viernes, 19 de diciembre de 2008

Lake Tahoe y Los Bastardos: ¿clan Reygadas?

México, en la última década, ha dado una de las camadas de realizadores más variada y rica del cine. Entre las formulaciones filosóficas y sociales de Cuarón, el revuelo de las fabulas y las historias fantásticas de Del Toro, y la polifonía afónica de Iñárritu, se levantan miradas aún más frescas y atrevidas, como la de Carlos Reygadas, Amat Escalante y Fernando Eimbcke, que ante el denominado cine-industria buscan ser la otredad, la nueva opción y cara del Nuevo Cine latinoamericano, encontrando foro para volverse objeto de notoriedad en los festivales más importantes del mundo.
Eimbcke, el realizador de la aclamada Temporada de Patos, regresa ahora a la pasada edición del festival del “Nuevo Cine Latinoamericano” con una nueva película: Lake Tahoe. En ella nos cuenta la historia de Juan, un chico flaco de dieciséis años que cocha el carro de su casa. Se lanza a la ciudad en búsqueda de alguien que lo ayude a arreglar su auto. En el camino conoce a varios personajes de muy pintorescos carices, entre ellos Don Heber, un viejo mecánico cuya única compañía es Sica, un perro bóxer; Lucia, una joven madre de quince años que trabaja en un abandonado centro de piezas mecánicas, y David, un joven mecánico obsesionado con Bruce Lee. A través del encuentro de Juan con estos personajes, se va creando un perfil más completo del verdadero su conflicto que sucede en la película, un conflicto familiar que no pienso revelar aquí para no joderles la historia.
A simple vista, puede ser una historia bonita y sencilla -y lo es-, pero va más allá de esto, profundiza de una manera muy sutil, no perfecta, dentro del conflicto real y grande de Juan. Esta sutileza, que a mi entender debió haber sido mejor trabajada, es su mayor logro, porque debajo de la historia que vemos, la explícita, en la que se hace mayor hincapié, es que se encontramos lo que importa realmente: la historia cifrada, la parte del iceberg que no vemos, diría Piglia de Hemingway.
En mi opinión personal, Eimbcke con Lake Tahoe perdió mucha de la frescura de Temporada de patos, y no solo eso, perdió también “su voz” en la mimesis estilística con la que realizó su película. Tanto esta película como Los Bastardos, transitan por márgenes estilísticos muy ceñidos y parecidos a los de Carlos Reygadas. En esta película se optó por una narración muy distante a los personajes -a diferencia de Temporada de patos-. Solo por momentos, y de manera muy imprecisa, se acercó a los personajes. Debo aclarar que no estoy en contra de la narración distante, me encanta Haneke, Roy Anderson, y La luz silenciosa de Reygadas, pero creo que hay que saber utilizar esta manera de narrar. Por ejemplo, Haneke -un cineasta que lo sabe muy hacer bien-, utiliza la distancia mesuradamente, y para obtener, en la mayoría de las veces, una narración irónica, rica en sugestión. Pero la historia de Lake Tahoe no era una historia para contarse con tanta distancia, o más bien, con tanta imprecisión. La cámara estúpidamente se acercaba a los personajes en momentos insignificantes incluso que no funcionaban ni como tiempos muertos. (Los tiempos muertos no moverán la trama, pero si funcionan para llenar de matices a los personajes, para llenar de significados, símbolos, raíces, ambientes, pero en esta película muchos de los tiempos muertos estaban más muertos que muertos). Entonces, la cámara tan cercana en estos no era funcional reamente. Sin embargo, los two shots en la película siento que fueron los mejor logrados porque la cámara, siempre a su distancia, lograba crear vínculos muy interesantes entre los personajes, y muy eficaces en esto de despertar emociones en el espectador. Los two shots me involucraba pero hubo algo en la peli que me sacaba, me distanciaba aún más de lo que ya lo hacía con sus planos paisajistas. Eso era la irrupción de pantallas en negro. Admito que era interesante en un principio y que muchas veces era genial y muy oportuno, pero la realidad es que funcionaron dentro de la peli como un hipo o como un estornudo que la obligaba al proyector a cercar los ojos cuando debían estar abiertos. En algunos momentos, funcionaban estos negros para ocultar defectos de dirección que terminaría transformándose en horribles jumpcuts. Por momentos los creí súper oportunos porque llegaban de manera tan precisa que me obligaban a pensar en los que acababa de ver –como sucede en pelis como My life to live, de Goddard o Deadman de Jarmush-, y con mi propio pensamiento me hacían involucrarme. Con estos negros, y la ayuda del sonido, se llegó a crear una visualización de la elipsis muy interesante. Esto fue una de las cosas más ingeniosas de la película, lástima que no fue efectiva en la mayoría de las veces.
Dentro de los aspectos técnicos, hay algunos que están mejor realizados que otros, como la fotografía por ejemplo. Fotografiada por Alexis Zabé, ex-profesor mío en la EICTV, Lake Tahoe nos muestra con mucha sencillez la manera en que el uso de la luz natural le adhiere realismo a los planos, algo excelentemente logrado en I, peli en la que Alexis había trabajado consiguiendo resultados impresionantes. Los planos abiertos, capturados con ópticas anamórficas hechas en la unión soviética, nos muestran grandes detalles de las locaciones, la caída de las sombras duras del sol de Yucatán y una paleta de colores moderada. En su gran mayoría los planos son distantes, bastante fijos, y con uno que otro movimiento de cámara inoportuno. La edición es sencilla, rigurosamente limitada por muchísimos planos abiertos, hieráticos, donde el tránsito de los personajes imprimía un ritmo interno que no se podría romper ni variar en montaje. El sonido fue prístino, eso sí, muy sencillo, pero muy eficaz y sugerente en algunas de las pantallas negras que se dejaron en edición.
Concluyo diciendo que Lake Tahoe fue una de las pelis que más me gustaron de este anémico festival, y solo espero que la unión entre Eimbcke y Reygadas, no venga en detrimento del desarrollo de un estilo personal en este joven cineasta mexicano.
Por otro lado tenemos Los bastardos, trabajo de Amat Escalante. Esta es la historia de dos inmigrantes mexicanos en la ciudad de Los ángeles. Los dos deambulan con una bolsa negra por la mañana, hasta que más tarde, junto a otros emigrantes latinos, logran conseguir un trabajo clandestino y temporal, en una sierra de las afueras de la ciudad. Trabajan casi todo el día asentando los cimientos de una casa de un gringo. Una vez terminan el trabajo y cae la tarde, los dos hombre vuelven a deambular por ahí. En un parque son víctimas de la discriminación de un grupo de blancos, pero ellos prosiguen con su errático. Mientras tanto vemos la relaciones disfuncionales de una familia muy pequeña de los suburbios: una madre divorciada, adicta al crack, y su hijo rebelde y DJ. El chico se va y la mujer se queda sola. Es en ese momento en que entran los “bastardos” y sacan de la bolsa una escopeta. Mantienen a la mujer prisionera de su propia casa por largo rato, sometiéndola a su poder. Los tres luego comienzan a experimentar con las drogas de la madre, lo que a la larga termina determina el desenlace de la película, que tampoco pienso comentárselo, por eso de no joderlos.
Me sorprendí cuando vi el primer plano de la película. En él veía un plano muy general en el cual veíamos a los dos inmigrantes pateando una bola en un zanja inmensa mientras el sol sale. Los vemos a lo lejos, se acercan y se acercan y se acerca y la cámara únicamente cortan –después de un panning- los hombres salen de la zanja. ¿Referente más evidente? El primer plano de Luz silenciosa, pero sin su belleza y poesía. Lo primero que hice al ver ese plano fue preguntarme por qué. ¿Sería que me quería adentrar en un paisajismo de tiempos lentos desde un principio, o quizás me preparaba la distancia para con sus personajes? No quería creer que fuese una simple emulación de Reygadas, pero de cierta forma, al menos en algunos planos, si lo era. Pero sin llegar a alcanzar la fluidez y organicidad de la puesta en escena de Reygadas.
Escalante pareció seguir a pie de letra estatutos del propio cine de Reygadas, como el uso de no-actores, o mejor dicho, actores no profesionales. Esto me parece que en muchas partes de la película funciona muy bien, como en la parte en que los inmigrantes están esperan que algún camión se acerque a la esquina donde están ellos para darles trabajo. Aquí el trabajo adquiere una frescura casi documental, por la naturalidad de los diálogos y las acciones simples de los personajes. El problema era cuando los parlamentos representaban una carga a la naturalidad de sus no-actores. Esto es el caso de la escena en la que uno de los bastardos habla por teléfono. Aquí su voz monótona, muerta, le hace notar todas las costuras y rompe con la ilusión. Pasa igual con las escenas en la que vemos a la madre en algún momento de mucha tensión y de carga discursiva. Los parlamentos representan para la no-actriz, un espacio para hacer descargar todos los modismos que pudo haber adquirido viendo televisión y malas películas.
En momentos en la película se perciben decisiones tomadas por el realizador solo por el simple hecho de ser arriesgados y no porque realmente lo pidiera la película misma. Esto es el caso particular de unas escenas nocturnas en las que “vemos” a los personajes caminar por una calle. Esta escena rompe con la uniformidad que la fotografía había logrado, quizás en un intenso por forzar al espectador a ver en la oscuridad como es en el caso de Honor de caballería –una película muy estimada por Reygadas-.
Quizás resulte más claro para el espectador ávido el homenaje que le hace a Haneke. Hay planos muy parecidos y la historia de cierta manera termina siendo una reacción intertextual. En lo personal, Los bastardos es como si Reygadas hubiese querido hacer Funny Games. Y no me mal interpreten, la película es buena, pero carece de voz propia. Es un tributo.
Es interesante que tierras mexicanas den frutos tan alternativos como estos realizadores, pero también es preocupante que estos cineastas pierdan su verdadero su voz tan temprano. Pero quizás me equivoco y no están perdiendo nada. A lo mejor estamos ante el nacimiento de un movimiento nuevo, de la burguesía azteca radicada en Europa y hace películas solo para festivales avant gard: el movimiento Reygadas. Que no lo engañen mis palabras. A pesar de todo, me parecen interesantes sus películas y me encanta la última. Simplemente, todo me parece muy sospechoso.