar que frente
a la adversidad, la crueldad humana, el cataclismo, o la destrucción absoluta,
todavía nos quedan cosas que merecen la pena. En este caso, ni las guerras
mundiales, ni depresiones económicas, ni la extrema pobreza podrán minar la
amistad entre un perro y su amo.
4. Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966)
Por
retratar el tema de la literatura y terminar con uno de los finales más
hermosos del mundo. Es una de las películas que más me ha conmovido y que
evidencian que aún podemos creer en las utopías.
5. Julieta de los espíritus (Federico
Fellini, 1965)
Por ser
una de las películas que ves en pantalla grande y jamás quieres volver a ver
para que no te dañen esa primera experiencia. Esta es la película más personal
de Fellini con la adorable y genial actriz (su esposa y musa) Giulietta Masina.
Jamás voy a olvidar la magia de verla por primera vez en un cine de Nueva York.
6. Brasil (Terry Gilliam, 1985)
Por ser
una de esas películas cuyo final te obliga a recordarla por siempre aunque uno la
recuerde de una forma pero realmente termine de otra.
7. El acorazado Potemkin (Sergei M.
Eisenstein, 1925)
Porque
Eisenstein era un genio y su teoría del montaje (junto a otros directores)
llevó al séptimo arte hacia un nivel inalcanzable. No conozco cine más revolucionario
que el suyo, en todo los sentidos.
8. El espíritu de la colmena (Víctor Erice,
1973)
Por encarnar
la poesía y ser un homenaje al cine en sí. También por tener una de las
fotografías más bellas, tener a la inolvidable Ana Torrent y por su uso
magistral de los silencios.
9. Girón (Manuel Herrera, 1971)
Por ser
uno de los docu-dramas cubanos más geniales y alucinantes. La fusión entre la
ficción y el documental es indescifrable. Creo que es la película que mejor
logró borrar la línea entre estos dos géneros.
10. Night on Earth (Jim Jarmusch, 1991)
Por ser
una película que prueba que no se necesitan historias complejas para hacer
películas geniales. Y, por supuesto, por tener a la musa mayor Gena Rowlands.
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