miércoles, 31 de octubre de 2012

Otro “Tope Diez” – Enrique González


1. El conformista (Bernardo Bertolucci, 1970)
No conocía esta película, ni siquiera había oído hablar de ella. Nadie me la había mencionado nunca. Pero por casualidades de la vida tuve la dicha de que el grupo estudiantil Austin Cinematheque la trajera en 35mm al teatro de la Universidad de Texas. Conocía la reputación de este grupo de cinéfilos y por eso fui. Usualmente traen películas bien cabronas. En fin, realmente fue una de las pocas experiencias inefables que he tenido. No quiero ni tratar de describirla. Lo único que tengo que decir es que es la película que más me ha volado la cabeza en todo el cine que he visto. Y por eso es mi número 1.

2. Fanny y Alexander (Ingmar Bergman, 1982)
Escoger una de Bergman no es tarea fácil porque (creo que es necesario repetirlo) Bergman es Dios. Escojo ésta por su magia, por sus confluencias con el teatro, por las actuaciones magistrales de dos niños (los protagonistas) y por tener uno de los comienzos más hermosos del mundo. Este es mi comienzo favorito seguido por el principio de Central do Brasil de Walter Salles. Ambos son películas en sí mismos.

3. Umberto D (Vittorio de Sica, 1952)
Porque amo el neorealismo italiano y lo que hizo con el cine. Por demostrar que frente a la adversidad, la crueldad humana, el cataclismo, o la destrucción absoluta, todavía nos quedan cosas que merecen la pena. En este caso, ni las guerras mundiales, ni depresiones económicas, ni la extrema pobreza podrán minar la amistad entre un perro y su amo.

4. Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966)
Por retratar el tema de la literatura y terminar con uno de los finales más hermosos del mundo. Es una de las películas que más me ha conmovido y que evidencian que aún podemos creer en las utopías.

5. Julieta de los espíritus (Federico Fellini, 1965)
Por ser una de las películas que ves en pantalla grande y jamás quieres volver a ver para que no te dañen esa primera experiencia. Esta es la película más personal de Fellini con la adorable y genial actriz (su esposa y musa) Giulietta Masina. Jamás voy a olvidar la magia de verla por primera vez en un cine de Nueva York.

6. Brasil (Terry Gilliam, 1985)
Por ser una de esas películas cuyo final te obliga a recordarla por siempre aunque uno la recuerde de una forma pero realmente termine de otra.

7. El acorazado Potemkin (Sergei M. Eisenstein, 1925)
Porque Eisenstein era un genio y su teoría del montaje (junto a otros directores) llevó al séptimo arte hacia un nivel inalcanzable. No conozco cine más revolucionario que el suyo, en todo los sentidos.

8. El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)
Por encarnar la poesía y ser un homenaje al cine en sí. También por tener una de las fotografías más bellas, tener a la inolvidable Ana Torrent y por su uso magistral de los silencios.

9. Girón (Manuel Herrera, 1971)
Por ser uno de los docu-dramas cubanos más geniales y alucinantes. La fusión entre la ficción y el documental es indescifrable. Creo que es la película que mejor logró borrar la línea entre estos dos géneros.

10. Night on Earth (Jim Jarmusch, 1991)
Por ser una película que prueba que no se necesitan historias complejas para hacer películas geniales. Y, por supuesto, por tener a la musa mayor Gena Rowlands.

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