Desde que tengo uso de la memoria, el cine, la música y la literatura han sido mis herramientas de preferencia en la búsqueda de respuestas para las preguntas que me hago, producto de mis permanentes cuestionamientos existenciales. Supongo que tengo que aceptar que mi afán por ver películas que traten de alguna forma u otra sobre mis propios dilemas paranoicos y cuestionamientos socio-políticos posiblemente sea mi forma preferida de escape psicológico del hecho de que vivo en una sociedad irremediablemente jodida, por la que hay muy poco que un sólo individuo puede hacer. Por esto creo que siempre me he sentido atraído en especial al género de la ciencia ficción, porque trabaja con muchas de las preguntas que llevo haciéndome desde siempre, exacerbadas por mi vida actual ocupada la mayoría del tiempo manejando los problemas de otros desde un cubículo en una oficina corporativa. Parecería el perfecto comienzo para una historia de ciencia ficción.
Llevo las últimas cuatro semanas viendo películas que definitivamente delatan estas obsesiones recurrentes. No sé si sea para bien o para mal, ya que el patrón me lleva a escoger ver cosas, a veces ya vistas múltiples veces, que agudizan mis fantasías y paranoias.
The Matrix (1999),
Dark City (1998),
Equilibrium (2002),
Cypher (2002),
Manchurian Candidate (1962),
Manchurian Candidate (2004),
Total Recall (1980). Todas estas películas tienen un lazo en común: un personaje (vale mencionarse que siempre es un personaje masculino) descubre que él no es lo que pensaba que era, que la sociedad que lo rodea, de la cual formaba parte (a veces de forma esencial) no es lo que aparentaba, y ahora tiene que luchar contra todo el sistema de control mental y manipulación social para liberarse a sí mismo y/o a todas las personas oprimidas. En especial me parece interesante lo seductora que es la idea que una persona cualquiera descubra que tiene poderes, y por lo tanto responsabilidades, mayores que los de la gente común, al punto de ser capaz de liberar a toda una sociedad de un sistema de opresión institucionalizado; fruto del idealismo utópico desarrollado en el contexto de la cultura del individualismo liberal norteamericano.
Vivimos en tiempos extraños. Los humanos hemos creado y seguimos expandiendo una red de información que se hace más parte esencial de nuestro funcionamiento cada día. Estamos atados a las máquinas que nos permiten conectarnos de forma virtual con los demás y la realidad es transformada por la tecnología que utilizamos para manipular nuestra percepción y relación con ella. Dependemos de los productos que nos venden las corporaciones para mantenernos conectados—teléfonos, computadoras, vehículos, etc.— de igual forma que ellas dependen de que nosotros continuemos consumiendo sus productos para que puedan mantener control sobre el mercado.
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"Luke... soy tu padre." |
En ambas versiones de Manchurian Candidate, se trabajan de formas diferentes los temas del poder del bombardeo de información y la repetición para manipular la percepción y controlar el comportamiento de las personas. El concepto se lleva al extremo de lograr utilizar el poder de la sugestión para convertir a una persona en un “robot” sin agencia propia, capaz de seguir instrucciones sin cuestionamiento y que no tenga memoria de lo ocurrido, para así crear el asesino perfecto. En la versión del 2004 dirigida por Jonathan Demme, en una escena genial donde el protagonista Ben Marco (Denzel Washington) comparte sus preocupaciones de que su sueño recurrente sea producto de que posiblemente le hayan lavado el cerebro, su amigo Delp (Bruno Ganz), le dice una verdad fundamental de lo que implica vivir en la sociedad moderna: “We’ve all been brainwashed, Marco.”
La ciencia de la psicología aplicada a la promoción y el mercadeo se ha perfeccionado al punto de que puede aparentar invisibilidad mientras somos bombardeados con información diseñada para provocar una reacción emocional, y hacernos sentir un lazo de afinidad con un producto y la compañía que lo produce, o con un gobierno. La misma ciencia aplicada a los medios de comunicación es capaz de manipular la opinión pública e incluso el comportamiento. Es una de las herramientas esenciales del nacionalismo para crear la identidad nacional unificada. Hitler era experto en la utilización de este conocimiento, incluyendo el rol del cine en la manipulación social, y eso fue hace más de medio siglo. Sólo podemos imaginarnos de lo que son capaces de hacer con la tecnología y el conocimiento de ahora en las manos equivocadas, lo cual me lleva a las preguntas que constantemente me hago: ¿Quién determina cuáles son las manos equivocadas?¿Hasta qué extremo se puede manipular a un individuo, o a toda una sociedad, y para qué fin? ¿Será posible llevarlo al extremo de implantarle una personalidad artificial a un individuo, o a toda una sociedad? ¿Cómo saber si uno es víctima de dicha manipulación? ¿Sería posible escapar?
Tal vez se me pueda acusar de vagancia intelectual. Sé que las preguntas que me hago, y que estas películas trabajan, no son únicas ni originales. Muchas son preguntas fundamentales de varias escuelas de filosofía occidentales y también orientales, con repercusiones historico-políticas que nos persiguen hasta el día de hoy. Reconozco que no he estudiado a profundidad ninguna de las filosofías que se han hecho estas preguntas a través de la historia. Tal vez de eso mismo se trata. Tal vez ese es el poder del cine. Educar a los que somos muy vagos para leer. Y si es el caso, es esencial reconocer que las ideas que consumimos a través del cine siguen siendo el producto del sistema de producción al que le responde, con las filosofías que lo acompañan. El cine es una herramienta esencial de esa cultura de manipulación social.
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Creo que esta película ya la hicieron. |
Lo cual me lleva a otras preguntas relacionadas a mi papel en todo esto: ¿Mis obsesiones son basadas en una inclinación inherente hacia la libertad y la justicia, o son también producto de consumir este tipo de películas que siempre me han atraído? ¿Cuál es mi verdadero propósito en la vida? ¿Cómo puedo saber que no estoy soñando? ¿Qué es la realidad? ¿Dónde termina esta línea de pensamiento? ¿Estaré loco? Como dice Douglas Quade (Arnold Schwarzenegger) en la versión de
Total Recall dirigida por Paul Verhoeven (1990) cuando descubre que sus memorias son artificialmente implantadas, “Si no soy yo, ¿quién soy?”
Claro está que una sesión conmigo de seguro sería como un
field day para cualquier psicoanalista. Pero yo prefiero buscar respuestas en los mismos lugares que los personajes con los que me identifico. La oráculo (Gloria Foster) en
The Matrix le dice a Neo (Keanu Reeves) que nadie le puede decir quién es; él tiene que averiguarlo por su cuenta. En Total Recall (1990), el personaje de Kuato (un mutante animatrónico ligado al abdomen de su hermano George, líder de la resistencia, protagonizado por Marshall Bell) le dice a Quade que aunque sus memorias sean falsas, ellas no son lo que lo definen: “Eres lo que haces”. Una persona es definida por sus acciones, no por sus ideas o cuestionamientos políticos o filosóficos. Quizá es lo más cercano a una respuesta que puedo esperar recibir de escritores y cineastas igual (o más) locos que yo, canalizada a través de un estudio de producción para el cual sólo soy parte de otro “target market” entre muchos, con sensibilidades predecibles.
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"Eres lo que haces... idioteces." |
Pero con eso es suficiente. Así, con el corazón apaciguado, regreso al cubículo en la oficina corporativa, con sólo una ambigua memoria del sueño que tuve ayer, un sueño en el cual fui consciente de que algo no anda bien, y que las cosas no son lo que aparentan.
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