El festival comenzó con una recepción en el Marchesa Hall & Theater donde se exhibieron un sin número de afiches de la autoría del artista gráfico polaco Rafał Olbiński, residente en los Estados Unidos desde 1981. Estos afiches incluían trabajos de Olbiński para las compañías de ópera en los Estados Unidos que habían puesto en escena obras como La Traviatta y Otello, además de otros trabajos de él tales como carteles para películas, entre ellas, La dolce vita. Luego se presentaron en la apertura dos películas: el corto de animación Prezydencja (Presidency, 2011) del director Tomek Bagińki y Enen (Case Unknown, 2009) del director prominente Feliks Falk. Ninguna de estas dos películas funcionaron para mí, por distintas razones. En la primera, la producción era buena pero el contenido era demasiado trillado y superficial. En ella se celebra la llegada de Polonia a la presidencia del Consejo de la Unión Europea- de ahí el título- en julio de 2011. Polonia aparece como un hombre galán bailando con Europa, una mujer esbelta y bella. Esta representación es problemática no solo en términos de género- implica que los hombres mandan literalmente-, sino también porque retrata la relación entre Polonia y Europa de manera superficial. Esta relación no ha sido nada armoniosa. Basta con recordar la invasión nazi en 1939 para reconocerlo. Enen, por otro lado, no funciona porque, como diría David Bordwell, sus acciones carecen de motivación. Este largometraje cuenta la historia de un psiquiatra recién graduado, Kostek Grot, que se obsesiona por conseguir la cura para un paciente catatónico. Al revisar su expediente médico descubre que éste ha sido modificado y así comienza su rol de detective que desata la trama de la película. Posteriormente, Grot termina llevándose al paciente a su casa para tratarlo en la atmósfera saludable de su hogar. El problema con la película no es que el tema sea trillado, como en el corto anterior, sino que nunca se explica por qué Grot está obsesionado con el paciente. Esta motivación es la más importante de la película y se queda en el vacío por lo cual las motivaciones subsiguientes tampoco se sostienen.
En el segundo día del festival se presentaron dos películas: el documental Kamienna Cisza (The Stone Silence, 2007) del director Krzysztof Kopczyński y Joanna (2010), una segunda película de ficción de Feliks Falk. Lamento decir que este documental de Kopczyński es una de las películas más imperialistas que he visto en mi vida en la cual se le falta el respeto al pueblo afgano y se impone la moral polaca desde un ángulo prepotente. El problema no está en el contenido de la película- la lapidación en el 2005 de una mujer acusada de adulterio- sino en el manejo de la filmación. En lugar de documentar desde una posición respetuosa- como polaco extranjero- para tratar de entender por qué sucedió la lapidación, la película viaja a Afganistán cargando consigo una amplia gama de prejuicios que se perciben incluso en la edición. Por ejemplo, las entrevistas incluidas en el final cut fueron seleccionadas a propósito para juzgarlas como el “lado oscuro de Afganistán” donde la gente es misógina y machista. No estoy diciendo que la gente afgana no lo sea. Hoy por hoy ¿qué sociedad está libre de ambas actitudes? Más bien me pareció fuera de lugar cómo se retrató este machismo. No solo se eligieron frases- en boca de mujeres y hombres- que ejemplifican la sumisión de la mujer en ese país, sino que se le impone al público escuchar esas frases y ver la película en su conjunto con una óptica moralista y maniquea. “Yo extranjero soy bueno porque miren cuán mala está la cosa en este otro país del Medio Oriente” podría ser el lema. Peor aún, la película abusa de la ignorancia de gente humilde en la aldea Spin Gaw y en algunos momentos los graba sin dejarles saber que la cámara está encendida. Todo con la excusa de descubrir qué realmente fue lo que sucedió el 23 de abril de 2005. La versión oficial frente a la cámara es que la mujer murió de un ataque al corazón- ya que las lapidaciones están prohibidas por el estado- pero fuera de cámara las conversaciones que se escuchan de incógnito sugieren que fue una lapidación. A pesar de este hallazgo, no creo que el fin justifique los medios ya que se pudo haber llegado al mismo resultado sin tener que aprovecharse de la ignorancia ajena.
La segunda película presentada el viernes, Joanna (2010) de Feliks Falk, fue, a diferencia de este documental, la mejor película del festival. Por fortuna, esto logró que olvidará el coraje que tenía con la película anterior para entregarme a la magia del gran cine polaco. Filmada en 35mm y apoyada con todo el aparato de la industria de ese país, este largo de ficción retrata uno de los traumas en la historia de Polonia: la invasión nazi en 1939. De manera parecida al filme Katyn (2007) en donde el reconocido director Andrej Wajda revisita la masacre de soldados polacos por las fuerzas soviéticas en 1940, esta película encarna el ambiente de represión que se vivía a inicios de la segunda guerra mundial en Polonia. Si por un lado Wajda retrata la masacre de Katyn como un pedazo de un conflicto mayor, Falk decide irse más a la intimidad de la mujer y filmar una atmósfera cerrada y personal. Pero lo interesante de este filme es que el mismo toma un giro inesperado donde se critica tanto la represión nazi como a los rebeldes polacos que estaban luchando de manera subterránea contra los invasores. Antes de explicar en qué contexto surgen ambas críticas, vale la pena resumir el argumento. Joanna, la protagonista, es una mujer joven y bella cuyo marido ha partido al frente de batalla. Un día como cualquier otro, los nazis hacen una redada en el café donde trabaja y una niña judía se queda desamparada porque se llevan a su madre. Joanna decide hacerse cargo de ella- a pesar de los riesgos que tal acción implica- y la esconde en su apartamento para que no se la lleve la policía. Esta decisión es la que enciende el motor de la trama y así se desenvuelve la película con una serie de complicaciones que suceden después. De esta forma descubre que su instinto maternal de proteger a una niña, o sea, de darle amor, será aplastado por la traición de sus vecinos y por la crueldad humana. Además, se verá situada en una situación inesperada en donde tendrá que sacrificar su dignidad para defender a la niña. Sin extendernos mucho en los detalles de la trama, pasemos mejor al por qué es una película exitosa.
Różyczka (Little Rose, 2010) del director Jan Kidawa Błoński fue otra de las películas que se presentó en el festival. A diferencia de Joanna, esta película se sitúa en la época de las revueltas estudiantiles de 1968. Para entonces, muchos llamados "zionistas" fueron exiliados de Polonia y obligados a renunciar a la ciudadanía de ese país. Este filme parte de este hecho verídico para contar la historia de Kamila, una espía de las fuerzas secretas. Ella es la "pequeña rosa" que le da título a la película y es quien espía a un escritor reconocido de la disidencia para hacerle un favor a su novio Roman, un funcionario del servicio secreto. Kamila enamora al escritor para sacarle información hasta que se descubre el secreto. En general, esta película estuvo bien lograda en términos de actuaciones y de dirección. El único problema que percibí fue el sentimentalismo excesivo en algunas escenas que pretendía añadirle tensión a la trama pero que a mi entender estaba un poco de más.
Las últimas tres películas que vi fueron menos logradas: Uwikłanie (Entanglement, 2011) de Jacek Bromski, Wygrany (The Winner, 2011) de Wiesław Saniewski y Wszystko Co Kocham (All that Love, 2009) de Jacek Borcuch. La primera era un drama B de suspenso demasiado largo para sostenerse. Aunque sigue las fórmulas de las películas de misterio, ésta es algo simplista en la resolución de los conflictos. Por eso es poco creíble y se pierde el suspenso. Además, los 128 minutos empeoran el asunto. La segunda retrata la amistad entre un joven pianista polaco-americano y un viejo maestro de matemáticas que vive en Warsaw. Aquí el problema es que la idea original es algo aburrida y la reflexión sobre la amistad es algo clichosa. Básicamente plantea que los amigos nos ayudan a superar todos los problemas en la vida. Esto es algo demasiado obvio como para sostener un largometraje. Creo que el concepto de extrañamiento del que hablan los formalistas rusos le hubiera ayudado a este director. Por último, la película de Jacek Borcuch tampoco funciona porque también retrata su asunto de manera superficial: una banda de punk rock reta la censura del gobierno militar. El único reto es cantar una canción "subversiva" en una escuela. Aparte de eso, no vemos que la crítica al gobierno militar se dé de ninguna otra manera. Por esto no me convenció. Creo que necesitaba complicar un poco más la cosa.
Otras películas que no pude ver pero que también se presentaron en el festival fueron: Nine Days that Changed the World (2010) sobre la visita del Papa a Polonia en 1979, Wenecja (Venice, 2010) sobre un niño que sueña con ir a Venecia, entre otros cortos de animación que no mencionaré aquí por cuestiones de espacio. Para más información por favor visite la siguiente página web en donde aparecen todos los filmes con sus resúmenes: www.austinpolishfilm.com