jueves, 24 de julio de 2014

Todos escondemos un monstruo debajo de la piel


Al parecer, estos días lo único que puede lograr que deje de ver Battlestar Galactica en Netflix es una película protagonizada por Scarlett Johansson. No porque tenga alguna obsesión particular con ella, incluso, mientras veíamos la película cometí el error de admitir delante de los demás que nunca he pensado que ella es tan jeva como suele decir la opinión general. Pa' qué fue eso. Sin embargo, reconozco que, por lo menos cuando se trata de decidir si tomar un rol de ciencia ficción, ella sabe escoger los guiones. Así que hace unas semanas fui a casa de Charlie a ver Under the Skin, la película más reciente de Jonathan Glazer.


Antes de continuar, quisiera advertirte que esta reseña contiene un fracatán de spoilers, así que no la leas si todavía no haz visto la película (aunque a estas alturas ya cometiste el mismo error que yo de no verla en el cine). A menos que ese tipo de cosa no te importe, en cuyo caso, haz lo que te dé la gana.


Filmada en Escocia utilizando cámaras escondidas e impresionantes tomas de la topografía escocesa, Glazer pinta un retrato hermoso y misterioso en el cual rehusa darnos piezas fáciles de digerir. Prefiere mostrarnos lo ocurrido sin explicaciones, obligándonos a interpretar lo que vemos: Una mujer de origen desconocido viaja por la ciudad en busca de hombres solitarios para seducirlos y llevarlos a una casa abandonada, donde la siguen, embriagados de lujuria, a un cuarto oscuro donde son consumidos por un mar de oscuridad viscosa, dejando atrás sólo la piel. Esto es lo único que sabemos durante la película entera, y el resto le toca a la audiencia descifrarlo.


Es evidente que ella no es humana. La opinión general es que es un ser extraterrestre, y estoy de acuerdo, pero pienso que va más allá de eso. Ella tiene un rol, una función, unas instrucciones específicas. Podría decirse que está programada para cumplir su misión, de manera fría y calculada, sin emoción. Tal vez es instinto. Ella observa a sus potenciales víctimas como un depredador observaría su presa. En una escena, ella mata a un hombre en la playa y deja a un infante indefenso para morir a la intemperie. No lo hace por crueldad, sino por indiferencia. Es la ley de la naturaleza. Glazer alude, a través de la imagen y la doble exposición, a la psicología de este ser, quien poco a poco va desarrollando curiosidad y empatía por estos animales que está encargada de atrapar, y a su vez, desarrolla curiosidad por entenderse a ella misma en el proceso.


Algunos elementos me llevaron a pensar que era un robot (aunque admito que desde que comencé a ver BSG pienso que todo el mundo podría ser un robot): la secuencia inicial, la primera de varias evidentemente influenciadas por Kubrik, muestra el close-up de un proceso que culmina en la activación de un ojo “humano” que acaba de ser diseñado, que por alguna razón me recordó a la secuencia inicial de Ghost in the Shell. Otro detalle es el “cadáver” recogido del lado de la carretera por el motociclista (Jeremy McWilliams), que suelta una lágrima mientras Johansson le quita la ropa para ponérsela y salir al mundo por primera vez. Pensé que el cuerpo recogido podría ser otro ser, igual que Johansson, quien fracasó en su misión al desarrollar empatía y por ende debilidad, y fue recogida para ser decomisada.

Tal destino es el que también la esperaría a ella, porque las “cazadoras” tienen ese fallo técnico intrínseco. Por esto es que los hombres, a la medida que ella está más distraída por su propio proceso de reflexión existencial, van dándose cuenta que están entrando en una situación extraña (algo que al principio ni percibían), ella se tropieza y se cae de boca caminando por la calle, el motociclista la observa detenidamente, como si buscara la fuente del fallo. Cuando ella se arrepiente de atrapar al hombre con neurofibromatosis (Adam Pearson) y lo deja escapar, ella también entiende que tiene que escapar, porque probablemente la van a decomisar, como sucedió con la que vino antes que ella.


Aunque no pude evitar ese análisis, reconozco que podría ser una tangente innecesaria. En realidad no importa qué es ella. Lo importante es lo que nos dice de nosotros mismos en su proceso de auto-descubrimiento. Al observarla, nos hacemos partícipes de la experiencia sensorial de ella. Ella empieza a imitar a los humanos, tratando de tener experiencias cotidianas. Intenta comer un pedazo de bizcocho, pero lo escupe al descubrir que su fisionomía no está diseñada para eso. Intenta intimar con un hombre y tener relaciones sexuales, sólo para descubrir en el proceso que su fisionomía tampoco está diseñada para eso. Se va al bosque a reflexionar, donde se topa con un leñador que intenta violarla. Ella huye, y éste la persigue por el bosque. La depredadora se ha vuelto la presa. Cuando al fin la alcanza y forcejean, él descubre que ella no es lo que parece y sale corriendo, sólo para regresar a rociarla con gasolina y prenderla en fuego. Justo antes, en su momento más trascendental, ella se ha quitado la piel para mirar detenidamente los ojos aún vivos de su máscara. La piel que usaba posiblemente alguna vez fue una humana atrapada en un proceso similar. Es como si le pidiera disculpas, buscara absolverse de sus pecados, antes de morir en las llamas.



La opinión general parece ser que el personaje de Johansson se va “humanizando” a la medida que transcurren los hecho de la película. Y quizás sea valido ese punto. Definitivamente va descubriendo valores como empatía y compasión, y tal vez se cuestione su rol en todo esto. Pero no necesariamente pienso que se va volviendo más “humana” a la medida que se acerca más a los humanos, porque me incomoda la implicación de que “humanizarse” es sinónimo de llenarse de valores que consideramos positivos. Precisamente, es el temor a lo desconocido, ese instinto tan humano, el que lleva a su muerte tan violenta. Es una reacción que, tristemente, para muchos sería natural. Destruir y matar lo que no entendemos. Para poder percibir de lleno lo que está debajo de nuestra piel, tenemos que reconocer toda la gama de emociones y pensamientos irracionales que componen nuestra humanidad, incluyendo las partes oscuras, incómodas y terribles. Sólo entonces podemos lograr entender lo que realmente somos.

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