A
finales del siglo veintiuno, una pareja de arqueólogos compuesta por la Dra.
Elizabeth Shaw (Noomi Rapace) y el Dr. Charlie Holloway (Logan Marshall-Green),
descubre unas prehistóricas imágenes pintadas en las paredes de una cueva en
una isla cerca de la costa de Escocia. Las imágenes aparentan ser de una figura
antropomórfica que señala hacia unos círculos en el cielo. El mismo patrón de
círculos ha sido encontrado en varias partes del mundo, dibujados por culturas
que, separadas por cientos de años y por grandes expansiones geográficas, nunca
tuvieron contacto una con otra. Los arqueólogos concluyen que las imágenes son
un tipo de mapa estelar, y fabrican una hipótesis según la cual los humanos en
realidad no son producto de la selección natural, sino que fueron creados por
unos seres extraterrestres, a quienes deciden llamar “ingenieros”, que habitan
en el planeta señalado en las pictografías antiguas encontradas en los
yacimientos arqueológicos.
Con esta
premisa improbable embarcamos en un viaje por el espacio con la tripulación de
la nave que comparte el nombre del título de la película, Prometheus, en búsqueda de “nuestros
creadores”. Aunque originalmente fue concebida como una precuela directa del filme
clásico de ciencia ficción Alien (1979), la nueva y ambiciosa película de
Ridley Scott toma un giro totalmente distinto. La historia se desarrolla en el
mismo universo que la serie original compuesta por Alien (1979), Aliens (1986), Alien³ (1992) y Alien: Resurrection
(1997), pero
toma lugar antes de los eventos de la primera película. El filme explora la
mitología y cosmología de ese universo, así como el origen de la humanidad y el
origen de la amenazante especie conocida por los humanos como “xenomorph” o
“alien”– el antagonista intergaláctico del personaje más importante de la
carrera de Sigourney Weaver, Ellen Ripley.
Te puedo matar con sólo las manos. |
Prometheus intenta mantenerse en el mismo
universo utilizando varios temas, personajes y tecnologías recurrentes de la
serie original, pero apartándose temáticamente. Siguiendo el clásico estilo de
la saga de Alien,
la tripulación se encuentra en animación suspendida durante el transcurso del
viaje, con la única excepción del también clásico personaje de la saga, un
androide, en esta ocasión llamado David (espectacularmente protagonizado por
Michael Fassbender), quien se dedica a estudiar lenguas antiguas durante los
dos años de la duración del viaje, y de forma muy desconcertante (y al parecer
por ninguna razón en particular, a parte de curiosidad morbosa) utiliza una
tecnología que le permite ver los sueños de la Dra. Shaw mientras ésta se
encuentra en el estado de stasis. Cuando llegan a su destino, la tripulación
compuesta principalmente por varios científicos se encuentra con un planeta
desolado, pero con obvias señales de que alguna vez hubo vida inteligente.
Es en este momento que comienzan los problemas, tanto para la tripulación que se encuentra en un planeta que resulta ser mucho más hostil de lo que imaginaron, como para la audiencia, que es bombardeada con tantos eventos ilógicos y subtextos empapados de simbolismos de mitología griega y cristiana que resulta casi imposible saber si debajo de todo esto existe una historia coherente.
Prometheus se va en mil tangentes sobre el
origen extraterrestre y artificial de la humanidad, al igual que el origen de
la criatura de la serie original, y hace muchísimas preguntas filosóficas y
cuasi-religiosas que no es capaz tan siquiera de tratar con madurez, mucho
menos contestar. Intenta explicarnos demasiadas cosas de la serie original que
no necesitaban explicación, mientras que deja demasiados cabos sueltos que
realmente requerían ser resueltos si el director deseaba hacer una película con
alguna pizca de lógica interna. Ridley Scott parece que sigue enchismado con el
hecho de que a James Cameron le dieron el contrato (y el presupuesto) para
hacer la secuela de Alien (generalmente reconocida como la mejor de las cuatro), por lo que
desea regresar nuestra atención a los misterios de la primera película y
explicarlos, como en un intento de establecer que ese mundo le pertenece, que
merece derechos de autor y que por subsiguiente merece apoderarse del control
canónico. Es obvio al final de la película que tiene intenciones de hacer una o
más secuelas. Desea intencionalmente crear una serie paralela y propietaria
para hacerle competencia a una serie clásica que nunca fue planificada como
tal.
La
lección de Prometheus es la siguiente: en el cine, algunas cosas son planificadas; pero la
magia está en los accidentes, aunque sólo con suerte saldrá bien. No se puede
planificar una saga como la de Alien. La profundidad filosófica de la serie nace
de forma orgánica cuando se contrastan las visiones de los diferentes directores
a través de los años. Además, como cualquier película, lo más importante es el
guión. Todo lo demás es flexible. Fue lo que permitió que Alien nos fascinara con su concepto
intencionalmente carente de certeza, de nunca tener idea de lo que está ocurriendo.
En Prometheus
ocurre lo mismo- nunca sabemos lo que está ocurriendo, pero no es intencional y
resulta absolutamente frustrante. En ciencia ficción (y más cuando se tiene un
gran presupuesto), es demasiado fácil distraerse con la capacidad de hacer que
la visión imaginaria se haga realidad y creerse dios; envolverse en la belleza
de la imagen y olvidar que la película tiene que ser coherente. Alien retaba a la audiencia, con
pequeños bocados inteligentes que nos aterraban mientras nos llenaban de una morbosa
fascinación, haciéndonos cómplices de la imagen grotesca y obligándonos a
cuestionar la naturaleza de nuestra propia humanidad. En cambio, Prometheus nos empuja por la garganta un
emplegoste de conceptos filosóficos superficiales ya masticados, haciéndonos
cómplices del ego de Scott y obligándonos a cuestionar si – luego de ser
asfixiados por un animal que sangra ácido y deposita sus huevos en nuestro
pecho – tal vez hubiese sido mejor morir por causa de explosión pectoral, antes
que exponernos a esta película.
¡¿Por qué no fui a ver Moonrise Kingdom?! |