Al
parecer, estos
días lo único que puede
lograr que deje de ver Battlestar
Galactica en
Netflix es una película
protagonizada por Scarlett Johansson. No
porque tenga alguna obsesión particular con ella, incluso, mientras
veíamos la película cometí el error de admitir delante de los
demás que nunca he pensado que ella es tan jeva como suele decir la
opinión
general. Pa' qué fue eso. Sin embargo, reconozco que, por lo menos cuando se trata
de decidir si tomar un rol de ciencia ficción, ella sabe escoger los
guiones. Así que hace unas
semanas fui
a casa de Charlie a ver Under the Skin,
la película más reciente de Jonathan
Glazer.
Antes de continuar,
quisiera advertirte que esta reseña contiene un fracatán de
spoilers, así que no la leas
si todavía no haz visto la película (aunque a estas alturas ya cometiste el mismo error que yo de no verla en el cine). A menos que ese tipo de cosa
no te importe, en cuyo caso, haz lo que te dé la gana.
Filmada en Escocia
utilizando cámaras escondidas e impresionantes tomas de la
topografía escocesa, Glazer pinta un retrato hermoso y misterioso en
el cual rehusa darnos piezas fáciles de digerir. Prefiere mostrarnos
lo ocurrido sin explicaciones, obligándonos a interpretar lo que
vemos: Una mujer de origen desconocido viaja por la ciudad en busca
de hombres solitarios para seducirlos y llevarlos a una casa
abandonada, donde la siguen, embriagados de lujuria, a un cuarto
oscuro donde son consumidos por un mar de oscuridad viscosa, dejando
atrás sólo la piel. Esto es lo único que sabemos durante la
película entera, y el resto le toca a la audiencia descifrarlo.
Es evidente que ella
no es humana. La opinión general es que es un ser extraterrestre, y
estoy de acuerdo, pero pienso que va más allá de eso. Ella tiene un
rol, una función, unas instrucciones específicas. Podría decirse
que está programada para cumplir su misión, de manera fría y
calculada, sin emoción. Tal vez es instinto. Ella observa a sus
potenciales víctimas como un depredador observaría su presa. En una
escena, ella mata a un hombre en la playa y deja a un infante
indefenso para morir a la intemperie. No lo hace por crueldad, sino
por indiferencia. Es la ley de la naturaleza. Glazer alude, a través
de la imagen y la doble exposición, a la psicología de este ser,
quien poco a poco va desarrollando curiosidad y empatía por estos
animales que está encargada de atrapar, y a su vez, desarrolla
curiosidad por entenderse a ella misma en el proceso.
Algunos elementos me llevaron a pensar que era un robot (aunque admito que desde
que comencé a ver BSG pienso que todo el mundo podría ser un
robot): la secuencia inicial, la primera de varias evidentemente
influenciadas por Kubrik, muestra el close-up de un proceso que
culmina en la activación de un ojo “humano” que acaba de ser
diseñado, que por alguna razón me recordó a la secuencia inicial
de Ghost in the Shell. Otro detalle es el “cadáver”
recogido del lado de la carretera por el motociclista (Jeremy
McWilliams), que suelta una lágrima mientras Johansson le quita la
ropa para ponérsela y salir al mundo por primera vez. Pensé que el
cuerpo recogido podría ser otro ser, igual que Johansson, quien
fracasó en su misión al desarrollar empatía y por ende debilidad,
y fue recogida para ser decomisada.
Tal destino es el
que también la esperaría a ella, porque las “cazadoras” tienen
ese fallo técnico intrínseco. Por esto es que los hombres, a la
medida que ella está más distraída por su propio proceso de
reflexión existencial, van dándose cuenta que están entrando en
una situación extraña (algo que al principio ni percibían), ella
se tropieza y se cae de boca caminando por la calle, el motociclista
la observa detenidamente, como si buscara la fuente del fallo. Cuando
ella se arrepiente de atrapar al hombre con neurofibromatosis (Adam
Pearson) y lo deja escapar, ella también entiende que tiene que
escapar, porque probablemente la van a decomisar, como sucedió con
la que vino antes que ella.
Aunque no pude
evitar ese análisis, reconozco que podría ser una tangente
innecesaria. En realidad no importa qué es ella. Lo importante es lo
que nos dice de nosotros mismos en su proceso de auto-descubrimiento.
Al observarla, nos hacemos partícipes de la experiencia sensorial de
ella. Ella empieza a imitar a los humanos, tratando de tener
experiencias cotidianas. Intenta comer un pedazo de bizcocho, pero lo
escupe al descubrir que su fisionomía no está diseñada para eso.
Intenta intimar con un hombre y tener relaciones sexuales, sólo para
descubrir en el proceso que su fisionomía tampoco está diseñada
para eso. Se va al bosque a reflexionar, donde se topa con un leñador
que intenta violarla. Ella huye, y éste la persigue por el bosque.
La depredadora se ha vuelto la presa. Cuando al fin la alcanza y
forcejean, él descubre que ella no es lo que parece y sale
corriendo, sólo para regresar a rociarla con gasolina y prenderla en
fuego. Justo antes, en su momento más trascendental, ella se ha
quitado la piel para mirar detenidamente los ojos aún vivos de su
máscara. La piel que usaba posiblemente alguna vez fue una humana
atrapada en un proceso similar. Es como si le pidiera disculpas,
buscara absolverse de sus pecados, antes de morir en las llamas.
La opinión general
parece ser que el personaje de Johansson se va “humanizando” a la
medida que transcurren los hecho de la película. Y quizás sea
valido ese punto. Definitivamente va descubriendo valores como
empatía y compasión, y tal vez se cuestione su rol en todo esto.
Pero no necesariamente pienso que se va volviendo más “humana” a
la medida que se acerca más a los humanos, porque me incomoda la
implicación de que “humanizarse” es sinónimo de llenarse de
valores que consideramos positivos. Precisamente, es el temor a lo
desconocido, ese instinto tan humano, el que lleva a su muerte tan
violenta. Es una reacción que, tristemente, para muchos sería
natural. Destruir y matar lo que no entendemos. Para poder percibir
de lleno lo que está debajo de nuestra piel, tenemos que reconocer
toda la gama de emociones y pensamientos irracionales que componen
nuestra humanidad, incluyendo las partes oscuras, incómodas y
terribles. Sólo entonces podemos lograr entender lo que realmente
somos.
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