miércoles, 17 de abril de 2013

Los terribles errores del pasado en el que vivimos

¿Qué harías si fuera posible viajar en el tiempo? ¿Si pudieras regresar al pasado, lo harías? ¿Qué efectos podrían tener tus acciones pasadas en el presente? Existen muchos problemas filosóficos relacionados al concepto de viajar por el tiempo. Yo no soy filósofo, por lo que no pretendo elaborar en estos problemas. Si querías leer una análisis al respecto vete a Wikipedia. Créeme, te estoy haciendo un favor. Yo sólo masacraría el tema. Lo que sí me gustaría explorar es cómo se ha tratado el tema del viaje por el tiempo en tres películas relativamente recientes. Parece haber una relación inversamente proporcional entre el costo de una película y la calidad del producto final. Sólo hay que hacer una comparación, absolutamente para nada científica, de tres películas que han salido en la última década que tocan el tema de viajar al pasado y joderlo todo en el proceso. En orden inversamente cronológico, y curiosamente, de mayor a menor costo de producción: Looper (2012), de Rian Johnson; Los Cronocrímenes/Timecrimes (2007), de Nacho Vigalondo; y Primer (2004), de Shane Carruth.

La premisa básica de Looper es la siguiente: En el año 2074, el crímen organizado utiliza un método de desaparición de personas indeseables que involucra enviarlas 30 años al pasado, donde un asesino contratado espera para matarlas. Joe (Joseph Gordon-Levitt) y Seth (Paul Dano) son dos de éstos asesinos cuyos contratos permiten que vivan como realeza, hasta el momento en que la mafia decida que es necesario “cerrar el loop”, enviándolos 30 años al pasado para ser asesinados, posiblemente por ellos mismos.

Cuando se trata de historias en las cuales es posible viajar en el tiempo, es imposible evitar las paradojas. Sin embargo, un buen guionista y/o director debe saber jugar con los problemas causados por esto para evitar que la paradoja intervenga con el disfrute de la película. La audiencia ya tuvo que suspender la incredulidad para poder aceptar la premisa básica del viaje por el tiempo, por lo que es importante no abusar de ello. Aunque entretenida, Looper subestima la inteligencia de su audiencia al optar por obviar una paradoja fundamental y permitir que acciones en el pasado ocurriesen que imposibilitarían que los personajes viajaran al pasado en primer lugar. Aunque éste sacrificio permitió que demostraran impresionantes efectos visuales, en especial en una escena donde Seth viejo (Frank Brennan) empieza a perder partes de su cuerpo delante de la cámara porque la mafia está torturando a Seth joven como castigo por permitir que Seth viejo escapara cuando era su turno de “cerrar el loop”, también demostraron una falta de creatividad al no encontrar una mejor forma de respetar los problemas de la paradoja. De cierta forma, Looper podría ser considerada no tanto una película de ciencia ficción, sino un action thriller en un contexto futurístico. Parece que con $26,000,000, sólo les dio el budget para pagarle al estudio de CGI, y no sobró suficiente para pagarle al guionista.

En Los Cronocrímenes, con un budget más humilde de $2,600,000, Vigalongo no pierde su tiempo con CGI, y es más fiel al género al entrar de forma más profunda en los problemas causados por el concepto del viaje por el tiempo como tal. Cuando el viaje accidental de Héctor (Karra Elejalde) al pasado causa una serie de eventos serios e irreparables, éste decide volver a viajar al pasado para tratar de corregirlo, sólo para empeorar el asunto. El problema principal que Los Cronocrímenes no logra resolver es que en muchas ocasiones, las acciones de Héctor, ya presenciadas desde lejos por un Héctor previo sin saber que fue él mismo quien las realizó, parecen ser premeditadas, aunque sólo pudieron ser influenciados por la memoria ambigua de haberlo visto antes desde la perspectiva de una tercera persona. Todo parece caer en su lugar de una forma demasiado conveniente para ser creíble.

Esto contrasta enormemente con Primer, el espectacular debut fílmico de Shane Carruth. En Primer, los ingenieros Aaron (Carruth), y Abe (David Sullivan), casi por accidente, construyen una máquina que les permite viajar al pasado. Muy conscientes del peligro involucrado, hacen todo lo posible por no interactuar con nadie en el pasado, para así evitar ruptura con la línea de tiempo original. Al darse cuenta que, por más que trataran, su presencia en el pasado provocó cambios, regresan al pasado para intentar revertir el daño causado. Sin embargo, la tentación demuestra ser más poderosa que el temor, y empiezan a utilizar su conocimiento del futuro, como, por ejemplo, el precio de las acciones en el mercado de valores, para obtener ganancias materiales en el futuro. Una vez curados del miedo de los efectos perjudiciales de actuar en el pasado para manipular el futuro, empiezan a desconfiarse entre sí al darse cuenta que cada cual ha estado viajando al pasado a espaldas del otro, causando cambios que le permiten obtener poder y ventaja material sobre el otro. Con un budget de sólo $7,000, Carruth, quien tiene un bachillerato en matemáticas, tampoco pierde su tiempo con CGI, sino que aprovecha cada dólar al máximo al utilizar su conocimiento y experiencia de haber trabajado como ingeniero de software para crear un mundo creíble en el cual se problematiza el efecto que tendría viajar al pasado, creando una multiplicidad de líneas temporales y absorbiendo a la audiencia en la misma confusión y sentido de caos que provocaría estar en tal situación.

Muchos estudios de producción de cine operan bajo la premisa que un mundo de ciencia ficción creíble requiere de grandes efectos visuales para construir un mundo lejano pero familiar, lo cual resulta ser sumamente costoso producir. Con menos dinero, es imposible distraerse con los efectos, y se puede enfocar el trabajo en desarrollar las ideas a través del guión. Al igual que hizo Aronofsky con Pi (1998), Carruth demuestra con Primer, una vez más, que no es necesario mucho dinero para hacer un buen filme de ciencia ficción, incluso, al contrario, tener mucho dinero puede resultar perjudicial para el producto final.

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