jueves, 10 de mayo de 2012

Querida misantropía,


AND HE WORE A HAT
AND HE HAD A JOB
AND HE BROUGHT HOME THE BACON
SO THAT NO ONE KNEW
               Mongoloid, Devo


Si Spinal Tap (1984) y Trainspotting (1996) tuvieran un bebé…

La tentación resulta demasiado grande para el famoso escritor Dries (Dries Vanhegen), cuando a su puerta llaman tres esperpentos que dicen casi formar una banda y que precisan de sus servicios como baterista para completar el cuadro. La misión: ganar el concurso más salvaje de bandas que se lleva a cabo en la ciudad de Ostende, ubicada en la región flamenca de Bélgica. Sólo un pequeño detalle: cada uno de los miembros de la banda tiene que padecer de alguna “discapacidad”. Para cumplir con dicho requisito, el bajista/cantante/psicópata Koen (Norman Baert), además de atracar mujeres y de caminar al revés por su apartamento, cecea al hablar. Mientras tanto Jan (Gunther Lamoot), uno de los guitarristas, tiene un brazo paralizado debido a un traumático episodio masturbatorio. Y finalmente Ivan (Sam Louwyck), el otro guitarrista, es sordo y vive con su infante y la problemática madre junky de ésta. La única cualificación/”discapacidad” que garantiza la elegibilidad de Dries para participar de la banda es que éste supuestamente no sabe tocar la batería.  
Esta es, a grandes rasgos, la premisa – ¿o el pretexto? – de ExDrummer  (2007), adaptación  cinematográfica de la novela homónima de Herman Brusselmans, llevada a cine por el realizador belga Koen Mortier.
Carnavalesca, absurda, grotesca, escatológica… Los primeros cinco minutos de ExDrummer serán suficiente preámbulo para des-invitar a los espectadores más recatados. Ciertamente esta no es ni la última, ni la más jodida de las películas que se haya visto. Pero no se trata de darnos a la tarea banal de determinar el nivel de morbo que se haya alcanzado en el cine, pues para eso existe el reiterativo multi-verso de géneros de “explotación” (blaxploitation, sexploitation, etc.) o la sempiterna y también reiterativa franquicia de Saw (2004 - ¿?), entre otros. No obstante el filme cae en la redada de obras tales como C’est arrivé près de chez-vous (Man Bites Dog, 1992) o Salò (1974), cuyo carácter intrínsicamente polémico y cuya consecuente mala reputación no logran sino galvanizar a priori las más acérrimas posturas reaccionarias. La curiosa conclusión que se replica cuando se denuncia el estreno o la realización de este tipo de filmes “polémicos” puede formularse como sigue: no hace falta ver una película que es inmoral. Y precisamente de ahí nace el tranque. ¿Cómo, y para qué, recomendar una película cuyo contenido no prefigura el campo preferencial de un sujeto?    :-\
A Koen Mortier poco le interesa contestar la pregunta de los 60 mil chavitos. Su filme no es Salò, y él mucho menos Pasolini. No predominan las preocupaciones intelectuales; y si se proponen, quedan supeditadas al contenido visceral de la narrativa. En principio, la historia no ofrece mucho cupo para la empatía. Es simplemente la historia de un grupo de seres abyectos con la misión de vencer a otra banda liderada por otro escritor a quien le dicen Verga Grande (la curiosidad sobre el apodo quedará más que clarificada en el filme). La banda protagonista, cabe añadir, termina llamándose “Las Feministas“, pues según la lógica misógina del filme, “cuatro músicos minusválidos son igual de inútiles que un grupo de feministas.”
No tomará mucho tiempo para que el escritor y baterista Dries, quien se articula vis a vis los demás como portaestandarte de lo civilizado – es escritor; pudiente; vive en un condominio pintado de blanco, en claro contraste con la sordidez que lo rodea, etc. -- se convierta en el líder y en el miembro más sádico de la banda.  Dries, oportunista por vocación, tiene otra misión que la de la banda: conseguir material para su ficción. Si esto conlleva orquestar la auto-aniquilación de estos seres para lograrlo, “so be it”, parece concluir el personaje.
Tomando prestado de Antonin Artaud y el denominado teatro de la crueldad, podríamos decir que ExDrummer “apuesta por el impacto violento en el espectador”. Si algo separa el gore que emplea Mortier en su filme del que aparece en filmes de “explotación”, es que lo emplea como medio y no como fin. Mortier, por otro lado, es un virtuoso a la hora de crear plano secuencia y/o efectos que deslumbran por su astucia técnica pero que explotan las capacidades diegéticas del cine. En todo caso, dada la fluidez que exhibe, no llama la atención tanto la forma del filme como el “shock for shock’s sake” del contenido. Una mirada más detenida, sin embargo, rendirán cuenta de que la propuesta ostenta un balance excepcional entre lo cuenta y cómo lo cuenta.
El espectador podría distanciarse de lo que ve tildando a los personajes de salvajes, o animales incluso. No obstante mientras más salvajes parecen ser las circunstancias presentadas en la historia, más recuerdan que parten de un contexto muy intrínsecamente humano. Según arguye Henri Bergson en su ensayo sobre la risa (traducido al inglés en 1911), “Laughter must answer to certain requirements of life in common. It must have a social signification”. Añade además que cuando nos reímos de un animal, lo hacemos porque nos remite a una cualidad humana; es decir, la mofa, aún dirigida a seres u objetos externos al animal humano, a través de una especie de significación retroactiva, conserva siempre un contexto social. Me río de este orangután, por ejemplo, no por su comportamiento en sí y para sí, sino porque lo re-contextualizo y lo pienso en virtud de la sociedad, la etiqueta, los protocolos, etc.:  

En este sentido el mundo de salvajes del cual nos burlamos en ExDrummer, tiene el mismo efecto que tiene el video del pequeño humanoide que quizá tranquilamente juega a la puntería (otro juicio antropomórfico, claro): “the joke is ultimately on us”.
El filme de Mortier no persigue la redención. Para cuando termine, el espectador, inadvertidamente, habrá asumido la mirada misántropa del escritor Dries y, quiéralo o no, habrá sido cómplice activo de lo que acaba de ver.

No hay comentarios: