miércoles, 3 de agosto de 2011

Cine y censura


La relación entre el cine y la censura ha sido una bien interesante en el área del séptimo arte. Basta con ver la lista en Wikipedia de las películas censuradas en los diferentes países del mundo para aprender sobre el código moral de cada país y las diferencias entre una cultura y otra, porque a medida que un país censura, presenta su código de valores y lo abierto o cerrado que puede ser ideológicamente. Así, lo que para un país puede resultar algo normal, puede leerse como ofensivo en otro e incluso como repulsivo. Hay entonces en esta relación mucha tela para cortar. Y es que tanto desde la derecha como desde la izquierda el cine se ha visto censurado por razones políticas o morales: censura aplicada por medio de entidades que van desde la Motion Pictures Association of America (MPAA) en los Estados Unidos hasta el Instituto Cubano de Cine, mejor conocido como el ICAIC, en Cuba. La MPAA se disfraza bajo el sistema de clasificación norteamericano (PG, PG-13, R, NC-17, etc.) para censurar directamente una película controlando el público que puede tener acceso a la misma. En Cuba, por otro lado, el caso de la película PM de Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal ejemplifica la censura del ICAIC.



Generalizando un poco, podemos clasificar la censura en dos tipos: la política y la moral, y cada una puede tener variantes "comprensibles", "reveladoras" o "risibles". Por ejemplo, en el lado político, resulta comprensible que se haya censurado El acorazado Potemkin en Francia, Alemania y el Reino Unido, en este caso, sobre todo, porque este filme de Sergéi Eisenstein era percibido como propaganda de la Revolución Bolchevique. En Francia se temía que este filme pudiera inspirar una revolución, en Alemania que pudiera incitar al marxismo y en Reino Unido este tipo de propaganda era inaceptable. Además, se entiende la censura de Indiana Jones and the Temple of Doom en India por la "representación racista de los indios con tendencia imperialista" -como ellos mismos la describen- y que este imperialismo Hollywoodense también fuera censurado en Cuba tras el triunfo de la Revolución. Un estado políticamente enemigo de otro es natural que censure las películas de su adversario.



Por otro lado, en el ámbito moral, hay otras prohibiciones que también resultan comprensibles como la censura en Australia de la película Pink Flamingos de John Waters y de Salò de Pier Paolo Pasolini. Ambas películas son muy distintas entre sí pero las dos sin duda son escandalosas. Lo vulgar, lo obsceno, el cinismo mordaz en la primera y lo escatológico, morboso y crudo en la segunda, naturalmente, resulta ofensivo. Pero ambas pretenden ser escandalosas desde un principio para cuestionar precisamente los valores del espectador y para lanzar una dura crítica a las sociedades de las que surgen. Por eso no debe de extrañarnos que lleguen a ser censuradas como indecentes. Tampoco nos debe extrañar la cesura de A Clockwork Orange en Irlanda por -asumo- la escena de la violación, o que en Chile se prohibiera The Texas Chain Saw Massacre por presentar excesiva violencia.


Estas censuras "comprensibles" también podrían ser clasificadas como "reveladoras". Por ejemplo, la censura de El acorazado Potemkin revelaba la posición política de Europa frente a Rusia. De hecho, se podría argüir que todas las censuras son reveladoras. Pero algunas revelan posturas específicas sobre temas que pueden ser controversiales en algunos países, como la homosexualidad. Por ejemplo, la prohibición de Brokeback Mountain en las salas de Malasia e Irán demuestra que este tema es problemático para ellos. Debo aclarar que esto no significa necesariamente que los países donde Brokeback Mountain se exhibió son más abiertos o permisivos. Es mucho más complejo que eso.



Ahora bien, dejando a un lado el tono serio de las censuras anteriores, la más divertida de todas las censuras es la "risible" porque hay censores que pueden ser extremadamente paranoicos. Veamos varios ejemplos: Monkey Business de los hermanos Marx censurada en Irlanda por "incitar a la anarquía", The Simpsons Movie en Burma por tener los colores amarillo y rojo, The Matrix Reloaded en Egipto porque "podía causar daño a la paz social", o más recientemente en China toda película para televisión sobre viajes en el tiempo por ser "frívolas". Confieso aquí que peco de ignorante sobre la seriedad de las razones por las cuales se censuró cada una de las películas antes mencionadas pero de todas formas me resulta gracioso ver cuán peligroso puede ser el cine incluso sin proponérselo.



Para pasar de lo general a lo específico veamos dos películas que se enfrentaron de manera opuesta a la censura de sus respectivos países. Por un lado, nos sirve de ejemplo la que en mi opinión es la mejor película española de todos los tiempos: El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice. Por otro y en contraposición, está la película brasileña de Cinema Marginal O bandido da luz vermelha (1968) de Rogério Sganzerla. La primera se enfrentó a la dictadura de Francisco Franco en España y la segunda a la dictadura brasileña de los años sesenta. Ambas se manifiestan de maneras opuestas. Mientras que la primera responde en silencio a la censura franquista, aunque en un silencio cargado de significados, la segunda apuesta al escándalo. Veamos con un tono historicista lo que sucede.



Desde 1939, tras el triunfo de la derecha fascista en la Guerra Civil Española, la península ibérica vivió una de sus peores dictaduras que, para colmo, duró una eternidad. Generaciones completas se vieron marcadas por este trauma cuyo recuerdo reprimían para no revivir el sufrimiento. Además, en los años de la posguerra, la censura era asesina imponiendo el miedo en la población y forzando a la gente a quedarse callada. De ahí surge el silencio generalizado que comienza a aparecer posteriormente en películas que lo retratan, se apoderan de él y hasta lo utilizan para enfrentarse a la censura franquista. Este silencio ya había aparecido en las novelas españolas de la posguerra como Primera memoria o El Jarama, pero no es hasta años después que pasará a algunos filmes de directores como Carlos Saura y Víctor Erice. Y es que en algunas de sus películas ocurre algo bien peculiar: al verlas, siempre existe una incomodidad en la atmósfera. En La caza (1965), por ejemplo, existe una pesadez en el ambiente que alude a la represión del franquismo. La trama es sencilla: tres amigos salen de caza. Pero el silencio que los acompaña va cargado de represión. El espectador más que ver esta represión, la siente y sabe que algo anda mal porque el silencio se lo transmite. Una sensación similar también sucede al ver otro filme de Saura: Cría cuervos (1975). En éste las escenas largas y en silencio resultan realmente aterradoras sin necesidad de violencia gráfica. Es el manejo de este silencio, en mi opinión, la gran aportación que hace Saura al cine. Víctor Erice en El espíritu de la colmena hace algo parecido. Pasemos, entonces, a hablar de este otro director.



Aunque sólo realizó bien pocos largometrajes, El espíritu de la colmena marcó un hito en el cine español. De esta manera, Erice es como un Juan Rulfo del cine porque una sola obra lo llevó a la inmortalidad. La trama es sencilla: en un pueblito español una niña -Ana Torrent, quien también aparece posteriormente en Cría cuervos- ve cine por primera vez y queda hechizada con la película Frankenstein del cine mudo. A través de El espíritu, la niña irá buscando al espíritu de la colmena, entiéndase, al monstruo. Pero lo realmente fenomenal en la película de Erice es su lenguaje poético: la cinematografía y la iluminación recrean la colmena. Además, la habilidad de Erice de contar las cosas sin contarlas se destaca en el uso de los silencios cargados de contenido. Hay muy pocas escenas abiertamente violentas y se prefiere contar la historia por medio de metáforas y alusiones. Así, Erice decide enfrentarse a la censura franquista, por un lado, para que el censor no se percate de lo que está sucediendo y por el otro para que quede en manos del espectador atar los cabos y descifrar el significado. "Es culpa del espectador y no mía" podría argüir en todo caso ante el paredón de la censura. La película es en este sentido un rompecabezas que esconde una denuncia.



En O bandido da luz vermelha, por otro lado, Sganzerla no se sirve del silencio sino del escándalo. En su caso, los censores eran parte del golpe militar de 1964 al presidente de izquierda João Goulart. Aunque muchos dicen que el cine brasileño no se vio censurado hasta la década de los años setenta, el auge del Cinema Novo tuvo que haber llamado la atención de los censores hacia el séptimo arte. Sobre todo con películas tan políticas como las de Glauber Rocha. Por cierto, en 1971, este mismo movimiento se vio eclipsado por el régimen dictatorial que terminó desarticulándolo. Pero tres años antes, Sganzerla lanzaba su propio reto a que lo censuraban rodando su primer largometraje que es el que resaltamos aquí. En el mismo, este filme de Cinema Marginal reta cada una de las concepciones de lo que debe ser considerado como "lo bueno" en una sociedad. El escándalo se utiliza -de manera más superficial que en Pasolini- como arma para cuestionar y quebrantar las normas de comportamiento del régimen. Su propuesta se parece más, en ese sentido, al cine trash de John Waters donde se llevan las cosas al extremo para exagerar lo ridículos que pueden ser los valores morales de un país. En Pasolini la propuesta es mucho más seria y profunda. O bandido da luz vermelha, en cambio, no pretende ser profunda sino irreverente, nihilista, iconoclasta y apocalíptica. Comenzando con el protagonista de la película, y como lo sugiere el título, aparece un bandido que va cometiendo crímenes durante el transcurso del filme. Es un matón, mujeriego y drogadicto, es decir, el anti-héroe por excelencia. Va por las calles de São Paulo, de fiesta en fiesta, acostándose con prostitutas y cometiendo crímenes sin ningún tipo de remordimiento. Apuesta a la muerte, huye de la policía y consigue una y otra vez burlarse de ella. En términos estéticos, la cinematografía también es escandalosa. Utiliza una imagen en blanco y negro, sucia, y con muchas sombras que no dejan ver bien lo que está sucediendo. Y, por supuesto, el sonido de la película también es un estruendo. Se escucha una máquina repetitiva que lee los titulares de las noticias anunciando las fechorías del bandido. La voz parece la de un locutor de radio pero en realidad no se entiende bien porque está afectada por estática. Es, en este sentido, una voz estridente que aparece durante el transcurso del filme. De esta forma, O bandido da luz vermelha apuesta al escándalo para enfrentarse a la censura de una manera completamente diferente a El espíritu. Su estrategia pretendía demostrar lo represivo que era el régimen militar, retándolo para que lo censurara y así denunciar sus atropellos. También pretendía quebrantar las barreras simbólicas de la represión.



Según lo visto, la relación entre el cine y la censura da pie para discutir muchas películas. Resulta divertido ver quién censura qué y cómo se utilizan diferentes estrategias para burlarse de los censores. En el caso del El espíritu de la colmena, esta película nos sirve como ejemplo de una afrenta política al régimen franquista, y en O bandido da luz vermelha una afrenta a la moral brasileña de la dictadura. Lo que lanzó mi inquietud para escribir este comentario, fue, precisamente, el que ambos filmes apostaran a dos estrategias opuestas para confrontar al censor: una al silencio y la otra al escándalo.

1 comentario:

chemi dijo...

Libertad sexual!