jueves, 29 de enero de 2009

Slumdog Millionaire: una de las peores nominaciones a los Oscar!!!!!!!!!!!!!

Seré breve, conciso y mordaz:

La última película de Danny Boyle me parece una de las peores nominaciones a los oscares en años, un robo, y un cerote hipnótico. Yo, que no me siento ser un espectador moralista, me sentí indignado con este film tan terrible. Aclaro, mi crítica es mayormente con el contenido de la peli, pero igual, no me limitaré a esto.

Hace mucho tiempo que no veía una peli me provocara querer irme del asiento. (La última fue A perfect couple, de Bob Altman). Ni siquiera la última película de la saga de Rambo, me irritó tanto ideológicamente, ni me hizo sentirme robado. Coincido con Charlie, en que está película hace una apropiación, pero no de un lenguaje, sino de algunas características de un cine Bollywoodense: lo peor de bollywood. Simplemente esta película sería una pesadilla y una ofensa para cineastas indios serios como Satyajit Ray, Mira Nair, Mrinal Sen, Apar Sen, Mehboob Khan, etc, etc, etc, es decir cinestas-raices, cineastas que profundizan, que si se ensucian las manos, no como Boyle que se queda en lo superficial, que no se adentró realmente en lo que podía ser una visión personal de la india.

Con esto último, cualquiera me podría refutar, me podría decir, que la película no es acerca de la india; pero es que no puedo olvidar el contexto donde está hecha. Esta es una película de amor (y su impacto sobre el destino) en la india. Esa historia de amor pudo haber sido contada en cualquier otro sitio. Hubiese sido mejor que se quedara en su querida Londres, o en NY, para contar esta historia, terriblemente urdida con una mirada folklorista, colonizadora. Para colmo el tipo es ingles.

Parece que Boyle necesitaba del exotismo de la india para hipnotizar aún más al público, con su video clip de casi dos horas. Dos horas rayando en lo insoportable. Que terrible.

Admito que tiene una buena manufactura, que su fotografía es buenísima (aunque me parece que Blindness le come el culo, en cuanto a la aplicación de la forma a un contenido), pero el montaje de esta película deja mucho que lamente. Me parece que estamos ante un cineastas que es o muy inseguro de sus planos, o que tiene miedo de aburrir al espectador – como la inmensa mayoría de los cineastas de Hollywood. La escena en que muere la madre de los chicos, a un nivel dramático, me parece terrible, no me conmovió ni un vello púbico. Los tempos que forman esa escena no eran los adecuados. Si bien, el guión tiene episodios que a un nivel dramático tenían mucha fuerza, el montaje y la puesta en escena, desdramatizan y vuelven todo algo muy superficial. Hubiese sido hermoso que Boyle tomara uno o dos de estos episodios con los niños, y lo explotara a un nivel dramático-poético, pero lo que hace este cineasta es querer salir rápido de las escenas, como si no les diera ninguna importancia. Todo se vuelve fútil. Las únicas partes en que logro una tensión en mi fueron las partes del programa de televisión, en las cuales los planos si tenían los tiempo que necesitaba yo como espectador para conmoverme. Igualmente la presencia ominosa de las casualidades de esta historia de amor, realmente no me convencía; no me convencía las casualidades que justificaban el conocimiento de Jamal.

La banda sonora es una de las cosas más terribles que he escuchado desde Tainos. Vaya terrible popurrí para un videoclip.

Desacuerdo con Chemi cuando dice que esta peli es un desafío para los espectadores pasivos (creo que algo así escribió). Esta peli es puré de papa, Herber, papas majadas para cualquiera de mis dos abuelitos muertos. Y por favor, ¿qué innovación del uso del flashback tiene este tipo –pinga, me encabron!!!!-? En fueron más creativos: Tarkovski con el Espejo, Antonioni con Passenger, Allen con Desconstruyendo a Harry, en fin, Chemi sabrá más de esto que yo.

Pregunta ¿Qué hace a Boyle autor, el uso barroco y casi forzado de la mierda en sus películas? Para hacer mierda, prefiero a Michael Bay. Para bien o mal, el cabrón es más autor que Boyle -les puedo dar razones si las quieren.

Y termino con otra pregunta estúpida pero menos hiriente: ¿Cómo alguien –digamos, un artista o artesano- puede ver cosas tan terribles, o mejor dicho, basarse en cosas tan viscerales, y no desgarrarse al reproducirla en la pantalla? ¿Cómo no hacerle justa

Por esto no estoy diciendo que la historia de amor se eliminase, al contrario, hubiese sido bueno que la reforzase con una mejor representación de la india. A lo mejor así, me hubiese tocado la fibra y no odiaría tanto esta película.

He terminado, sin brevedad, ni concisión, pero si con mordacidad.

Wendy & Lucy (!!!)

Como yo no soy bueno escribiendo (o describiendo) las cosas que me gustan, aqui les dejo el review de The New York Times de la nueva película de Kelly Reichardt, "Wendy & Lucy". Fácilmente una de las mejores pelis del 2009, y el año acaba de comenzar. Si tienen la oportunidad, véanla. (Es un retrato sumamente bonito, sutil, y tristemente realista de nuestra generación, y de nuestros tiempos.)



This (New) American Life
By A. O. SCOTT
Published: December 10, 2008

Kelly Reichardt’s latest film, “Wendy and Lucy,” is 80 minutes long — it would fit inside Baz Luhrmann’s “Australia” twice, with room to spare — and does not contain a superfluous word or shot. Like “Old Joy” (2006), Ms. Reichardt’s modest and critically beloved second feature, “Wendy and Lucy” takes place mainly outdoors and registers the natural beauty of the Pacific Northwest with unostentatious affection.

Instead of a musical soundtrack there is, for the most part, the sighing of the wind in the trees, the rumbling of freight trains and trucks and, sometimes, the absent-minded humming of Michelle Williams, who plays Wendy, a young woman drifting through Oregon and Washington on her way to Alaska.

The Northwestern setting might put you in mind of a story by Raymond Carver, whose clean-lined prose has something in common with Ms. Reichardt’s reserved and attentive shooting style. At first glance “Wendy and Lucy” looks so modest and prosaic that it seems like little more than an extended anecdote. A young woman pauses on her journey in a nondescript, weary town and encounters a run of bad luck, some of it brought about by her own bad decisions. Her car breaks down. She is arrested for shoplifting. Her dog goes missing.

But underneath this plain narrative surface — or rather, resting on it the way a smooth stone rests in your palm — is a lucid and melancholy inquiry into the current state of American society. Much as “Old Joy” turned a simple encounter between two longtime friends into a meditation on manhood and responsibility at a time of war and political confusion, so does “Wendy and Lucy” find, in one woman’s partly self-created hard luck, an intimation of more widespread hard times ahead.

This movie, which was shot in August 2007 and made its way through various international festivals before arriving in Manhattan on Wednesday, seems uncannily well suited, in mood and manner, to this grim, recessionary season. We may be seeing more like it, which I suppose would be a silver lining of sorts.

Ms. Reichardt, quietly establishing herself as an indispensable American filmmaker, explores some paradigmatic and contradictory native themes: the nature of solidarity in a culture of individualism; the tension between the lure of the open road and the longing for home; the competing demands of freedom and obligation.

But these lofty ideas — the same ones that animated Sean Penn’s “Into the Wild,” another movie about a young person’s trek toward Alaska — are grounded in an unyielding material reality, subject to the remorseless logic of the cash nexus. The most expressive, most heartbreaking moment in “Wendy and Lucy” involves a small sum of money changing hands, a gesture that encapsulates both Ms. Reichardt’s humanism and her unsentimental sense of economic reality. Whatever big dreams may be driving Wendy, her mind is necessarily focused on dollars and cents.

Ms. Williams, always a thoughtful, risk-taking actress (see everything from “Brokeback Mountain” to “I’m Not There” to “Synecdoche, New York”), here expunges all traces of movie star glamour, dressing in brown, knee-length cut-off shorts and a shapeless blue sweatshirt, and framing her delicate, slightly elfin face with drab dark hair. Wendy’s manner is wary and diffident, and she calculates the dangers and possibilities of every encounter as if she were counting out pennies and dimes. She confronts a casually indifferent, intermittently compassionate world with an attitude that seems at once independent and helpless. Contemplating the final leg of her journey, which began in Indiana, Wendy is resilient and determined. Also lost, terrified and alone.

Except, that is, for Lucy, the yellow-brown mutt who is her companion, her responsibility and one of the few fixtures in Wendy’s mobile, minimal world. She has, in addition to her dog, an old Honda Accord, a money belt and a notebook in which she carefully records mileage and expenses. Her plan is to find work in a fish cannery, maybe in Ketchikan.

“I hear they need people up there,” she says. It’s a plain and practical statement that is also terribly sad in its implications. Apart from Lucy, there may not be anyone else who needs or wants Wendy.

When Wendy calls her sister back in Indiana from a pay phone, the sister is curt and suspicious, expecting a request for money or assistance. Some of the strangers Wendy meets are a little more generous and encouraging, but always within the constraints of their own circumstances. A parking lot security guard (Walter Dalton) becomes the closest thing she has to a friend, but only after he has shooed her off the premises. A mechanic (Will Patton) knocks a few dollars off his towing fee and gives her the benefit of his automotive expertise, which may hurt more than it helps. With one exception — a young supermarket worker (John Robinson) who insists on strict enforcement of the store’s zero-tolerance policy toward shoplifters — people give Wendy a break when they can.

Ms. Williams and the filmmakers (Ms. Reichardt wrote the screenplay with Jon Raymond, from whose story “Train Choir” “Wendy and Lucy” is adapted) refrain from making too overt a play for our sympathy. Like the locals Wendy encounters, we don’t know enough about her to form a clear judgment, and we may subject her to our own doubts and prejudices.

I think the film’s neutral, nonexpository style encourages this, allowing the more conventional-minded among us to wonder if driving to Alaska is really the best idea, or to question the wisdom of other aspects of Wendy’s plan. Disapproving of Wendy’s choices is one route to caring about her, which in turn leads to some difficult, uncomfortable questions. What would any of us do in her situation? What would we do if we met someone like her? How can we be sure we haven’t?

What will happen to her? The strength of this short, simple, perfect story of a young woman and her dog is that this does not seem, by the end, to be an idle or trivial question. What happens to Wendy — and to Lucy — matters a lot, which is to say that “Wendy and Lucy,” for all its modesty, matters a lot too.

miércoles, 28 de enero de 2009

Resumen del 2008 en Claridad

El 2008 en el cine
Cine
Chemi González/Especial para En Rojo
Puerto Rico • 29 de enero al 4 de febrero de 2009
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El 2008 por sí solo no fue un gran año en el cine. El 2007 sí, y muchas de sus mejores películas nos llegaron entre el 1ro de enero y el 31 de diciembre del 2008 a nuestras salas de cine. Como ése es el criterio para escoger las mejores películas vistas en el año, 7 de las 10 películas que recordamos fueron originalmente estrenadas en 2007, lo mismo sucede con 2 de las 10 películas que conforman las “otras 10” películas que numeramos. Pero lo cierto es que cualquiera de estas películas es razón suficiente para seguir celebrando el séptimo arte como muchos lo celebramos:

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1. The Diving Bell and the Butterfly (Julian Schnabbel)- La más hermosa y profunda reflexión acerca de la muerte vista en el cine en los últimos años. Pero un segundo vistazo no nos la confirma como una película sobre la muerte, sino más bien un homenaje a la esperanza, la memoria y la imaginación como los motores que nos permiten seguir viviendo. Basada en la historia real de Jean Dominique Bauby, con una impresionante fotografía de Janusz Kaminski.

2. Eastern Promises (David Cronenberg)- Cronenberg es como el vino y cuanto más envejece mejor se pone. En éste su décimoquinto largometraje se encuentran básicamente al menos 3 ó 4 de las secuencias más impresionantes de su cine y demuestra un pleno dominio del medio cinematográfico que muchos quisiéramos lograr, pero sólo unos pocos pueden alcanzar. Un magistral Viggo Mortensen completa el banquete más cinematográfico del año

3. Persepolis (Marjane Satrapi/ Vincent Paronnaud)- Satrapi adapta su propia novela gráfica en animación blanco y negro en una adaptación cinematográfica exquisita para los ojos y abundante para los sentidos. Un viaje por la historia moderna iraní vista a través de “Marji” quien crece a la par con importantes hechos en su país y luego como mujer los siente en carne propia al convertirse en inmigrante.

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4. Rachel Getting Married (Jonathan Demme)- Las 3 películas anteriores fueron estrenadas originalmente en 2007, pero sin duda ésta- al menos de lo visto hasta -ahora representa la mejor película del 2008. Al morir Robert Altman, Demme heredó su trono como el mejor cineasta estadounidense actualmente en ejercicio-al menos en opinión de quien esto escribe,- opinión que sé tendrá muchos detractores . Buena prueba de ello es este filme, una oda precisamente “Altmaniana” a la reunión de una familia disfuncional muy gringa, con el propósito del casamiento de su hija pródiga.

5. I´m Not There (Todd Haynes)- Haynes sigue destacándose como uno de los cineastas posmodernos por excelencia. Aquí realiza su ejercicio más complejo, retador y en muchas ocasiones errático hasta ahora, pero el resultado es fascinante. Contar a través de 5 personajes que son y no son Bob Dylan, la historia de este icono que literalmente cambió la manera en que la humanidad percibía la música popular por medio de sus ya clásicas canciones, que son retrato vivo de varias generaciones. Los 5 Dylan tienen su encanto, pero Cate Blanchett es quien más queda en la memoria.

6. Wall E (Andrew Stanton)- Rápidamente este filme ha sido considerado casi unánimemente como una de las grandes películas animadas de la historia del cine. Y no es para menos, ya que por tantas razones, desde su impecable animación de una belleza visual hasta ahora inaudita en las producciones del estudio Pixar hasta por su serio planteamiento de protesta hacia las grandes corporaciones que acaban con nuestro planeta, esta joyita no cesa de impresionarnos.

7. There Will be Blood (Paul Thomas Anderson)- Este cineasta, en mi opinión prematuramente alabado, por fin encuentra voz propia después de intentar demasiado ser Robert Altman en sus anteriores trabajos. Aquí, siguiendo la historia del ambicioso Plainview (un Daniel Day Lewis que ganó un merecidísimo Oscar por su trabajo aquí) que antepone todo, incluso familia por su propia ambición, construye uno de los más complejos estudios de personajes vistos últimamente en el cine y a la vez hace un contundente comentario acerca de la codicia.

8. The Band´s Visit (Emar Kollrini)- Esta producción multicultural no es nada menos que una deliciosa comedia y una alegoría ante la falta de comunicación que reina en el planeta. La historia de una banda militar egipcia invitada a Israel a tocar en una actividad judía, termina por error llegando a un pueblo fantasma israelí, en donde tendrán que comunicarse en lengua extranjera y a la vez formar lazos inusuales, pero necesarios para poder sobrevivir su temporera convivencia.

9. Slumdog Millionaire (Danny Boyle)- El “feel good movie” del año no es nada menos que un singular asalto a nuestros sentidos y un reto constante a nuestra condición de espectador condicionado. Boyle nos lleva por todos los laberintos que puede soportar una narrativa convencional y a la misma vez nos hace salir tan contentos como podamos de una película que contiene alguna de las escenas de tortura y odio más desesperantes que se hayan visto en el cine reciente.

10. Sweeney Todd (Tim Burton)- Después de casi una década de traspiés cinematográficos- a pesar de que Charlie and the Chocolate Factory tuvo sus encantos- Burton regresa adaptando este musical con una puesta en escena en la que aparecen todos los elementos de su particular mundo sombrío con una madurez visual y un evidente crecimiento en su dominio del medio, pero en donde sus excesos volvieron a ser parte integral de su propuesta, no una distracción.

Las próximas 10: Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen), Después del fracaso de Cassandra´s Dream, Allen vuelve a sus cabales con su mejor comedia en años, llena de su particular humor y dos excelentes actuaciones de Rebecca Hall y Penélope Cruz, Burn After Reading (Coen Bros), después de los triunfos obtenidos por No Country for Old Men los Coen descansan de la intensidad de dicho filme montando un disparatado festín en donde todo el mundo desde Frances MacDormand a Brad Pitt fue invitado, por no dejar de mencionar que tuvo el mejor final de cualquier película de este año, The Darjeeling Limited (Wes Anderson), Después de la fallida Life Aquatic, Anderson se redime, impartiendo su particular mezcla de humanismo y rareza a la historia de un improbable trío de hermanos en una misión espiritual en la India, Milk (Gus Van Sant), es un enfocado retrato del activista homosexual Harvey Milk (Sean Penn) con un excelente guión y buenas actuaciones en las que se destaca Josh Brolin como el “villano” de la historia, Elegy (Isabel Coixet).

Después de su maravillosa The Secret Life of Words, Coixet nos entrega otro retrato sensible y sincero de un hombre mayor enamorado de una mujer enferma y menor, Starting Out In the Evening (Andrew Wagner), nos devuelve al mejor Frank Langella en el papel de un recluso novelista y escritor que sólo mantiene lazos con su hija y quien descubre nuevamente la cara hermosa y dolorosa del amor a través de una joven estudiante que realiza una tesis sobre él, Changeling (Clint Eastwood), es la más débil de las películas recientes de Eastwood, eso es lo único que hay que reprocharle a este filme que retrata con el siempre pelicular detallismo Eastwoodniano, una época- los años 20- y una historia, The Visitor (Thomas MacCarthy), resultó una sorpresa agradable: una película que resalta la importancia de la tolerancia racial en tiempos particularmente intolerantes, con otra acostumbrada actuación magistral del siempre poco apreciado Richard Jenkins. The Dark Knight (Christopher Nolan), quizás pasará a la historia como la última película del malogrado Heath Ledger, pero lo cierto es que aparte de su excelsa interpretación, Nolan seguía con su sombría, compleja y torturada reinterpretación del clásico héroe encapuchado y Charlie Wilson´s War (Mike Nichols), que no será recordada como una de las grandes películas de Nichols, pero con suficiente de su humor siempre irónico y mordaz para constituir otro grato rato en el cine.

lunes, 26 de enero de 2009

Hay muchas razones para que nuestro velo occidental—si se me permite—admire el más reciente trabajo del director Danny Boyle, Slumdog Millionaire—del cual me confieso fanático empedernido. Por un lado, su cuasi-apropiación de lenguaje bollywoodense, algo todavía bastante desconocido y—por qué no decirlo—hasta exótico para muchos de nosotros, para contarnos una historia realmente sórdida a través de las convenciones de una historia de amor con final feliz. Y por otro, la forma narrativa tan ingeniosa con que, nuevamente, Boyle nos vende liebre vestida de gato, mientras nos entretiene.

Si algo debió quedar muy claro desde un principio para uno como espectador, es que esta película tiene su público, y no necesariamente es el de India. Justificadas las críticas o no, creo que el filme, estereotípica o no, nos trae la atención sobre situaciones muy serias que no sólo ocurre en Mumbai.

A pesar de todo comparto este artículo de sumo interés para los que vieron Slumdog.

http://www.time.com/time/arts/article/0,8599,1873926,00.html?iid=perma_share

Herzog y lo sublime

Quizás hablar hoy de Werner Herzog como uno de los grandes del cine podría parecer algo extremadamente obvio. Pero luego de ver su último documental titulado "Encounters at the End of the World" (2007) y producido para Discovery, vale la pena repetirlo. Y es que Herzog en este documental logra acceder a lo sublime con la imagen cinematográfica que retrata su viaje hacia el continente más oscuro y desconocido: Antártica.

Dos años después de su galardonado "Grizzly Man" (2005) en el que Herzog hace una especie de pastiche con los videos de Timothy Treadwell para reconstruir la historia de su vida y su tragedia, este aclamado director vuelve con la misma voz quebrada y tenue, distintiva por el inglés "alemanizado", para narrarnos la historia del continente helado. Su viaje parece inicialmente un embarque aventurero hacia “la conquista” de Antártica. Pero todo el que conoce el trabajo de Herzog esperará encontrar algo mucho más complejo y profundo que un mero retrato paisajista.

De más está decir que Herzog aprovecha la oportunidad para documentar un paraíso terrenal. Su película convierte este paisaje en uno edénico muy lejos de los tradicionales trabajos expositivos usualmente hechos para Discovery, y transformado por la narración seductora en tono grave y sigiloso que nos lleva por caminos remotos. Aquí la voz de Herzog es crucial al igual que en sus otros documentales. Es a través de ella que nos entregamos ciegamente y con plena confianza a las manos del guía. Sin ella otra sería la historia. Además de esto, “Este documental no es una historia tradicional de pingüinos”, dice el propio Herzog a principio, chiste que sugiere el enfoque distinto que le dará este director a su documental. Sí existen las imágenes “National geographic” como por ejemplo el volcán con sus fieles científicos, el desierto de nieve y las montañas colosales, el mar de pingüinos, el universo bajo hielo, etc. Sin embargo, cada imagen aparece con una historia detrás que la transforma, la revive y la resignifica. En la historia es que está la esencia.

El primer contacto con lo sublime aparece apenas comienza la película. Una de las primeras imágenes que vemos es la de la cámara submarina que retrata el universo bajo el glaciar. Afasia es lo que provoca este principio porque es de una belleza incalculable. Creo que se trata de esa belleza de la cual hablan los filósofos y que yo francamente nunca he logrado entender bien por ser demasiado abstracta. Específicamente, lo que sublima todo es el contraste de colores entre el azul submarino que no es ni celeste ni negro sino azul-violeta parecido al color que rodea las estrellas. Y en oposición, al subir a la “tierra”, el blanco perfecto de la nieve, mezcla de todos los colores, sublime en sí mismo, mágico, ostentoso. Ambos colores le adjudican a las imágenes un carácter prodigioso. De ahí, repito, su cualidad edénica y sobrenatural. Además, lo sublime aparece aquí a través del sonido que emiten las bestias marinas bajo el glaciar porque sus “quejidos” son música perfecta para un ritual. En esta caso, un ritual que conduce hacia el final del mundo.

El segundo momento sublime del documental se presenta con las entrevistas a los habitantes y trabajadores de Antártica. Y es que curiosamente Herzog logra convertir a cada entrevistado en una especie de héroe. Frente a la cámara, y guiados por las preguntas del director, sus historias de vida se convierten en experiencias insólitas. Son historias comunes y corrientes que dentro del contexto se transforman en únicas. Entrevista a escapistas, filósofos, lingüistas, técnicos de computadora, científicos, etc., cuyo carisma convence a cualquiera de dejarlo todo y emigrar hacia los glaciares. “I want to see the poet” le dice Herzog a uno de los científicos cuando lo va a entrevistar. Podríamos argüir que esta poesía, al menos en parte, es lo que le añade el carácter sublime a las historias.

El tercer y último momento sublime que discutiré aparece fuera de la película porque esta contiene un segundo DVD con una entrevista que le hace Jonathan Demme al propio Herzog en el Museum of the Moving Image de Nueva York. En la misma, lo primero que Demme hace es leer una preciosa carta que le escribiera Roger Ebert a su amigo Herzog agradeciéndole por la dedicatoria del documental aquí descrito. Y lo hermoso es que Herzog llora. Imagínense. El final de la carta es tan bello que se le ve salir una lágrima del ojo derecho cuando Demme lee la parte sobre el pingüino desorientado. He aquí el tercer momento sublime que para entenderlo hay que ver la película y la entrevista. Ambas son imprescindibles. Ahora bien, para aquellos de ustedes que ya las hayan visto aquí les envío la carta de Ebert publicada en el siguiente link de su blog para que revivan el momento:

A letter to Werner Herzog: In praise of rapturous truth

by Roger Ebert

November 17, 2007

http://rogerebert.suntimes.com/apps/pbcs.dll/article?AID=/20071117/PEOPLE/71117002

viernes, 23 de enero de 2009

Slumdog Millionaire

A ver si Enrique Gonzalez se decide a verla por fin...

Cualquiera puede ganar PDF Imprimir E-Mail
Cine
Chemi González/Especial para En Rojo

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Si ha escuchado por ahí que Slumdog Millionaire, la mas reciente película del cineasta británico Danny Boyle es quizás el ¨feel good movie¨de este “oscar season” –a la usanza de lo que fue Little Miss Sunshine hace dos años atrás– no se equivocan. Ahora bien Slumdog es una película que bien reta el termino de lo que es un “feel good movie”. Hacía tiempo que no veía un filme con una conclusión tan clichosa, que funcionase porque quizás venía precedida de tanto elemento chocante e incómodo –de forma tan poco clichosa, esto no es una película “esperanzadora” del holocausto– en Slumdog Millionaire verá una masacre en los suburbios de Bombay, a un niño que le queman los ojos, a una niña a la que prostituyen desde temprana edad, a un joven al cual torturan incesantemente mediante descarga eléctrica. Y probablemente no saldrá tan contento de haber visto una película así en esta época navideña. A eso debe añadirle también que una de las escenas más graciosas del filme consiste en un niño que se cae a un pozo de mierda en la escena de humor escatológico más inteligente que se ha visto desde Borat. Sí, este filme logra un milagro casi nunca visto en las pantallas de cine últimamente. Un filme artístico que es a la vez accesible. Un “crowd pleaser” que será apreciado tanto por el espectador casual como por el cinéfilo mas empedernido.

Danny Boyle es un caso extremo y complejo entre los cineastas contemporáneos. Desde que irrumpió en 1996 con una película que se convirtió en fenómeno, Trainspotting, –antes había hecho la muy efectiva Shallow’s Grave– su carrera ha sido tan diversa como errática, eso causado precisamente por esa misma diversidad. La inquietud artística de Boyle lo ha hecho explorar en la comedia estadounidense, A Life Less Ordinary, en el filme de zombies 28 Days Later, en el cine de ciencia ficción, Sunshine, vista en nuestras salas más temprano en el año y hacer filmes que ante los ojos de casi todo el mundo han sido sonados fiascos –The Beach–. Después de Trainspotting la única película realmente efectiva de Boyle en opinión de quien esto escribe es Millions, una candorosa historia de un niño que descubre una fortuna monetaria en el Londres que está punto de hacer el cambio económico de libra a euro. Curiosamente esa película fue escrita por Frank Cotrell Broyce, el guionista usual de otro cineasta inglés igualmente diverso, Michael Winterbottom, que si ha logrado un corpus efectivo de producciones que a primera vista no tienen que ver una con la otra. En aquel momento me cuestioné si el éxito de Millions y del enfoque unitario diverso del cine de Winterbottom se debía a los excepcionales guiones de Cotrell Broyce y determiné quizás que la genialidad de aquel filme se debía a que el guión de Winterbottom por fin dio enfoque al rico pero desenfocado universo de Boyle. Pero con Slumdog, que no está escrita por Cottrell Broyce sino por otro importante guionista inglés, Simon Beaufoy, Danny Boyle se reafirma como uno de los cineastas contemporáneos más importantes del momento.

La historia comienza con Jamal (Dev Patel) un muchacho de los suburbios de Mumbay –conocidos normalmente como “Slumdog”–. Jamal desde niño ha tenido una vida poco privilegiada. Creciendo en los suburbios de Bombay es testigo del asesinato de su madre lo cual lo deja en la calle, junto a su hermano Salim para juntos sobrevivir como se pueda. Es así como se encuentran con la ganga local de mafiosos que utilizan niños para su conveniencia –desde la prostitución infantil, hasta para sus robos– Jamal y su hermano logran escapar todo tipo de vejaciones y torturas de la mafia local, pero son testigos de muchas. En medio de todo eso, Jamal y Salim conocen a la pequeña Latika, huérfana como ellos y también presa de las redes de la mafia. Jamal y Salim logran por fin escapar en un tren, pero Latika no logra alcanzarlos por más que Jamal –que se ha enamorado de ella– lo intenta.

Ése es el punto de partida del personaje de Jamal, pero el primer encuentro que tenemos con su presencia es en una estación de policía donde al Jamal de 18 años están interrogando y torturando; la razón: su participación en la versión india del programa Who Wants to be a Millionaire? El que un joven “slumdog” como Jamal sepa todas las respuestas de un programa de televisión como ése, levanta obvias sospechas de parte del conductor del espacio televisivo (Anil Kapur) que al igual que Jamal también salió de los suburbios a llegar a ser una de las principales figuras de la televisión. Es por lo tanto entendible que Jamal, que está encaminado a convertirse en millonario, sea visto por el conductor como una posible amenaza que podría desvirtuar su propia rags to riches story. Es así que conocemos la historia de Jamal, la historia de cómo determinó las respuestas de todas y cada una de las preguntas nos lleva a la narrativa visual de los hechos, que incluyen desde una divertida secuencia en que Jamal y Salim se convierten en guías turísticos del Taj Mahal, hasta el reencuentro con el gangster que los torturó y abusó como infantes, y del cual Jamal, pero no Salim, vuelve a escapar y poco a poco vamos conectando el rompecabezas de la historia de Jamal: no es el ansia de fortuna ni la esperanza de salir del único mundo que conoce, el de ser “slumdog”, lo que lleva a Jamal a participar en el programa de televisión, sino su eterno amor por Latika (Freida Pinto), quien pudiera ser que estuviese viendo el programa. Es así que una historia tan clásica y trillada como la eterna búsqueda del verdadero amor –a toda costa y rebasando toda frontera– nos lleva a la construcción y variación de otra historia tan harto conocida, el rags to riches story, que aquí parece ocurrir por azar y al cual el mismo protagonista da tan poca importancia.

Ése es uno de los elementos que hacen genial la propuesta de Slumdog Millionaire. Es verdaderamente fascinante la manera en que Boyle juega con tantos elementos conocidos y les da una nueva vitalidad y energía. Con su arriesgada puesta en escena, Boyle apuesta y triunfa al hacer un filme del cual no podemos despegarnos ni un solo momento, al estar todas sus imágenes cargadas de tanto dinamismo e inventiva. Boyle sabe cómo utilizar todos los elementos cinematográficos a su alcance –desde la kinética cámara de uno de los mejores directores de fotografía del cine actual, Anthony Dod Mantle, hasta el uso de una de las bandas sonoras más impresionantes del año. Todos estos elementos los pone en función de un filme que es como un laberinto complejo y divertido a la vez: muchas veces no sabemos a dónde Boyle nos llevará y en más de una ocasión terminamos en lugares muy diferentes a los que pensábamos que como espectadores íbamos a llegar. La gran sorpresa es que en vez de predisponernos como espectadores a que ocurrirá tal o cual cosa nos dejamos simplemente llevar. En una época en donde el cine predominante se ha convertido en formula conocida, en material de consumo para espectadores pasivos, es un verdadero regalo que algo tan inteligente como Slumdog Millionaire haya llegado a las pantallas de cine –algo que estuvo a punto de no ocurrir sino fuese por la aclamada acogida que tuvo el filme en el pasado festival de cine de Toronto–. Si la película, como ya se habla, es la próxima ganadora del Oscar a la mejor película, será una de las películas más extrañas que se hayan llevado dicho premio, pero será otra reafirmación de la Academia a que el cine tiene que cambiar con los tiempos. Definitivamente, Slumdog Millionaire propone nuevas lecturas de las dinámicas clásicas del cine y de la relación del espectador con dichas dinámicas. Bienvenidas sean.

lunes, 19 de enero de 2009

bueno...

Bueno… Alzen las manos los que quieren ver Los libros de Prospero? Sip, creo que todos.

Mientras tanto, para todos ustedes una vez más... Afro Ninja 2:

http://www.youtube.com/watch?v=b_NQCTbvRnM

sábado, 17 de enero de 2009

Lo apolíneo y lo dionisiaco de Prosperos´s books

Los libros de Próspero, de Peter Greenaway, más que ser una adaptación de La Tempestad de William Shakespeare -la obra más difícil de realizar de este dramaturgo universal-, es una experiencia estética donde se da un choque, una dialéctica entre lo apolíneo y lo dionisiaco, entre lo renacentista y lo barroco, la cual, a lo largo de las dos horas que dura este filme, crea un dinamismo narrativo y visual extremadamente tangible pero a su vez de difícil lectura para un espectador pasivo o para el que no conozca la diversidad de códigos plásticos que se dan casi al unísono, en esta película. Principalmente, las referencias artísticas de esos dos grandes periodos de la historia del arte, se entrecruzan creando un entramado complejo para una narración cinematográfica que se mantiene bastante fiel a la obra original.
En resumen la trama es sencilla: Próspero, duque de Milán, mago y apasionado lector, ha sido desterrado junto a Miranda, su hija, por su hermano Antonio, el cual se apropia de su territorio –Milán-, unos de los cinco estados principales del territorio italiano del renacimiento. Próspero y Miranda, gracias a la ayuda de Gonzalo, un amigo fiel, logran sobrevivir en altamar, haciéndose compañía a la aventura con varios libros. Padre e hija, entonces niña, terminan varados en una isla desconocida, donde habitan varios seres mágicos: la bruja Sycorax, Ariel y Calibán. Gracias a su magia, Próspero libera a Ariel de una prisión hecha en el tronco de un árbol. Éste se vuelve fiel sirviente de Próspero en la isla. Pasa el tiempo y él junto a su hija, sus libros, viven rodeados del mar, esperando que algo pase para reclamar sus tierras. Próspero le ordena a Ariel que cree una tempestad terrible, con la cual pretende hundir el barco donde viajaba su hermano, junto a otros súbditos de éste. Aquí comienza su venganza. El barco se hunde y la tripulación queda separada en distintas partes de la isla. Cada grupo, cree lo peor del otro, sin saber que ninguno resultó mortalmente herido. Prospero continua dándole órdenes a Ariel por escrito, al cual le ha prometido la libertad. Gracias a sus artificios, Próspero hace que Miranda conozca a un naufrago, Fernando, el hijo del duque de Nápoles. Ella se enamora de él, como su padre lo tenía planeado. Mientras Calibán, también con sed de venganza, reúne a unos cuantos soldados borrachos de la embarcación hundida, y planea con ellos hacerle daño a Próspero. Al otro lado de la isla, Antonio, el duque de Nápoles y los demás súbditos, creen muertos a los otros, sufren terriblemente sus pérdidas y se creen varados para siempre. Miranda y Fernando se casan. Una vez esto, Próspero elimina la peligrosa presencia de Calibán de la isla. Ya solo le quedan su hermano y los demás para vengarse, pero cuando dispone terminar el plan, el Ariel conmovido por el sufrimiento de los otros, conmueve a su vez a Próspero, que al final perdona a todo, renuncia a sus libros, a su magia y libera a Ariel.
La dialéctica entre lo apolíneo (lo renacentista) y lo dionisiaco (lo barroco), se da tanto a nivel narrativo y visual, como en la construcción de los personajes, la puesta en escena y el montaje. Esto se da tanto en un nivel macro como micro. Próspero, por ejemplo, vendría siendo en esencia un personaje que representa, lo apolíneo, el humanista del renacimiento (claro, con tintes medievales, por lo de la magia como ejemplo). Si hacemos un découpage del personaje podremos profundizar un poco en este aspecto, y hasta encontremos características distintas a las renacentistas, como por ejemplo, la lengua, la manera en que éste se expresa y escribe, claramente barroca, llena de metáforas e hiperbatones. Es decir, su boca-mano, los instrumentos a través de los cuales formula su magia y se comunica, son de carácter dionisiacos, barrocos. Siempre hay teatralidad en su lengua. Pero en la construcción de este personaje el gen dominante, al menos en apariencia, es el apolíneo, que se puede apreciar incluso en su vestimenta, completamente armoniosa y sobria. No puede hacerse de la vista larga a una de las características humanísticas del renacimiento: el afán de adquirir o poseer conocimiento. Próspero es un amante de los libros y estos nos dan una gama, un rango bastante amplio de su conocimiento universal. Podría pensarse tal vez que para que Próspero fuera un personaje realmente renacentista debería parecerse más a figuras de esa época, como Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, en cuanto al don de la creación que éstas tenían, en sus diferentes manifestaciones artísticas. Y Próspero lo tiene. Él posee el don de la escritura –ese es su arte-, pero no una escritura cualquiera: Próspero escribe el destino, lo cual sería el mayor arte de todos. Y al hablar de esto, no se puede dejar de hablar de la presencia de su Ariel, su fiel sirviente, representado en la película de Greenaway por tres figurantes-actores: un hombre joven, un puberto y un niño. El Ariel es un claro símbolo de escritura: Ariel es su pluma. Ligero. Incluso, es evidente desde la manera en que nos lo presenta Greenaway por primera vez: vemos en recuadros justo dentro del plano -evocación a un libro dentro de otro-, la punta de los pies de Ariel, caminando sobre el agua del mar, encaminándose a hacer el mandato que había ordenado Próspero de crear tal tempestad, que la nave donde viajaba su hermano, fuese hundida. Ariel es la pluma con la que Próspero escribe su destino y el de los demas, pero, ¿Cuál es su tinta? El propio mar. Mar, símbolo eterno de madre y destrucción. Un ciclo. Próspero parece ser un dios en cuanto su dominio sobre este, como un poeta sobre las letras, las palabras, la tinta, el agua superior. Es al comienzo del film cuando se nos habla del posible libro más importante de todos, el del agua. Aquí Próspero nos dice que el mar lo mismo deshace las cosas como de la destrucción construye las cosas más bellas, como perlas. (Pensemos en el barroco, de donde nace el mismo nombre de este movimiento) Esta idea de destrucción-reconstrucción, de caos-orden, repercute a un nivel macro en la misma historia. El mar que destruyó la vida pasada de Próspero y pero también le devuelve todo lo suyo, incluso algo más, al casar a Miranda con Fernando.
Claramente estamos viendo el poder de Próspero sobre los demás a lo largo de la película. Se refleja en buena parte a un nivel sonoro: escuchamos como se mezcla la voz de los personajes con los la voz propia de Próspero, como si este dictara lo que deben decir y estos no lo supieran. Se elimina el libre albedrio. La voz de Próspero le da libertad a la de los otros personajes hasta el momento en que renuncia de sus libros –los hunde en el mar- y deja de escribir. Es aquí, cuando a nivel de montaje, deja de salir el rectángulo dentro del plano, en el que se veía la punta de su pluma sumergiéndose en esta tinta azul, marítima, con la cual escribiría las palabras que luego se harían realidad. Aquí, deja de escribir propiamente el libro que escribió durante casi todo el film. A través de esas páginas -hecho de celuloide y papel-, Próspero elabora-escribe todo este plan de venganza, y lo escribe con Ariel. Su palabra se cumple, es hecho.
Próspero es un personaje que lucha a lo largo de la película por conseguir una armonía. (Véase armonía, como un regreso a Milán con su hija). Eso está claro desde el principio. En el primer plano secuencia de la película, en el cual vemos en un travelling lateral de izquierda a derecha, Próspero camina muy solemnemente, rodeado de columnas que nos remiten a una época clásica, renacentista. A su alrededor vemos casi llenado el plano, a diferentes personajes danzando frenéticamente en un claroscuro barroco. La arquitectura y la iluminación funden, se reescriben concepciones estéticas tanto del periodo renacentista como del barroco. Sobre este plano secuencia se remonta otro recuadro en el cual vemos una gota de agua caer: antesala del libro del agua. La tinta. Cuando no vemos la imagen del agua caer, la escuchamos y este sonido por su constancia, su repetición se vuelve modular como las hileras de columnas por las que pasa Próspero. Ese mismo sonido se fusiona con el resto de la música a medida que Próspero sigue avanzando equilibradamente. Con cada uno de sus pasos la muchedumbre se va calmando, pierde lo exacerbado, y la constante recomposición del plano va adquiriendo una mayor armonía. Se logra apreciar más claramente, las líneas horizontales y verticales, el equilibrio de los cuerpos que se pasan los libros de Próspero casi desnudos. Es decir, es como si él hiciera un viaje en retroceso en el tiempo, en la historia del arte, y caminara del barroco al renacimiento en busca ese equilibrio perdido; y esto es la motivación del personaje.
La dialéctica, llamémosla, prosperoriana, se ve representada a un nivel mayor en la manera en que su presencia afecta a la misma isla. Repercute incluso en su geografía. La flora de la isla juega el papel de lo dionisiaco con sus curvas, su falta de centro, su volumen tan teatral, y la casa de Próspero -de clara arquitectura renacentista- en medio de la isla, es un intento de dar armonía a esta, de crear su propio orden dentro de esta geografía exuberante. El orden al que Próspero aspira llegar se siente también, en la forma que ha afectado a los otros personajes de la historia. Al Ariel, lo libera de su prisión, lo hace su sirviente. A Calibán, trata de educarlo, pero es demasiado salvaje, así que desiste, y al final termina eliminándolo.
Para reforzar la idea de la dialéctica entre los apolíneo y lo dionisiaco, es justo que hablemos un poco más de otros personajes. El de Calibán, por ejemplo, de carácter evidentemente dionisiaco, teatral. Greenaway nos presenta un personaje que se supone sea un salvaje, con sus pulsiones a flor de piel, pero lo hace de una manera muy bella: Calibán baila danza moderna, y lo hace con una gracia fuera de serie. Su cuerpo es hermoso y está decorado con bodypainting. Nos encontramos con una concepción nueva de los salvaje, dígasele posmoderna por la manera en la que reescribe el barroco sobre la piel de Calibán Los movimientos al bailar en general son curvos, helicoidales, a veces antinaturales. Lo que a través del movimiento podría ser otra reescritura del barroco -quizás del manierismo. Otro personaje interesante es el de Ariel, interpretado por tres actores. Este personaje va por la línea apolínea. El Ariel más pequeño, se acerca bastante a la representación religiosa de un ángel, de su inocencia. Incluso, es el que en el segundo acto, es retratado con una flecha, como Cupido. Pero también este pequeño intérprete es que comete, las ordenes más terribles de Próspero. Cuando crea la tempestad que hunde el barco, el Ariel-niño orina sobre el mar. Véase su pene como un instrumento seminal con el que escribe sobre el mar. El Ariel mayor es el que le da voz a Ariel cuando le pide libertad a Próspero. El puberto es el escriba y el que a su vez, en su representación, nos ayuda a crearle a este personaje, un perfil más renacentista, ya que en varios instancias de la película, es el que canta como los castrati de las iglesias cristianas; lo que también resalta la idea de que este personaje sea, un ser asexual, como un ángel renacentista.
Las características renacentistas y barrocas no están representadas solamente al nivel de creación de personajes, el dinamismo de lo apolíneo y lo dionisiaco se da en otros niveles formales. En la puesta en escena por ejemplo. Durante la película, nos encontramos con numerosos planos secuencias en los cuales van cambiando de características renacentistas a barrocas. O incluso se contradicen. La manera en que las columnas crean la perspectiva renacentista, el equilibrio de las formas humanas en la composición entran en choque con una iluminación que beneficia al claroscuro, tan utilizado en el barroco. En la película puede haber momentos en que el ordenamiento de los personajes es tan, que solo pueden evocar la armonía y la simetría renacentista, y de un momento a otro, el movimiento de los actores y el de la cámara, recomponen el plano, creando formas comunes del barroco, como la asimetría, helicoidales y triángulos irregulares.
La dialéctica no solo se da en los planos secuencias, Greenaway también la crea con el montaje. Por ejemplo, la secuencia en la que Miranda duerme y Próspero le cuenta la historia de cómo llegaron a la isla gracias a la traición de su hermano. En ella podemos ver cómo, en los planos en los que vemos directamente a Próspero y a Miranda, impera la armoniosidad, la simetría, lo equilibrado, la presencia de columnas grecolatinas. Pero cuando corta a la representación de lo que Próspero narra, las composiciones se vuelven asimétricas, el claroscuro es más fuerte. Entonces las escenas chocan, construidas en su mayoría con planos secuencia, casi en el montaje de atracciones de Eisenstein. Esto se refleja también cuando por momentos, en el recuadro interior del plano, Greenaway nos coloca un contrapunto al plano grande.
Otro elemento importante en la película es en sí los libros de Próspero. Estos no representan el conocimiento que Próspero tiene, sino que actúan como el vínculo entre la magia y la realidad. Los libros de Próspero se presentaban generalmente dentro de unos de los recuadros que a su vez estaba dentro del plano. Libro dentro del Libro. Con eso es como si nos dijera que el libro –lo que está en el cuadro pequeño- tiene correspondencia o representa al plano más abierto, simboliza esa realidad, ata a esos personajes con el concepto detrás de ese libro. Estamos entonces ante un juego de espejos. Este juego de espejos también se puede ver inferido en los cuadros más pequeños, en los cuales veíamos claramente el libro, y sobre éste algún objeto que el mismo libro ilustrara. Por ejemplo, con el Libro de animales, sobre las páginas del libro que ilustraban a un perro y a un insecto, se podía ver claramente a un perro y a un saltamontes real. Es como si de alguna manera las letras, las ilustraciones de esos libros nos dieran, o crearan, la realidad y los objetos inherentes a ella. Esto por un lado, y por el otro tenemos al personaje de Próspero que durante la mayor parte de la película sumerge a su Ariel en la tinta y escribe su propio libro. Próspero está creando una historia, la escribe, edifica su realidad con el impulso de su tinta. Aquí es donde se concentra su magia, en este acto trasgresor y creador que afecta a todo, al cual renuncia después, una vez ha perdonado a su hermano –gracias de su pluma.
En conclusión, estamos ante una obra-espejo que sin duda es dinámica, intelectual, plástica; una obra que es una experiencia inusual para el espectador, incluso para el que ha leído Shakespeare o lo ha visto representado, tanto en la pantalla como en los escenarios. Este film, Los libros de Próspero más que una película, es un libro de varios libros, un libro escrito con ánimos renacentistas de la manera más barroca y posmoderna posible; un libro cinematográfico, que reúne a todas las artes en el celuloide y las abigarra para crear un retrato de su mismo creador: Greenaway, que es el verdadero Próspero, pero un Próspero que ya escribió su propio destino con esta obra en la historia del cine.

viernes, 16 de enero de 2009

Para Don Tommy

Adiós al Eterno Santiago

Chemi González

Sin lugar a dudas la muerte de Don Tommy Muñiz es una que nos debe de conmover a todo el pueblo puertorriqueño. Es obvio y evidente todo lo que representa para nosotros y su importancia definitoria hacia lo que fueron y han sido la historia de las artes y el entretenimiento en Puerto Rico. Don Tommy puede decirse sin temor a que nadie lo contradiga, fue poco a poco, cimiento a cimiento construyendo la radio y la televisión de este país. Introdujo a través de sus excelentes libretos el buen humor a las ondas radiales y televisivas- tantos programas de televisión que quizás no caben en este párrafo: El Colegio de la Alegría, Los García, El Papa de mi Papa, Borinquen Canta, Carcajadas y Algo Mas y mi favorito indiscutible, Esto no Tiene Nombre entre otros-, buen humor que siempre tuvo la característica de capturar con suma precisión las idiosincrasias del perfil puertorriqueño. Fue un férreo defensor de los artistas locales, a los que siempre ofrecía apoyo y talleres de trabajo. Inclusive se enfrento al gobierno al presentar en directo en el Canal 7 del cual era propietario en ese entonces las vistas del Cerro Maravilla. Como productor nunca censuro a ningún artista por razones políticas, además de ser siempre un defensor de los trabajadores, los pescadores , el medio ambiente y la memoria histórica de nuestro pueblo. De Don Tommy puede decirse tanto y nada es exagerado.
Pero al Tommy que quizás recuerdo dentro de todas esas facetas con mas cariño como espectador es quizás al que inmortalizo a Santiago en la película de Jacobo Morales. Al igual que mucha gente considero que probablemente Lo Que le Paso a Santiago es el mejor largometraje que se ha hecho en este país- y lo seria con nominación al oscar y sin ella- y con todo el respeto de mi admirado Jacobo siempre he pensado que gran parte de eso, de esa magia, esa calidez que encontramos en dicho filme se le debe en gran parte a la excelsa interpretación de Don Tommy en el mismo. Pocas actuaciones cinematográficas me conmueven tanto- y tan repetidamente porque ocurre cada vez que veo la película- como la de Don Tommy en Santiago, si otro actor hubiese interpretado ese papel, el filme no tendría la mitad de la magia que tiene.
Mis cómicos preferidos siempre han sido los que no tratan de ser graciosos, un Jim Carrey o cualquiera de esos cómicos que se esfuerzan con mil muecas y vericuetos para obtener risa fácil me aburren fácilmente. Creo que el cómico que resulta mas efectivo es el “straight”, el que no trata ni por casualidad de ser gracioso, sino de ser lo mas fiel y directo a un personaje posible. Buster Keaton o Bill Murray, son ejemplos décadas aparte, de eso y de que es una tendencia viva en el cine. Don Tommy cae en esa categoría y al igual que Buster Keaton es alguien que me hace reír al nada mas verle la cara. Y claro esa actitud de su personaje siempre algo refunfuñon, neurótico y con la eterna quejumbrera del boricua. Al igual que con Keaton, Bill Murray o Woody Allen, siempre con Tommy nos reíamos incluso porque ya sabíamos que estábamos ante un personaje que conocíamos y sabíamos nos iba a hacer reír. Es por eso que Don Tommy funciona tan bien en Santiago.
Con tan solo la primera escena ya tenemos suficiente muestra de lo acertado de Don Tommy en el papel. Santiago al igual que tantos otros empleados públicos esta siendo objeto de una fiesta por su retiro laboral. Retiro mas que nada forzado ya que Santiago es evidente que a pesar de ser un hombre mayor es un hombre totalmente capacitado y activo como para continuar trabajando. Mientras sus compañeros de oficina, mayores y no tan mayores lo festejan y le dedican palabras de elogio, Santiago para sus adentros comenta cínicamente todo aquello mientras observa en silencio.
La sinceridad y calor humano que Don Tommy imparte a Santiago son invaluables: su pausada corporalidad, su instintivo sentido de una particular escena, la matizada forma en que siempre nos presenta a Santiago como un hombre que entrado en la sexta década de su vida todavía hay cosas que pueden sorprenderle. Jacobo escribió a Santiago como un personaje tan increíblemente humano y mundano que resulta extraordinario. Al ver a Don Tommy encarnándolo nos acercamos con una peculiar familiaridad a sus situaciones: Vemos la forma en que Santiago lidia con las particularidades de una hija divorciada que heredo su cinismo y neurosis (Johanna Rosaly) y de un hijo adicto que como tantos otros adictos quizás como escape o quizás de forma sincera se han refugiado en la figura de dios (Rene Monclova), lo vemos acercándose y tratando de ser un buen abuelo, caminando por sus alrededores para redescubrir de nuevo todo el tiempo libre que tiene entre manos, lo vemos recordando, y finalmente redescubriendo el amor en la figura de Angelina (Gladys Rodríguez) una mujer mas joven que el y que no tardamos en percibir que es quizás una figura que existe dentro de su propia burbuja.
Cualquier otro actor pudo haber decidido interpretar de manera mas amarga o ingenua este personaje, pero no Don Tommy quien le imparte una sutileza sabia que permea todos los momentos que acabo de describir, Santiago es el hombre que ha vivido, pero sabe que lo que en lo que le queda por vivir tiene derecho a descubrir otros pequeños placeres como el de la felicidad. quizás la escena decisiva de Santiago es el momento en que este se percata gracias al detective Arístides Esquilin (interpretado por el propio Jacobo) que Angelina no es quien dice ser y que ha pasado gran parte de su vida entrando y saliendo de instituciones mentales. Santiago en vez de naturalmente alejarse o negar la posibilidad de estar con una mujer desequilibrada decide que al saber la verdad no la confrontara con ello ni la rechazara, simplemente aceptara su locura, aceptando que dentro de su locura, Angelina ha construido una verdad y es de esa verdad de la cual Santiago se ha enamorado, Esa decisión de Santiago que podría ser motivo para haber sido interpretada con despliegues grandilocuentes de histrionismo es en manos de Don Tommy, la decisión mas lógica, mas natural, mas humana que un personaje como el de Santiago debió de haber tomado. después de todo, un hombre de 60 y pico de años que ha reencontrado el amor ¿Necesitara de cordura en su vida?
Siempre que hablo de Lo Que le Paso a Santiago con amigos o conocidos extranjeros que la han visto o han tenido oportunidad de verla en el extranjero me hablan con efusivo entusiasmo de la actuación de Don Tommy que de el resto de la película. Santiago y Don Tommy son sinónimos, la película no podría haber funcionado sin el y quizás si el no la hubiese hecho no podría haber llegado su figura a generaciones como la mía, que lo descubrimos gracias a ese personaje. Le toco a Don Tommy igual que a Santiago en su tercera edad llevar otro sombrero aparte de haber sido escritor, productor y comediante toda su vida. Ser el rostro de la película puertorriqueña que quizás ha recorrido mas el mundo. Jacobo nos hizo un regalo incalculable al haber escogido a Don Tommy para Santiago. Y Don Tommy nos hizo el regalo de descubrirnos el candor detrás del actor y el comediante para que nunca lo olvidemos. Bien le vale ser con todo derecho, un sinónimo, un símbolo de nuestra identidad como pueblo.