miércoles, 4 de enero de 2012

POST MORTEM



Post Mortem es el tercer largometraje del chileno Pablo Larraín, con el cual vuelve a sumergirse el mundo lóbrego y opresivo de la dictadura chilena de los años setenta. Ésta vuelve a ser el escenario de sus personajes silenciosos y solitarios, al igual que su predecesora, Tony Manero, la anterior cinta del realizador.
Ganadora del segundo premio coral en el Festival de La Habana, y del premio a mejor actor, mejor actriz, así como de guión, Post Mortem es el retrato de Mario Cornejo, un hombre solitario, poco sociable y silencioso, que trabaja de auxiliar en una morgue en las vísperas del golpe de estado del 73. Mario se ve involucrado sentimentalmente con su vecina, una misteriosa bailarina del Bim Bam Bum con problemas de autoestima. Después de un único encuentro sexual con ella, Mario se llena de ilusión, y le pide a ésta casarse con él. Días después llega el golpe de estado y con esto llegan la destrucción y el desahucio en la ciudad de Santiago. Las calles son invadidas, la casa de la bailarina queda deshecha por los militares y pronto la morgue queda atestada de militares y cadáveres sin nombre. La bailarina desaparece repentinamente. Mario la busca en su casa y entre los cadáveres de la morgue pero no la encuentra. Pronto el clima de tensión crece en la ciudad y en su trabajo por la presencia militar. Mario continúa su búsqueda hasta que la Bailarina aparece en un escondite secreto, dentro de la casa de ella. Siguiendo sus sentimientos, Mario la protege escondiéndola y alimentándola todos los días al regresar del trabajo. Las cosas continúan así, con una tensión creciente que solo estalla dentro de él con la traición de la bailarina.
Post Mortem se afinca dentro la creciente ola de cine de autor en Latinoamérica, con un estilo que ya venía cristalizándose en su película anterior, Toni Manero, con la cual ya se establecían inquietudes como la de retratar esa época de represión en Chile y personajes con mundos interiores asfixiantes. Si bien por momentos el escenario histórico del relato se vuelve una mera excusa estética, en otros, éste es un detonante causal y a su vez expresionista de una desolación interior invadida por un silencio abismal. Estilísticamente, el mundo exterior e interior de los personajes queda firmemente unido. La utilización del fuera de campo, los sonidos en off, la paleta lánguida de colores pasteles, la fragmentación bressoneana de la parte por el todo y la insipidez de los diálogos, intensifican los misterios de los cuales se sustenta la unión de estos mundos, recordando quizá a un Roy Anderson, pero con más carne y menos silencios. Si bien, Post Mortem no llega a cimas estéticas ni narrativas tan altas como su predecesora Tony Manero, esta obra plantea una visión sumamente fresca de lo que es una dictadura latinoamericana en comparación con otras obras audiovisuales con la misma temática. Quizá esta nueva óptica y su estilo narrativo sean lo que la separen de este tipo de obras, y que a su vez la acerquen a un público cansado de ver los mismos retratos de las dictaduras de nuestros países de Latinoamérica.

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