De cuando en cuando, surcan el cielo cinematográfico pequeñas grandes joyas llegadas desde el Uruguay: Obras como 25 watts, Whisky y Gigante (la mayoría del clan Epstein – Stoll). Llegan del sur para construirnos una imagen melancólica y sencilla de este país. La vida útil, de Federico Veiroj, nos regala otra imagen de lo que puede ser el uruguayo, a partir de una historia sencilla y desnuda, muy próxima a todos los amantes del cine.
La vida útil nos cuenta la historia de Jorge, un programado y proyeccionista de la cinemateca uruguaya, cuya vida no ha sido otra que la de trabajar allí durante 25 años. Este es un ser solitario, un tanto outsider, un auténtico cinéfilo que vive con sus padres y cuya gran aspiración es sacarle alguna platica a Paola, una profesora de derecho, muy asidua de sus proyecciones. Día a día Jorge tiene que enfrentarse con el deterioro de la cinemateca. El cierre cada vez parece más inminente. Esta no es una empresa auto sostenible, como cualquiera dedicada a la cultura. Jorge junto a Martínez, el director de la cinemateca, hacen un último intento por salvarla, pero es inútil: la fundación que aportaba la mayor parte del dinero con el que funcionaban, ha retirado su participación. Debido a esto, Jorge ve su vida cambiar radicalmente. Esta estaba centrada en la cinemateca, las películas, proyectar, recoger los tickets, ser locutor de un programa de radio dedicado al cine. Pero ahora le han quitado esto. Esta es su caída. Durante ella surge la pregunta: ¿Qué hago con mi vida? A partir de aquí Jorge deambula sin rumbo, sin sentido.
Básicamente, esta es la historia. Se hace claro hacia donde apunta el título de la obra. En un comienzo, la vida de Jorge tiene un propósito, vive para trabajar y trabaja para vivir en la cinemateca. Está sumergido en esta agradable monotonía, que es alterada, sazonada solamente por la breve presencia de Paola en la cinemateca. Todo era estabilidad hasta el cierre de la cinemateca. Es así como Jorge se hunde en la inutilidad, en el despropósito total de su existencia. Aquí desvaría, zigzaguea como si fuera un personaje loco de Buñuel. Y la banda sonora cambia radicalmente. Escuchamos melodías viejas, similares a las de los grandes melodramas de los años cuarenta y cincuenta, llenas de desesperación y gravedad; porque es así su drama. Necesita encontrar una utilidad, un motivo para su existencia, y comienza a buscarlo. Todo esto es un acto sencillo de heroicidad: se convierte en el personaje de su propia película. Recibe un impulso romántico, típico de las películas. Esto le dará un sentido a Jorge, un norte. Busca entonces a Paola y para llegar a ella tiene que vencer al villano, a sus propios miedos. Y vive cada uno de estos momentos como si fuera la película de su vida. Por eso resulta tan acertada la selección del formato del frame: 4:3. (Veiroj se junta a cineastas como Reygadas y Sokurov en la utilización de formatos antiguos, pero en este caso hay un giro nostálgico cuyo eje es sobre todo de contenido, porque se alimenta de la concepción del personaje de Jorge.) Esta decisión estética nace del mismo protagonista de la historia. Hace que los espectadores estemos viendo la película como el mismo Jorge vería la película de su vida, y como él mismo la escucharía. En este mismo sentido no podemos pasar por alto la utilización del celuloide, para colmo en blanco y negro, en estos tiempos digitales. Su textura, los grises suaves, el grano, catapultan la historia a otro tiempo, o más bien a un destiempo, lo que hace de la historia algo atemporal. Pero quizá lo que pueda descolocar parte de esto es el guiño que esta obra hace al documental; esto sobre todo al comienzo del film. Existe en él una frescura y una “transparencia” propia de este género, que igualmente no dejan de remitirnos a instancias de la nueva ola francesa y el neorrealismo. Los personajes, la manera en que son retratadas su vidas y el ambiente, resultan tremendamente orgánicos y auténticos.
Para concluir debo hacer notar que la historia brilla por su sencillez. Quizá este es su principal atributo y acierto. A través de esto se nos habla de la heroicidad de un hombre sencillo, y de cómo éste alcanza su propia dignidad. Para los cineastas, esta obra es un recordatorio de que para hacer una película no hacen falta lo adornos de muchos millones de dólares ni grandes giros argumentales, ni tampoco un batallón de tomas en los ángulos más inusuales. Solo es necesaria capturar la esencia de los seres, y su desnudez más veraz, para hablarnos de la humanidad. Por eso resulta grato ver un trabajo así, que no deja de ser por otra parte, la representación sincera de su propio protagonista: un ser sencillo, cuyo drama a simple vista puede parecer algo insignificante, pero que sin embargo, al ser su drama personal, resulta ser inmenso y, sobre todo, digno de una película.
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