Spike Jonze es un fantasioso enajenado y enajenante. Su gran tema como cineasta son los problemas del escapismo y la sustitución de la realidad (asfixiante por lo general), por mundos alternos en apariencia mejores. Con Her, su más reciente largo, Jonze recupera su obsesión y cuenta la historia de un futuro cercano en el cual el romance entre un humano y un sistema operativo es una posibilidad.
Cuando se deciden por este tipo de ejercicio, la literatura y el cine no suelen augurar un futuro feliz. La visión distopica domina. Es común utilizar estas fantasías para criticar aspectos angustiantes del presente como la lucha entre clases económicas; los programas de vigilancia a la población; o la deshumanización en el trato a los extranjeros. Yéndose en otra dirección, el mundo de Her es un bello paraje inventado; un Los Angeles guapo y ultra cool, donde todo el mundo es de clase media acomodada (¡aunque sean artistas!). Todos esos problemas mencionados se han barrido bajo la alfombra y en una paz boba -como si todos se hubieran atragantado con Xanax-, la gente se dedica a pensar en el amor y en como decorar los apartamentos.
Jonze y su equipo de producción han sabido como transformar este mundo en una gozada visual. Los aparatos son tan atractivos, los sofwares tan exquisitamente diseñados, los videojuegos tan interactivos y las posibilidades de conexión tan excitantes, que es difícil no desear esta posible tecnología. Es el paraíso de cualquier tech person, que en el fondo, y esta es la propuesta de la película, somos todos.
El único problema, y en esto es una leve distopia, es una dependencia total a la tecnología de la red. El futuro que propone Jonze es un mundo individualista en donde las relaciones persona a persona son escasas, no así las virtuales. Todo el mundo está conectado en todo momento, comunicándose con cualquiera- salvo con los presentes a su alrededor. Viene siendo la culminación extrema de nuestro presente wireless.
Dentro de esa realidad, Theodore (Joaquin Phoenix), deprimido y en soledad, compra un nuevo sistema operativo con inteligencia artificial. El programa le habla amistosamente, va conociéndolo y cumpliendo con todos sus deseos; dando la milla extra. Lo seductor del asunto es que su OS, Samantha, resulta ser la voz y la personalidad femenina, girl next door, de Scarlett Johanson. Para Theodore, Samantha hace las veces de secretaria, terapista y amiga del chisme y el jangueo. Con la relación creciendo a pasos agigantados, Theodore y Samantha establecen un romance virtual que se alimenta de toda la información que la OS aprende de él. En cierta forma, como en la parodia de SNL, Me, se trata de una proyección narcisista; una construcción sonora y autosuficiente de su mundo deseante. Mientras esa fantasmagoría se mantiene dentro de los bordes del ego de Theodore, el mundo es más brillante y él redescubre la pasión por la vida y el amor. Pero, una vez ella se desborda con toda la información que recopila en la red, y sus intereses se alejan de la limitada psique de Theodore, como en un Terminator noño, la máquina se rebela contra el humano.
Aunque ciertamente lo original de la película es la representación del enchule entre el humano y la inteligencia artificial, creo que donde Jonze realmente acierta y muestra su calibre como cineasta, es en las escenas incómodas y llenas de vulnerabilidad entre humanos. La cita en el mixology bar; la conversación luego de la ruptura de su amiga Amy (Amy Adams); toda la secuencia con la surrogate; o el almuerzo para firmar los papeles de divorcio con Catherine (Rooney Mara), su ex, son joyas actorales y de dirección, donde lo dicho y lo entredicho, las miradas y silencios se balancean con maestría.
Man up!
Dando guiños hacia la descripción de una mentalidad social masculina, (Theodore es sin duda un sujeto de su tiempo, cualquiera que sea ese tiempo), Her termina siendo la historia de un hombre incapaz de comprender o acercarse emotivamente a las mujeres que ama. Su crecimiento indica un cambio hacia esa dirección, aunque le cuesta toda la trayectoria narrativa, y sobretodo, un 1/3 final empalagoso lleno de susurros e imágenes oníricas .
Ojalá Jonze se equivoque y en el futuro seamos menos enajenados y amantes más maduros.
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