El guión de Kelly Masterson, Before the Devil knows you’re dead, dirigido por Sidney Lumet en 2007, cuenta la historia de dos hermanos presionados por dificultades económicas para quienes toda solución es ya muy tarde. Andy, el mayor, un tipo poco atractivo, lleno de resentimiento contra el padre, ambicioso ejecutivo en Nueva York y adicto a la heroína, es un carácter potente que se impone sobre el hermano menor, el más atractivo pero pusilánime y menos exitoso profesionalmente, Hank. Es Andy quien planifica el crimen familiar que detona la tragedia: convencer a Hank de que robe la joyería de sus padres para vender los diamantes y salir de las apremiantes situaciones económicas que ahogan a ambos en el momento. Hank, aunque aterrado, acepta tanto por la presión que el hermano mayor ejerce sobre él, no sin una buena cantidad de mala conciencia, como por necesidad. Una hija preadolescente a quien él quiere dar una vida de clase media alta que realmente no puede sostener, y una ex esposa con quien la relación está totalmente quebrantada, reducida a discusiones agrias por la pensión retrasada, más una relación adúltera con la esposa de Andy, es la red que se teje alrededor de Hank. Andy, por su parte, ha estado robando dinero en su trabajo para mantener su adicción a la heroína y comprar, muy tarde, a una esposa a quien ya ha perdido. Pero una auditoría en la oficina está a punto de dar a pique con su pretendido éxito económico. El clima perfecto para una historia marcada por la fatalidad.
El asalto sale mal. No se suponía que la madre estuviera en la tienda ese día; no se suponía que Hank involucrase en el plan a otra persona para que llevara a cabo el asalto en su lugar, pero lo hizo, incapaz de asaltar a sus padres él mismo; no se suponía que el tipo que asaltó la tienda llevase más que una pistola de juguete, pero cuando la madre le disparó en defensa propia, la pistola del asaltante la mató a cambio; no se suponía que nadie más supiera, pero el tipo que Hank involucró le dijo a su esposa y a su cuñado sobre el crimen, y tras su muerte, ellos vinieron a cobrárselas a Hank; ni siquiera el cuidadoso Andy fue capaz de no dejar huella, porque demasiado confiado en que había dado con el crimen perfecto, y para poder comprar a Hank, fue donde el vendedor de diamantes, viejo conocido de la familia, para pedirle un adelanto de dos mil dólares a cambio de la promesa de una gran cantidad de diamantes pronto por llegar.
Probablemente la policía hubiese dado con Hank muy pronto, quien no fue lo suficientemente cuidadoso como para no usar su tarjeta de crédito al alquilar el carro que condujo para el asalto, para esconderse de las cámaras del sitio de alquiler de coche, y todavía menos cuidadoso de no dejar ningún objeto olvidado en el coche. Pero este hilo narrativo queda como una posibilidad interrumpida, porque antes que la policía es el padre quien investiga el crimen. El vendedor de diamantes ata los cabos y le revela la más perversa cara de su hijo mayor.
La trama le da un momento de reconocimiento trágico a los tres personajes principales. A Andy le tocan dos: primero, justo cuando todo se está hundiendo la esposa le revela su romance con Hank; luego, tras una serie de incidentes atropellados, Andy termina en el hospital respirando con máquinas y, no sin que antes sepa que su padre lo sabe todo, es asesinado por las mismas manos del padre traicionado. La participación de Hank en el crimen nunca se revela, pero el padre ha de haberla entendido, cuando al seguir a Andy en el caótico intento de fuga que lo llevará finalmente al hospital, ve que los dos hermanos andan juntos, claramente cómplices. Hank no se enfrenta con el padre, pero no se salva de la anagnórisis: justo cuando Andy recibe el disparo que lo lleva al hospital, estaba apretando el gatillo para matar al hermano menor, después de haberle dicho que sabía del romance que sostenía con su esposa. Hank, entonces, parado frente a la muerte y la mala conciencia, parado frente a frente a los ojos de su hermano hubiese querido morir a manos de Andy. Pero ni eso le salió bien. Sin duda el reconocimiento más brutal es el que sobrelleva el padre. Unos días antes de que terminara matando a su hijo mayor, justo después de enterrar a su esposa el padre se destruye en frente de Andy y le pide disculpas. Esas disculpas que piden a veces los padres arrepentidos por su papel, conscientes de que los hijos están llenos de resentimiento y de que, a estas alturas del partido, es ya muy tarde. Es muy tarde, dice Andy en el carro de vuelta a casa, durante un quiebre nervioso en frente de su esposa, que no entiende nada y es incapaz de conmoverse ante un esposo por quien no se siente ni amada ni deseada. Pero el padre sólo entiende que es muy tarde cuando se entera del crimen, matricidio real y patricidio simbólico.
La anagnórisis, el elemento central de la tragedia clásica, es magistralmente empleada en este guión con tres “héroes.” La trama compleja y fatal los envuelve a todos, pero a cada uno de manera distinta. Andy comienza a mover los hilos del crimen pensando que mediante éste logrará salvar su matrimonio. Pero no sabe que su matrimonio está ya perdido, y justo en manos del hermano que intenta usar como instrumento para salvarse. Hank, por su parte, acepta la oferta para dejar de ser un perdedor en los ojos de todos, pero es precisamente su carácter pusilánime lo que hace que todo salga mal. El padre quiere saber quién era el responsable por la muerte de su esposa, pero no sabía que la verdad sería imposible de soportar. Mientras todos creen estar buscando una solución para sus problemas, lo que se revela es que el demonio ya se les había adelantado.
Aunque hemos visto muchas películas que juegan con este tipo de tramas enredadas que envuelven irremediablemente a los personajes en un remolino de eventos fatales, que los arrojan en una caída libre siempre hacia peor, el guión de Masterson logra interesarnos por su inteligencia. La trama que avanza con movimientos rápidos hacia su fatal desenlace, encuentra un ritmo más retrasado e interesante por los quiebres cronológicos de la narración, que van constantemente hacia atrás y hacia adelante. Aunque todos esperamos el momento fatal en que el crimen se sepa, la trama nos distrae un poco con la posibilidad de que sea la policía la que descubra y Hank el descubierto. Además de las circunstancias presentes, que son las que llevan de manera más directa a los hermanos a enredarse en el crimen familiar, el guión nos da suficientes entradas a la psicología de los personajes, que nos presentan con una realidad más compleja que la inmediata presión económica. Todas las posiciones “heroicas” se relativizan, cuando deja de ser claro quién está traicionando a quién. En cambio, los antihéroes se multiplican. El guión gana además por la inteligencia fílmica de Lumet, por la cámara simple y cruda, por la calidad de las actuaciones y la sutileza de la música. Nada sobra, pero el filme no carece de pequeños detalles que sorprenden, lo hacen más creíble y por tanto más conmovedor, y más humorístico también: el ridículo disfraz de Hank el día del asalto, la escena del coche entrando en el carwash, su torpeza tratando de borrar las huellas dactilares, la hija queriendo ir a The Lion Kingdom, Andy dándole dinero a su esposa para el taxi justo cuando lo está abandonando y tras haberle revelado su relación con Hank, el padre desesperando en el teléfono con los burócratas de la policía, etc. Mi única crítica es que, con toda su inteligencia, la película cae todavía en el estereotipo de los latinos, con los personaje de la esposa y el cuñado del cómplice asesinado en el asalto retratados de manera bastante risible.
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