miércoles, 9 de diciembre de 2009
Hollywood on acid
http://www.youtube.com/watch?v=flfB4PGBHhE
sábado, 21 de noviembre de 2009
As imagens da favela no cinema nacional brasileiro
Na primeira fase, a Leite descreve uma idealização da favela onde Nelson Pereira dos Santos retrata todos os favelados como gente pobre. E é verdade, no filme dele do ano 1955 a gente percebe uma distância entre o diretor e o povo favelado. Mesmo se Pereira dos Santos tentou fazer um filme social ou de compromisso, acabou idealizando a imagem dos pobres porque eles foram representados como seres marcados pela sua condição. “Os pobres são assim por causa da pobreza, não porque eles quiseram ser assim” diria o Nelson. Então, todo pobre é maldito. A Leite explica: “Tributary to the representation of the ‘national’ and the ‘popular’ in the political imaginary of the era, the film [Rio, 40 graus] idealises the favelas and territorialises poverty and popular culture” (153). Além disso, o morro se vê então como um espaço homogêneo coberto pela violência e pela pobreza.
Nos filmes mais novos, “Orfeu” e “Cidade de Deus”, a imagem da favela é diferente. Tanto o Fernando Meirelles quanto o Carlos Diegues se preocupam pelo ambiente complexo da favela. Por um lado, eles tentam retratar o aspecto positivo da mesma com figuras como o músico Orfeu e o fotógrafo Buscapé. As duas figuras são apresentadas no centro dos filmes como figuras de redenção; o Orfeu que não precisa das armas para ser famoso, e o Buscapé que também não tem que procurar no narcotráfico para sobreviver. Aqui pode se perceber, além disso, um certo otimismo na cabeça dos diretores. Eles escolhem os protagonistas dos seus filmes e nesse caso não são os narcotraficantes, são as personagens que tem um oficio nobre, uma boa profissão. Esse fato faz que o público preste mais atenção às boas personagens e a falar sobre a possibilidade de superação das pessoas da favela. No mesmo tempo, desmente a idéia geral da favela onde todo o mundo é ladrão. Também, para quebrar com o preconceito da favela homogênea, “Orfeu” apresenta o candomblé da personagem da Dona Conceição (mai do Orfeu) por um lado, e no outro, Seu Inácio, pai evangélico do Orfeu. Pode se ver aqui, que tem as duas crenças na mesma família. Então, a favela não é um grupo homogêneo do candomblé, tem muitas religiões lá.
Mesmo assim, alguém poderia falar que os filmes “Orfeu” e “Cidade de Deus” reproduzem os preconceitos da favela violenta e do mundo do narcotráfico. E tem razão. No “Orfeu”, a figura do Lucinho está no mundo das drogas e seu grupo é violento. No filme “Cidade de Deus”, por outro lado, também tem muitas atitudes violentas nas figuras do Zé Pequeno e do Cenoura. E no final dos filmes, tem muitas mortes. Orfeu, Eurídice, Lucinho, Zé Pequeno, Mané Galinha, e muitas personagens morrem em ambos filmes. Mas dentro deste mundo ruim, a gente pode ver que a maldade não pode ser polarizada. Tudo não é branco ou preto, tem cinza. O Lucinho, por exemplo, ajuda o MJ e da remédios para as famílias da favela. É assim como a figura má também tem coisas boas. E, lá acima de tudo, as presenças do Buscapé, Orfeu e MJ são inegáveis como figuras alentadoras. O Buscapé virou fotógrafo, o Orfeu músico e o MJ pintor, não narcotraficantes.
Segundo o dito, hoje mudou a imagem da favela que se tinha nos anos cinqüenta e sessenta. Tanto Cacá Diegues quanto Fernando Meirelles, tentaram se adentrar nela fazendo entrevistas no primeiro caso, ou retomando as histórias do livro de um favelado, Paulo Lins, no segundo. Nesse intento ambos diretores conseguiram apresentar uma nova favela, longe da favela idealizada das décadas anteriores. Nos anos sessenta, os diretores tinham uma ideia da favela “comunitária”, homogênea. Hoje, essa imagem mudou. Assim concorda a Márcia Leite: “On the cinema screens they [the favelas] are beginning to be seen as heterogeneous realities, internally multifaceted, polysemous and polyphonous” (151).
1. LEITE, Márcia Pereira . The favelas of Rio de Janeiro in Brazilian cinema (1950 to 2000). In: VIEIRA, Else R. P.. (Org.). Vieira, Else R. P. (org.). City of God in Several Voices: Brazilian Social Cinema as Action. Nottingham, CCCP: Critical, Cultural and Communications Press, 2005, v. , p. 149-165.
viernes, 2 de octubre de 2009
Fassbinder y su tercera generación
Conocemos de sobra que el amigo televisor nos acompaña a todos lados que vamos: a las salas de espera, a las cafeterías o lavanderías, a los museos, a la plaza del mercado, a las fiestas en los apartamentos o al restaurante mexicano. El sonido que producen estos aparatos multi-presentes muchas veces se vuelve un ruido blanco, una estática sonora sin sentido, eso sí, constante y serena como una canción de cuna. En la televisión todos dicen cosas, parlotean sin control, sancionan, declaman y entonan canciones que a todas luces no nos importan. El televisor llena los cuartos de emociones vanas y de un brillo luminoso que baila en la oscuridad.
La tercera generación de Rainer Werner Fassbinder esta llena de televisores con programas encendidos que nadie ve pero que a ninguno de los personajes molesta. El ruido blanco acompaña como un chaperón a este grupo enajenado y radical. El ejemplo máximo es esa magnífica escena coral en la cual una reunión se convierte en una cacofonía en donde simultáneamente tocan canciones en la guitarra, ven un programa de entrevistas, escuchan música, se leen libros en voz alta y tratan de coordinarse. El mundo que retrata Fassbinder en el 1979 es el mundo cuya lógica mediatizada ahora tiene su cima en las grandes pantallas epilépticas de Times Square o la programación por cable.
Estos amigos torpes e intelectualoides han embrutecido al descubrir que sus intereses mentales, culturales y políticos ahora son parte de un mercado bien establecido que condensa en anuncios su vitalidad. Estos dandies y mujeres fatales de Alemania están convencidos que con volverse terroristas lograrán colmar un vacío que se ha vuelto tan común como el vecino más cercano. La apuesta por un mundo mediocre que hacen los PJ Lurtz o sea, los responsables de las grandes empresas y la publicidad, ha convertido nuestras mentes en un conglomerado de mensajes confusos e incoherentes que no llegan a ningún sitio y que nos imposibilitan reaccionar con cordura y estrategia.
Fassbinder fue un director visionario por que su film de hace treinta años ahora es más pertinente que nunca. Esta es una tercera generación por que se ha degenerado. Ha perdido sentido, sensatez y audacia. Esta generación de terroristas trata de encontrar la diversión, el efímero momento de la adrenalina. Estos personajes burgueses con sus preceptos cínicos han perdido el placer del pensamiento, el placer del debate político. Su visión política se imprime en una gruesa capa de banalidad y estupor. Fassbinder satiriza la imagen del revolucionario posmoderno disfrazándolo de drag queen, de payaso y de perro. Esta es una generación que inclusive con ametralladoras tiene mala puntería. No acierta ni logra ser coherente, organizada, secreta o clandestina. Como esos televisores y grabadoras que no paran de hablar, se delata a si misma, se aniquila en su propio juego.
miércoles, 8 de abril de 2009
Más allá de nuestra escopofilia…
Aquí, la perspectiva de un conocido experto en temas de pobreza sobre un filme harto discutido en este blog, pero que me pareció interesante.
Charlie
fuente: http://www.periodismosocial.org.ar/notacompleta.cfm?id=3774
El Oscar fue para los niños pobres
Bernardo Kliksberg (*)
La película SlumDog Millionaire, recibió ocho Oscares 2009 de la Academia de Hollywood. No tuvo publicidad, ni ninguna estrella importante entre sus actores, y fue hecha con recursos muy modestos. ¿Cuál fue el secreto del éxito de este humilde film indio?
En primer lugar llevó a audiencias masivas a un mundo que no conocen, el de los niños pobres. Jamal, Salim, y Latika, tres huérfanos, son la realidad de la infancia de muchos niños de la India, y otras áreas. Su madre fue asesinada, su subsistencia miserable revolviendo basura, su caída en el infierno al ser robados por una banda que quita los ojos a otro de los niños para que pueda mendigar con “más eficiencia”, su explotación por una mafia criminal, la complicidad de las autoridades, la sordidez abrumadora de su infancia, son vida cotidiana. En la India, el 46% de los niños menores de tres anos están desnutridos.
El paisaje humano de SlumDog tiene semejanzas con el de la célebre película brasilera “Estación Central” que también ganó el Oscar. Filma el hall de la estación central de ferrocarril. Una ex maestra está sentada allí escribiendo cartas para los pobres, y analfabetos. A ella llega un niño cuya madre termina de ser matada por un auto, y está solo en el mundo. Lo alberga para venderlo a una banda de traficantes de órganos y comprarse un televisor. La mala conciencia la hace después rescatarlo.
En ambos casos hay un “final feliz”. La realidad no es así. La inmensa mayoría de los niños pobres no ganarán nunca un concurso que los hará millonarios, ni los que entregan niños a las mafias se arrepienten después. Anualmente mueren 10 millones de niños por causas evitables vinculadas a la pobreza.
Las respuestas existen. 3 de los 10 millones, mueren por neumonía. Con 0.35 centavos de dólar tendrían los antibióticos necesarios. 2 millones mueren por malaria. Una red mosquitero que sale 5 dólares la reduciría, 300.000 mueren por sarampión, la vacuna sale 0.30 centavo de dólar.
América Latina es parte de esta problemática. Mueren 30 niños de cada mil antes de cumplir 5 años de edad, frente a 3 en Suecia. En un Continente que produce alimentos para más del doble de su población actual, el 16% de los chicos sufre de desnutrición crónica. Por la altísima inequidad no tienen acceso a ellos. Hay 18 millones de niños menores de 14 anos que se ven obligados a trabajar. Muchos lo hacen en los basureros, en las minas, en los campos, superexplotados, y en riesgos graves de salud. Abandonan la escuela. Sólo uno de cada dos niños de la región termina la secundaria. Después sin secundaria, no van a conseguir trabajo. Uno de cada cuatro jóvenes latinoamericanos está fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. Estas expulsados de hecho por la sociedad. En la desesperación pueden ser tentados por la delictualidad.
En una encuesta reciente, sólo el 41% de los latinoamericanos considera que en la región se respeta la dignidad de los niños.
Cómo llegar a un “buen final” en esta región no sólo en la pantalla sino en la realidad. Se necesitan políticas públicas que protejan a las familias pobres, aseguren educación y salud universal, y creen oportunidades de trabajo para jóvenes excluidos. En lugar de rechazarlos hay que tenderles puentes.
Hay experiencias de la sociedad civil que han roto terminantemente el mito de que por ejemplo los niños más sufridos de América Latina, “los niños de la calle” no son redimibles. Desde la mala conciencia se dice con liviandad, que son “niños malos”, están en la calle porque quieren. Nada que ver con la realidad. Son niños excluidos. Su familia se desarticuló por la pobreza, son rechazados por la escuela, la sociedad hace muy poco por ellos. En Honduras se mostró que el 60% sufría de un mal que no es para niños, depresión. Un porcentaje se suicidaba. En la Argentina, Caritas, la Red Social, la AMIA, Periodismo Social, hacen mucho por ellos. Una organización silenciosa “Las mujeres del Anden” trabaja en la provincia de Buenos Aires, con los que viven en las estaciones de trenes. Otra, “Nuestros Hijos” creada por Jabad Lubavtich, en experiencia que documento la Unesco por su valor para la región, ha rescatado el 98% de todos los niños en riesgo que recogió.
En América Latina, y en la Argentina, no basta sentarse en el cine a ver el nuevo Oscar. La cuestión es que hacemos después de verlo.
Esos chicos, están entre nosotros. Basta de racionalizaciones, es hora de reconocer su presencia como un escándalo ético, a cuya solución todos podemos aportar ya.
(*)Asesor Principal de la Dirección de la ONU/PNUD para América Latina. Su más reciente obra escrita con el Premio Nobel de Economía Amartya Sen, el best seller internacional “Primero la Gente” (nueva edición, Temas, Buenos Aires, 2009).
miércoles, 18 de febrero de 2009
What's the movie about?: Husbands, an epilogue...
Husbands (1970), ciertamente una de las películas más intensas e incomodas que he visto, y no por ello menos genial, en esta entrevista parece cobrar vida nuevamente. Aquí lo que parecería ser una escena perdida. Traten de ver la entrevista completa, tiene momentos de gran lucidez, ironía y hasta de vergüenza ajena. En fin, Cassavetes. Enjoy (?)...
jueves, 12 de febrero de 2009
Woody, qué nos haríamos sin ti
Alvy Singer: [to audience] Whaddya do when you get stuck in a movie line with a guy like this behind you?
Man in Theatre Line: Wait a minute, why can't I give my opinion? It's a free country!
Alvy Singer: He can give it... do you have to give it so loud? I mean, aren't you ashamed to pontificate like that? And the funny part of it is, Marshall McLuhan, you don't know anything about Marshall McLuhan!
Man in Theatre Line: Oh, really? Well, it just so happens I teach a class at Columbia called "TV, Media and Culture." So I think my insights into Mr. McLuhan, well, have a great deal of validity!
Alvy Singer: Oh, do ya? Well, that's funny, because I happen to have Mr. McLuhan right here, so, so, yeah, just let me...
[pulls McLuhan out from behind a nearby poster]
Alvy Singer: come over here for a second... tell him!
Marshall McLuhan: I heard what you were saying! You know nothing of my work! You mean my whole fallacy is wrong. How you got to teach a course in anything is totally amazing!
Alvy Singer: Boy, if life were only like this!
lunes, 2 de febrero de 2009
juguito con sabor a indignación
Dirigida por Eran Riklis y protagonizada por Hiam Abbass, "Los limoneros" es un trago amargo rico. Es un mejunge de nostalgia ajena, desmoralizamiento y resistencia, con toques de caricias de mami cuando estás enferma; un conflicto de géneros y fronteras; una disputa de poderes inventados; una historia de amor imposible; una visión de lo que se puede ser y hacer cuando se saca la cabeza de debajo del agua emposada, y se respira el aire fresco.
Aquí la sinopsis, pa' que no piensen que na' más me gusta yuxtaponer adjetivos incombinables...
Salma, Hiam Abbass, vive en Cisjordania, justo en la frontera con Israel. Vive de cultivar y vender limones en el terrenito que heredó de su padre. Como si ser viuda y madre soltera no fuera suficiente jaleo, un día cualquiera llega el Ministro de Defensa de Israel, Doron Tavory, y se convierte en su vecino -éste vive en el lado judío, por supesto-. La primera gestión del nuevo vecino no es pedirle azuquita pa'l café, sino declarar los limoneros de Salma amenazas contra la seguridad nacional: "hay que cortarlos de raíz", supongo que es la traducción del hebreo.
Tan invasiva y abusiva es la gestión del Ministro de quitar los árboles, que hasta la mujer de éste, Rona Lipaz-Michael, se pone en el banquillo del equipo de Salma; CNN (según la peli) se ocupa de difundir el problema a nivel internacional; y los mismos soldados que vigilan a los limones, lloran de vez en cuando cuando los ven morir por falta de atenciones (¡y una llora con ellos también!)
Y claro que Salma es una mujer de armas tomar, por eso decide defender su plantación hasta llegar al Tribunal Supremo israelí (acción impensable para un palestino masculino hecho y derecho, imagínense para un ser que tiene vagina...más aún cuando de defender limones se trata). Para que su caso agrio y reinvindicativo tenga pepa, y para que las nenas gocemos más viendo la peli, Salma recurre a un abogado palestino, guapísimo, con quien obviamente se enreda (oye, que si hubiera sido sana la relación, nos hubiera gustado un poco menos la peli) y gracias a quien ella descubre que vivir está cool; que no sólo en el mar la vida es más sabrosa...pero sobre todo comprende que la autoridad es una invención estúpida, un mito urbano, y debe ser derrocada (¡y podemos sacarle el dedo también!).
Bueno que al final la película es buena y se da en un contexto histórico anormalmente perfecto: la represión desmesurada, injusta y salvaje del Ejército israelí contra Palestina. Que sí, pienso que la deben ver, así la próxima vez que se chupen un "lime frozen yogurt" se les quedará el sabor amargo de la indignación en los labios... a ver si así alzamos la voz.
domingo, 1 de febrero de 2009
Pequeña apología de Slumdog…
Para comenzar, tiene toda la razón cuando observa que la cinta se apropia de algunas características de—por qué no—“lo peor de bollywood”. Quizá debí haber sido un poco más claro en mi postura. A mi entender, esto, la selección de “lo peor”, es, precisamente, uno de los aciertos del filme.
El tipo de obra que es Slumdog sufre/goza de claros síntomas posmodernos, y esto tiene múltiples consecuencias.
1. Por un lado, el largometraje se predica con todo el propósito sobre una visión globalizadora—si se me permite—de la India. De nuevo, esta India, para los efectos, puede ser uno y muchos lugares a la vez. O sea el puente narrativo del contenido es un superfluo juego de “Who Wants to be a Millionaire?” en un país que dista por mucho del contexto social estadounidense que dio origen a este fenómeno mediático, pero que no obstante puede sumergirse de igual manera en esa fabula de amor/destino/esperanza que rige mucho de nuestras creencias o supersticiones como espectadores.
2. Danny Boyle es decididamente necio si pretende acomodarse en el Olimpo de directores indios serios (los cuales me arrepiento mil veces no conocer). Preferiría pensar que hasta por cierto decoro y respeto el susodicho se aleja de esa tradición. Con más razón, el director inglés merece una clasificación mucho más oportuna. Su trabajo se acerca más a la casta de directores que han osado entrar a hollywood manteniendo cierto cinismo, cruzando sus historias a través de la cuerda floja que es el kitsch. Paul Verhoeven, Brian De Palma y hasta el mismo Todd Haynes, a mayor o menor grado, representan casos de éxito en este ámbito—todos, en mi opinión, con mucha más consistencia en su carreras fílmicas que el director en cuestión.
3. Boyle, entonces, corre el riesgo que corre cualquier autor—en el sentido más burdo y práctico del término—que apueste al kitsch para vendernos una historia. He aquí el meollo ético del asunto. Las siguientes citas de Hermann Broch, severo crítico de este “arte”, que encontré en un blog pueden aclarar a lo que voy:
“La esencia del Kitsch es la confusión de lo ético y lo estético, el kitsch no quiere producir lo ‘bueno’ sino lo ‘bello… el kitsch anhela… clichés prefabricados… huimos de la realidad en busca de un mundo de convenciones fijas… El kitsch crea la atmósfera de seguridad que la sociedad exige.”
Aunque estas sugerencias persiguen desacreditar este “arte”, bajo el crisol posmoderno (palabra mentada pero necesaria) conseguimos otro resultado. Desde luego podemos—debemos—preguntarnos, si esta “superficial” y globalizada visión de India, evidente desde el inicio del filme, ¿es esto algo justo, malo o bueno? Pues la verdad no sé. Pero de la misma manera, sendos cuestionamientos éticos están a propósito ausentes en cuanto al contenido del filme; no así de su estética, como trataré de demostrar.
4. Esta pregunta que lanza Honduras es crucial: “¿Cómo alguien –digamos, un artista o artesano- puede ver cosas tan terribles, o mejor dicho, basarse en cosas tan viscerales, y no desgarrarse al reproducirla en la pantalla?”
A partir de esta reflexión, mi camarada trae una observación muy importante: el nivel dramático que podría alcanzar el filme queda constante y consistentemente desarticulado. Su montaje y puesta en escena desdramatizan momentos importantes; situaciones desgarradoras pierden su intensidad moral. Sin embargo, he aquí, en mi opinión, otro de los aciertos del filme.
Volvamos a la desdramática muerte de la madre, escena importante para comprender el punto que expongo. De paso, no viene mal la alusión a Rambo (la última de la saga) para trazar una clara diferencia ética en ambos filmes, y que a su vez ilustra la utilización del kitsch como vehículo de forma en Slumdog.
Esa representación distanciada y poco visceral de la violencia que logra el director inglés hasta cierto punto suspende cualquier ética falsa à la Rambo, y presenta en cambio, una moral mucho más objetiva. No se le persuade al espectador que sufra la pérdida de la madre del personaje a través de la explotación de la escena inherentemente desgarradora; por contrario, en un caso ideal, se le obliga a preguntarse, ¿por qué esto pasa casi por desapercibido? ¿En qué mundo me encuentro en donde el violento asesinato de una madre o la tortura infantil ya no hacen mella, y en donde, además, estos actos son ya tan normales como respirar?
Finalmente… Por estas razones antes dilucidadas, creo entonces que Slumdog está más cerca en su forma de I’m Not There (2008) —mil veces superior—que de cualquier propuesta dramático-poética de Tarkovsky—aunque quizá más cerca de Michael Bay, jeje.
Habiendo dicho esto, al igual que a mi compañero, todavía no entiendo el impulso ni el atractivo a nivel de taquilla y crítica, ni mucho menos las nominaciones al oscar. Me sorprenden. De hecho, siempre pensé que la reacción más lógica al filme era la que tuvo Honduras. Aunque si de algo estoy muy seguro es que Slumdog no le conmovió los pelos púbicos a nadie. Para eso hay otra rama del buen cine.
jueves, 29 de enero de 2009
Slumdog Millionaire: una de las peores nominaciones a los Oscar!!!!!!!!!!!!!
Seré breve, conciso y mordaz:
La última película de Danny Boyle me parece una de las peores nominaciones a los oscares en años, un robo, y un cerote hipnótico. Yo, que no me siento ser un espectador moralista, me sentí indignado con este film tan terrible. Aclaro, mi crítica es mayormente con el contenido de la peli, pero igual, no me limitaré a esto.
Hace mucho tiempo que no veía una peli me provocara querer irme del asiento. (La última fue A perfect couple, de Bob Altman). Ni siquiera la última película de la saga de Rambo, me irritó tanto ideológicamente, ni me hizo sentirme robado. Coincido con Charlie, en que está película hace una apropiación, pero no de un lenguaje, sino de algunas características de un cine Bollywoodense: lo peor de bollywood. Simplemente esta película sería una pesadilla y una ofensa para cineastas indios serios como Satyajit Ray, Mira Nair, Mrinal Sen, Apar Sen, Mehboob Khan, etc, etc, etc, es decir cinestas-raices, cineastas que profundizan, que si se ensucian las manos, no como Boyle que se queda en lo superficial, que no se adentró realmente en lo que podía ser una visión personal de la india.
Con esto último, cualquiera me podría refutar, me podría decir, que la película no es acerca de la india; pero es que no puedo olvidar el contexto donde está hecha. Esta es una película de amor (y su impacto sobre el destino) en la india. Esa historia de amor pudo haber sido contada en cualquier otro sitio. Hubiese sido mejor que se quedara en su querida Londres, o en NY, para contar esta historia, terriblemente urdida con una mirada folklorista, colonizadora. Para colmo el tipo es ingles.
Parece que Boyle necesitaba del exotismo de la india para hipnotizar aún más al público, con su video clip de casi dos horas. Dos horas rayando en lo insoportable. Que terrible.
Admito que tiene una buena manufactura, que su fotografía es buenísima (aunque me parece que Blindness le come el culo, en cuanto a la aplicación de la forma a un contenido), pero el montaje de esta película deja mucho que lamente. Me parece que estamos ante un cineastas que es o muy inseguro de sus planos, o que tiene miedo de aburrir al espectador – como la inmensa mayoría de los cineastas de Hollywood. La escena en que muere la madre de los chicos, a un nivel dramático, me parece terrible, no me conmovió ni un vello púbico. Los tempos que forman esa escena no eran los adecuados. Si bien, el guión tiene episodios que a un nivel dramático tenían mucha fuerza, el montaje y la puesta en escena, desdramatizan y vuelven todo algo muy superficial. Hubiese sido hermoso que Boyle tomara uno o dos de estos episodios con los niños, y lo explotara a un nivel dramático-poético, pero lo que hace este cineasta es querer salir rápido de las escenas, como si no les diera ninguna importancia. Todo se vuelve fútil. Las únicas partes en que logro una tensión en mi fueron las partes del programa de televisión, en las cuales los planos si tenían los tiempo que necesitaba yo como espectador para conmoverme. Igualmente la presencia ominosa de las casualidades de esta historia de amor, realmente no me convencía; no me convencía las casualidades que justificaban el conocimiento de Jamal.
La banda sonora es una de las cosas más terribles que he escuchado desde Tainos. Vaya terrible popurrí para un videoclip.
Desacuerdo con Chemi cuando dice que esta peli es un desafío para los espectadores pasivos (creo que algo así escribió). Esta peli es puré de papa, Herber, papas majadas para cualquiera de mis dos abuelitos muertos. Y por favor, ¿qué innovación del uso del flashback tiene este tipo –pinga, me encabron!!!!-? En fueron más creativos: Tarkovski con el Espejo, Antonioni con Passenger, Allen con Desconstruyendo a Harry, en fin, Chemi sabrá más de esto que yo.
Pregunta ¿Qué hace a Boyle autor, el uso barroco y casi forzado de la mierda en sus películas? Para hacer mierda, prefiero a Michael Bay. Para bien o mal, el cabrón es más autor que Boyle -les puedo dar razones si las quieren.
Y termino con otra pregunta estúpida pero menos hiriente: ¿Cómo alguien –digamos, un artista o artesano- puede ver cosas tan terribles, o mejor dicho, basarse en cosas tan viscerales, y no desgarrarse al reproducirla en la pantalla? ¿Cómo no hacerle justa
Por esto no estoy diciendo que la historia de amor se eliminase, al contrario, hubiese sido bueno que la reforzase con una mejor representación de la india. A lo mejor así, me hubiese tocado la fibra y no odiaría tanto esta película.
He terminado, sin brevedad, ni concisión, pero si con mordacidad.
Wendy & Lucy (!!!)
This (New) American Life
By A. O. SCOTT
Published: December 10, 2008
Kelly Reichardt’s latest film, “Wendy and Lucy,” is 80 minutes long — it would fit inside Baz Luhrmann’s “Australia” twice, with room to spare — and does not contain a superfluous word or shot. Like “Old Joy” (2006), Ms. Reichardt’s modest and critically beloved second feature, “Wendy and Lucy” takes place mainly outdoors and registers the natural beauty of the Pacific Northwest with unostentatious affection.
Instead of a musical soundtrack there is, for the most part, the sighing of the wind in the trees, the rumbling of freight trains and trucks and, sometimes, the absent-minded humming of Michelle Williams, who plays Wendy, a young woman drifting through Oregon and Washington on her way to Alaska.
The Northwestern setting might put you in mind of a story by Raymond Carver, whose clean-lined prose has something in common with Ms. Reichardt’s reserved and attentive shooting style. At first glance “Wendy and Lucy” looks so modest and prosaic that it seems like little more than an extended anecdote. A young woman pauses on her journey in a nondescript, weary town and encounters a run of bad luck, some of it brought about by her own bad decisions. Her car breaks down. She is arrested for shoplifting. Her dog goes missing.
But underneath this plain narrative surface — or rather, resting on it the way a smooth stone rests in your palm — is a lucid and melancholy inquiry into the current state of American society. Much as “Old Joy” turned a simple encounter between two longtime friends into a meditation on manhood and responsibility at a time of war and political confusion, so does “Wendy and Lucy” find, in one woman’s partly self-created hard luck, an intimation of more widespread hard times ahead.
This movie, which was shot in August 2007 and made its way through various international festivals before arriving in Manhattan on Wednesday, seems uncannily well suited, in mood and manner, to this grim, recessionary season. We may be seeing more like it, which I suppose would be a silver lining of sorts.
Ms. Reichardt, quietly establishing herself as an indispensable American filmmaker, explores some paradigmatic and contradictory native themes: the nature of solidarity in a culture of individualism; the tension between the lure of the open road and the longing for home; the competing demands of freedom and obligation.
But these lofty ideas — the same ones that animated Sean Penn’s “Into the Wild,” another movie about a young person’s trek toward Alaska — are grounded in an unyielding material reality, subject to the remorseless logic of the cash nexus. The most expressive, most heartbreaking moment in “Wendy and Lucy” involves a small sum of money changing hands, a gesture that encapsulates both Ms. Reichardt’s humanism and her unsentimental sense of economic reality. Whatever big dreams may be driving Wendy, her mind is necessarily focused on dollars and cents.
Ms. Williams, always a thoughtful, risk-taking actress (see everything from “Brokeback Mountain” to “I’m Not There” to “Synecdoche, New York”), here expunges all traces of movie star glamour, dressing in brown, knee-length cut-off shorts and a shapeless blue sweatshirt, and framing her delicate, slightly elfin face with drab dark hair. Wendy’s manner is wary and diffident, and she calculates the dangers and possibilities of every encounter as if she were counting out pennies and dimes. She confronts a casually indifferent, intermittently compassionate world with an attitude that seems at once independent and helpless. Contemplating the final leg of her journey, which began in Indiana, Wendy is resilient and determined. Also lost, terrified and alone.
Except, that is, for Lucy, the yellow-brown mutt who is her companion, her responsibility and one of the few fixtures in Wendy’s mobile, minimal world. She has, in addition to her dog, an old Honda Accord, a money belt and a notebook in which she carefully records mileage and expenses. Her plan is to find work in a fish cannery, maybe in Ketchikan.
“I hear they need people up there,” she says. It’s a plain and practical statement that is also terribly sad in its implications. Apart from Lucy, there may not be anyone else who needs or wants Wendy.
When Wendy calls her sister back in Indiana from a pay phone, the sister is curt and suspicious, expecting a request for money or assistance. Some of the strangers Wendy meets are a little more generous and encouraging, but always within the constraints of their own circumstances. A parking lot security guard (Walter Dalton) becomes the closest thing she has to a friend, but only after he has shooed her off the premises. A mechanic (Will Patton) knocks a few dollars off his towing fee and gives her the benefit of his automotive expertise, which may hurt more than it helps. With one exception — a young supermarket worker (John Robinson) who insists on strict enforcement of the store’s zero-tolerance policy toward shoplifters — people give Wendy a break when they can.
Ms. Williams and the filmmakers (Ms. Reichardt wrote the screenplay with Jon Raymond, from whose story “Train Choir” “Wendy and Lucy” is adapted) refrain from making too overt a play for our sympathy. Like the locals Wendy encounters, we don’t know enough about her to form a clear judgment, and we may subject her to our own doubts and prejudices.
I think the film’s neutral, nonexpository style encourages this, allowing the more conventional-minded among us to wonder if driving to Alaska is really the best idea, or to question the wisdom of other aspects of Wendy’s plan. Disapproving of Wendy’s choices is one route to caring about her, which in turn leads to some difficult, uncomfortable questions. What would any of us do in her situation? What would we do if we met someone like her? How can we be sure we haven’t?
What will happen to her? The strength of this short, simple, perfect story of a young woman and her dog is that this does not seem, by the end, to be an idle or trivial question. What happens to Wendy — and to Lucy — matters a lot, which is to say that “Wendy and Lucy,” for all its modesty, matters a lot too.
miércoles, 28 de enero de 2009
Resumen del 2008 en Claridad
Cine
Chemi González/Especial para En Rojo
Puerto Rico • 29 de enero al 4 de febrero de 2009
1. The Diving Bell and the Butterfly (Julian Schnabbel)- La más hermosa y profunda reflexión acerca de la muerte vista en el cine en los últimos años. Pero un segundo vistazo no nos la confirma como una película sobre la muerte, sino más bien un homenaje a la esperanza, la memoria y la imaginación como los motores que nos permiten seguir viviendo. Basada en la historia real de Jean Dominique Bauby, con una impresionante fotografía de Janusz Kaminski.
2. Eastern Promises (David Cronenberg)- Cronenberg es como el vino y cuanto más envejece mejor se pone. En éste su décimoquinto largometraje se encuentran básicamente al menos 3 ó 4 de las secuencias más impresionantes de su cine y demuestra un pleno dominio del medio cinematográfico que muchos quisiéramos lograr, pero sólo unos pocos pueden alcanzar. Un magistral Viggo Mortensen completa el banquete más cinematográfico del año
3. Persepolis (Marjane Satrapi/ Vincent Paronnaud)- Satrapi adapta su propia novela gráfica en animación blanco y negro en una adaptación cinematográfica exquisita para los ojos y abundante para los sentidos. Un viaje por la historia moderna iraní vista a través de “Marji” quien crece a la par con importantes hechos en su país y luego como mujer los siente en carne propia al convertirse en inmigrante.
4. Rachel Getting Married (Jonathan Demme)- Las 3 películas anteriores fueron estrenadas originalmente en 2007, pero sin duda ésta- al menos de lo visto hasta -ahora representa la mejor película del 2008. Al morir Robert Altman, Demme heredó su trono como el mejor cineasta estadounidense actualmente en ejercicio-al menos en opinión de quien esto escribe,- opinión que sé tendrá muchos detractores . Buena prueba de ello es este filme, una oda precisamente “Altmaniana” a la reunión de una familia disfuncional muy gringa, con el propósito del casamiento de su hija pródiga.
5. I´m Not There (Todd Haynes)- Haynes sigue destacándose como uno de los cineastas posmodernos por excelencia. Aquí realiza su ejercicio más complejo, retador y en muchas ocasiones errático hasta ahora, pero el resultado es fascinante. Contar a través de 5 personajes que son y no son Bob Dylan, la historia de este icono que literalmente cambió la manera en que la humanidad percibía la música popular por medio de sus ya clásicas canciones, que son retrato vivo de varias generaciones. Los 5 Dylan tienen su encanto, pero Cate Blanchett es quien más queda en la memoria.
6. Wall E (Andrew Stanton)- Rápidamente este filme ha sido considerado casi unánimemente como una de las grandes películas animadas de la historia del cine. Y no es para menos, ya que por tantas razones, desde su impecable animación de una belleza visual hasta ahora inaudita en las producciones del estudio Pixar hasta por su serio planteamiento de protesta hacia las grandes corporaciones que acaban con nuestro planeta, esta joyita no cesa de impresionarnos.
7. There Will be Blood (Paul Thomas Anderson)- Este cineasta, en mi opinión prematuramente alabado, por fin encuentra voz propia después de intentar demasiado ser Robert Altman en sus anteriores trabajos. Aquí, siguiendo la historia del ambicioso Plainview (un Daniel Day Lewis que ganó un merecidísimo Oscar por su trabajo aquí) que antepone todo, incluso familia por su propia ambición, construye uno de los más complejos estudios de personajes vistos últimamente en el cine y a la vez hace un contundente comentario acerca de la codicia.
8. The Band´s Visit (Emar Kollrini)- Esta producción multicultural no es nada menos que una deliciosa comedia y una alegoría ante la falta de comunicación que reina en el planeta. La historia de una banda militar egipcia invitada a Israel a tocar en una actividad judía, termina por error llegando a un pueblo fantasma israelí, en donde tendrán que comunicarse en lengua extranjera y a la vez formar lazos inusuales, pero necesarios para poder sobrevivir su temporera convivencia.
9. Slumdog Millionaire (Danny Boyle)- El “feel good movie” del año no es nada menos que un singular asalto a nuestros sentidos y un reto constante a nuestra condición de espectador condicionado. Boyle nos lleva por todos los laberintos que puede soportar una narrativa convencional y a la misma vez nos hace salir tan contentos como podamos de una película que contiene alguna de las escenas de tortura y odio más desesperantes que se hayan visto en el cine reciente.
10. Sweeney Todd (Tim Burton)- Después de casi una década de traspiés cinematográficos- a pesar de que Charlie and the Chocolate Factory tuvo sus encantos- Burton regresa adaptando este musical con una puesta en escena en la que aparecen todos los elementos de su particular mundo sombrío con una madurez visual y un evidente crecimiento en su dominio del medio, pero en donde sus excesos volvieron a ser parte integral de su propuesta, no una distracción.
Las próximas 10: Vicky Cristina Barcelona (Woody Allen), Después del fracaso de Cassandra´s Dream, Allen vuelve a sus cabales con su mejor comedia en años, llena de su particular humor y dos excelentes actuaciones de Rebecca Hall y Penélope Cruz, Burn After Reading (Coen Bros), después de los triunfos obtenidos por No Country for Old Men los Coen descansan de la intensidad de dicho filme montando un disparatado festín en donde todo el mundo desde Frances MacDormand a Brad Pitt fue invitado, por no dejar de mencionar que tuvo el mejor final de cualquier película de este año, The Darjeeling Limited (Wes Anderson), Después de la fallida Life Aquatic, Anderson se redime, impartiendo su particular mezcla de humanismo y rareza a la historia de un improbable trío de hermanos en una misión espiritual en la India, Milk (Gus Van Sant), es un enfocado retrato del activista homosexual Harvey Milk (Sean Penn) con un excelente guión y buenas actuaciones en las que se destaca Josh Brolin como el “villano” de la historia, Elegy (Isabel Coixet).
Después de su maravillosa The Secret Life of Words, Coixet nos entrega otro retrato sensible y sincero de un hombre mayor enamorado de una mujer enferma y menor, Starting Out In the Evening (Andrew Wagner), nos devuelve al mejor Frank Langella en el papel de un recluso novelista y escritor que sólo mantiene lazos con su hija y quien descubre nuevamente la cara hermosa y dolorosa del amor a través de una joven estudiante que realiza una tesis sobre él, Changeling (Clint Eastwood), es la más débil de las películas recientes de Eastwood, eso es lo único que hay que reprocharle a este filme que retrata con el siempre pelicular detallismo Eastwoodniano, una época- los años 20- y una historia, The Visitor (Thomas MacCarthy), resultó una sorpresa agradable: una película que resalta la importancia de la tolerancia racial en tiempos particularmente intolerantes, con otra acostumbrada actuación magistral del siempre poco apreciado Richard Jenkins. The Dark Knight (Christopher Nolan), quizás pasará a la historia como la última película del malogrado Heath Ledger, pero lo cierto es que aparte de su excelsa interpretación, Nolan seguía con su sombría, compleja y torturada reinterpretación del clásico héroe encapuchado y Charlie Wilson´s War (Mike Nichols), que no será recordada como una de las grandes películas de Nichols, pero con suficiente de su humor siempre irónico y mordaz para constituir otro grato rato en el cine.
lunes, 26 de enero de 2009
Si algo debió quedar muy claro desde un principio para uno como espectador, es que esta película tiene su público, y no necesariamente es el de India. Justificadas las críticas o no, creo que el filme, estereotípica o no, nos trae la atención sobre situaciones muy serias que no sólo ocurre en Mumbai.
A pesar de todo comparto este artículo de sumo interés para los que vieron Slumdog.
http://www.time.com/time/arts/article/0,8599,1873926,00.html?iid=perma_share
Herzog y lo sublime
Quizás hablar hoy de Werner Herzog como uno de los grandes del cine podría parecer algo extremadamente obvio. Pero luego de ver su último documental titulado "Encounters at the End of the World" (2007) y producido para Discovery, vale la pena repetirlo. Y es que Herzog en este documental logra acceder a lo sublime con la imagen cinematográfica que retrata su viaje hacia el continente más oscuro y desconocido: Antártica.
Dos años después de su galardonado "Grizzly Man" (2005) en el que Herzog hace una especie de pastiche con los videos de Timothy Treadwell para reconstruir la historia de su vida y su tragedia, este aclamado director vuelve con la misma voz quebrada y tenue, distintiva por el inglés "alemanizado", para narrarnos la historia del continente helado. Su viaje parece inicialmente un embarque aventurero hacia “la conquista” de Antártica. Pero todo el que conoce el trabajo de Herzog esperará encontrar algo mucho más complejo y profundo que un mero retrato paisajista.
De más está decir que Herzog aprovecha la oportunidad para documentar un paraíso terrenal. Su película convierte este paisaje en uno edénico muy lejos de los tradicionales trabajos expositivos usualmente hechos para Discovery, y transformado por la narración seductora en tono grave y sigiloso que nos lleva por caminos remotos. Aquí la voz de Herzog es crucial al igual que en sus otros documentales. Es a través de ella que nos entregamos ciegamente y con plena confianza a las manos del guía. Sin ella otra sería la historia. Además de esto, “Este documental no es una historia tradicional de pingüinos”, dice el propio Herzog a principio, chiste que sugiere el enfoque distinto que le dará este director a su documental. Sí existen las imágenes “National geographic” como por ejemplo el volcán con sus fieles científicos, el desierto de nieve y las montañas colosales, el mar de pingüinos, el universo bajo hielo, etc. Sin embargo, cada imagen aparece con una historia detrás que la transforma, la revive y la resignifica. En la historia es que está la esencia.
El primer contacto con lo sublime aparece apenas comienza la película. Una de las primeras imágenes que vemos es la de la cámara submarina que retrata el universo bajo el glaciar. Afasia es lo que provoca este principio porque es de una belleza incalculable. Creo que se trata de esa belleza de la cual hablan los filósofos y que yo francamente nunca he logrado entender bien por ser demasiado abstracta. Específicamente, lo que sublima todo es el contraste de colores entre el azul submarino que no es ni celeste ni negro sino azul-violeta parecido al color que rodea las estrellas. Y en oposición, al subir a la “tierra”, el blanco perfecto de la nieve, mezcla de todos los colores, sublime en sí mismo, mágico, ostentoso. Ambos colores le adjudican a las imágenes un carácter prodigioso. De ahí, repito, su cualidad edénica y sobrenatural. Además, lo sublime aparece aquí a través del sonido que emiten las bestias marinas bajo el glaciar porque sus “quejidos” son música perfecta para un ritual. En esta caso, un ritual que conduce hacia el final del mundo.
El segundo momento sublime del documental se presenta con las entrevistas a los habitantes y trabajadores de Antártica. Y es que curiosamente Herzog logra convertir a cada entrevistado en una especie de héroe. Frente a la cámara, y guiados por las preguntas del director, sus historias de vida se convierten en experiencias insólitas. Son historias comunes y corrientes que dentro del contexto se transforman en únicas. Entrevista a escapistas, filósofos, lingüistas, técnicos de computadora, científicos, etc., cuyo carisma convence a cualquiera de dejarlo todo y emigrar hacia los glaciares. “I want to see the poet” le dice Herzog a uno de los científicos cuando lo va a entrevistar. Podríamos argüir que esta poesía, al menos en parte, es lo que le añade el carácter sublime a las historias.
El tercer y último momento sublime que discutiré aparece fuera de la película porque esta contiene un segundo
A letter to Werner Herzog: In praise of rapturous truth
by Roger Ebert
http://rogerebert.suntimes.com/apps/pbcs.dll/article?AID=/20071117/PEOPLE/71117002
viernes, 23 de enero de 2009
Slumdog Millionaire
Cualquiera puede ganar |
Cine | |
Chemi González/Especial para En Rojo | |
Si ha escuchado por ahí que Slumdog Millionaire, la mas reciente película del cineasta británico Danny Boyle es quizás el ¨feel good movie¨de este “oscar season” –a la usanza de lo que fue Little Miss Sunshine hace dos años atrás– no se equivocan. Ahora bien Slumdog es una película que bien reta el termino de lo que es un “feel good movie”. Hacía tiempo que no veía un filme con una conclusión tan clichosa, que funcionase porque quizás venía precedida de tanto elemento chocante e incómodo –de forma tan poco clichosa, esto no es una película “esperanzadora” del holocausto– en Slumdog Millionaire verá una masacre en los suburbios de Bombay, a un niño que le queman los ojos, a una niña a la que prostituyen desde temprana edad, a un joven al cual torturan incesantemente mediante descarga eléctrica. Y probablemente no saldrá tan contento de haber visto una película así en esta época navideña. A eso debe añadirle también que una de las escenas más graciosas del filme consiste en un niño que se cae a un pozo de mierda en la escena de humor escatológico más inteligente que se ha visto desde Borat. Sí, este filme logra un milagro casi nunca visto en las pantallas de cine últimamente. Un filme artístico que es a la vez accesible. Un “crowd pleaser” que será apreciado tanto por el espectador casual como por el cinéfilo mas empedernido. Danny Boyle es un caso extremo y complejo entre los cineastas contemporáneos. Desde que irrumpió en 1996 con una película que se convirtió en fenómeno, Trainspotting, –antes había hecho la muy efectiva Shallow’s Grave– su carrera ha sido tan diversa como errática, eso causado precisamente por esa misma diversidad. La inquietud artística de Boyle lo ha hecho explorar en la comedia estadounidense, A Life Less Ordinary, en el filme de zombies 28 Days Later, en el cine de ciencia ficción, Sunshine, vista en nuestras salas más temprano en el año y hacer filmes que ante los ojos de casi todo el mundo han sido sonados fiascos –The Beach–. Después de Trainspotting la única película realmente efectiva de Boyle en opinión de quien esto escribe es Millions, una candorosa historia de un niño que descubre una fortuna monetaria en el Londres que está punto de hacer el cambio económico de libra a euro. Curiosamente esa película fue escrita por Frank Cotrell Broyce, el guionista usual de otro cineasta inglés igualmente diverso, Michael Winterbottom, que si ha logrado un corpus efectivo de producciones que a primera vista no tienen que ver una con la otra. En aquel momento me cuestioné si el éxito de Millions y del enfoque unitario diverso del cine de Winterbottom se debía a los excepcionales guiones de Cotrell Broyce y determiné quizás que la genialidad de aquel filme se debía a que el guión de Winterbottom por fin dio enfoque al rico pero desenfocado universo de Boyle. Pero con Slumdog, que no está escrita por Cottrell Broyce sino por otro importante guionista inglés, Simon Beaufoy, Danny Boyle se reafirma como uno de los cineastas contemporáneos más importantes del momento. La historia comienza con Jamal (Dev Patel) un muchacho de los suburbios de Mumbay –conocidos normalmente como “Slumdog”–. Jamal desde niño ha tenido una vida poco privilegiada. Creciendo en los suburbios de Bombay es testigo del asesinato de su madre lo cual lo deja en la calle, junto a su hermano Salim para juntos sobrevivir como se pueda. Es así como se encuentran con la ganga local de mafiosos que utilizan niños para su conveniencia –desde la prostitución infantil, hasta para sus robos– Jamal y su hermano logran escapar todo tipo de vejaciones y torturas de la mafia local, pero son testigos de muchas. En medio de todo eso, Jamal y Salim conocen a la pequeña Latika, huérfana como ellos y también presa de las redes de la mafia. Jamal y Salim logran por fin escapar en un tren, pero Latika no logra alcanzarlos por más que Jamal –que se ha enamorado de ella– lo intenta. Ése es el punto de partida del personaje de Jamal, pero el primer encuentro que tenemos con su presencia es en una estación de policía donde al Jamal de 18 años están interrogando y torturando; la razón: su participación en la versión india del programa Who Wants to be a Millionaire? El que un joven “slumdog” como Jamal sepa todas las respuestas de un programa de televisión como ése, levanta obvias sospechas de parte del conductor del espacio televisivo (Anil Kapur) que al igual que Jamal también salió de los suburbios a llegar a ser una de las principales figuras de la televisión. Es por lo tanto entendible que Jamal, que está encaminado a convertirse en millonario, sea visto por el conductor como una posible amenaza que podría desvirtuar su propia rags to riches story. Es así que conocemos la historia de Jamal, la historia de cómo determinó las respuestas de todas y cada una de las preguntas nos lleva a la narrativa visual de los hechos, que incluyen desde una divertida secuencia en que Jamal y Salim se convierten en guías turísticos del Taj Mahal, hasta el reencuentro con el gangster que los torturó y abusó como infantes, y del cual Jamal, pero no Salim, vuelve a escapar y poco a poco vamos conectando el rompecabezas de la historia de Jamal: no es el ansia de fortuna ni la esperanza de salir del único mundo que conoce, el de ser “slumdog”, lo que lleva a Jamal a participar en el programa de televisión, sino su eterno amor por Latika (Freida Pinto), quien pudiera ser que estuviese viendo el programa. Es así que una historia tan clásica y trillada como la eterna búsqueda del verdadero amor –a toda costa y rebasando toda frontera– nos lleva a la construcción y variación de otra historia tan harto conocida, el rags to riches story, que aquí parece ocurrir por azar y al cual el mismo protagonista da tan poca importancia. Ése es uno de los elementos que hacen genial la propuesta de Slumdog Millionaire. Es verdaderamente fascinante la manera en que Boyle juega con tantos elementos conocidos y les da una nueva vitalidad y energía. Con su arriesgada puesta en escena, Boyle apuesta y triunfa al hacer un filme del cual no podemos despegarnos ni un solo momento, al estar todas sus imágenes cargadas de tanto dinamismo e inventiva. Boyle sabe cómo utilizar todos los elementos cinematográficos a su alcance –desde la kinética cámara de uno de los mejores directores de fotografía del cine actual, Anthony Dod Mantle, hasta el uso de una de las bandas sonoras más impresionantes del año. Todos estos elementos los pone en función de un filme que es como un laberinto complejo y divertido a la vez: muchas veces no sabemos a dónde Boyle nos llevará y en más de una ocasión terminamos en lugares muy diferentes a los que pensábamos que como espectadores íbamos a llegar. La gran sorpresa es que en vez de predisponernos como espectadores a que ocurrirá tal o cual cosa nos dejamos simplemente llevar. En una época en donde el cine predominante se ha convertido en formula conocida, en material de consumo para espectadores pasivos, es un verdadero regalo que algo tan inteligente como Slumdog Millionaire haya llegado a las pantallas de cine –algo que estuvo a punto de no ocurrir sino fuese por la aclamada acogida que tuvo el filme en el pasado festival de cine de Toronto–. Si la película, como ya se habla, es la próxima ganadora del Oscar a la mejor película, será una de las películas más extrañas que se hayan llevado dicho premio, pero será otra reafirmación de la Academia a que el cine tiene que cambiar con los tiempos. Definitivamente, Slumdog Millionaire propone nuevas lecturas de las dinámicas clásicas del cine y de la relación del espectador con dichas dinámicas. Bienvenidas sean. |
lunes, 19 de enero de 2009
bueno...
Mientras tanto, para todos ustedes una vez más... Afro Ninja 2:
http://www.youtube.com/watch?v=b_NQCTbvRnM
sábado, 17 de enero de 2009
Lo apolíneo y lo dionisiaco de Prosperos´s books
En resumen la trama es sencilla: Próspero, duque de Milán, mago y apasionado lector, ha sido desterrado junto a Miranda, su hija, por su hermano Antonio, el cual se apropia de su territorio –Milán-, unos de los cinco estados principales del territorio italiano del renacimiento. Próspero y Miranda, gracias a la ayuda de Gonzalo, un amigo fiel, logran sobrevivir en altamar, haciéndose compañía a la aventura con varios libros. Padre e hija, entonces niña, terminan varados en una isla desconocida, donde habitan varios seres mágicos: la bruja Sycorax, Ariel y Calibán. Gracias a su magia, Próspero libera a Ariel de una prisión hecha en el tronco de un árbol. Éste se vuelve fiel sirviente de Próspero en la isla. Pasa el tiempo y él junto a su hija, sus libros, viven rodeados del mar, esperando que algo pase para reclamar sus tierras. Próspero le ordena a Ariel que cree una tempestad terrible, con la cual pretende hundir el barco donde viajaba su hermano, junto a otros súbditos de éste. Aquí comienza su venganza. El barco se hunde y la tripulación queda separada en distintas partes de la isla. Cada grupo, cree lo peor del otro, sin saber que ninguno resultó mortalmente herido. Prospero continua dándole órdenes a Ariel por escrito, al cual le ha prometido la libertad. Gracias a sus artificios, Próspero hace que Miranda conozca a un naufrago, Fernando, el hijo del duque de Nápoles. Ella se enamora de él, como su padre lo tenía planeado. Mientras Calibán, también con sed de venganza, reúne a unos cuantos soldados borrachos de la embarcación hundida, y planea con ellos hacerle daño a Próspero. Al otro lado de la isla, Antonio, el duque de Nápoles y los demás súbditos, creen muertos a los otros, sufren terriblemente sus pérdidas y se creen varados para siempre. Miranda y Fernando se casan. Una vez esto, Próspero elimina la peligrosa presencia de Calibán de la isla. Ya solo le quedan su hermano y los demás para vengarse, pero cuando dispone terminar el plan, el Ariel conmovido por el sufrimiento de los otros, conmueve a su vez a Próspero, que al final perdona a todo, renuncia a sus libros, a su magia y libera a Ariel.
La dialéctica entre lo apolíneo (lo renacentista) y lo dionisiaco (lo barroco), se da tanto a nivel narrativo y visual, como en la construcción de los personajes, la puesta en escena y el montaje. Esto se da tanto en un nivel macro como micro. Próspero, por ejemplo, vendría siendo en esencia un personaje que representa, lo apolíneo, el humanista del renacimiento (claro, con tintes medievales, por lo de la magia como ejemplo). Si hacemos un découpage del personaje podremos profundizar un poco en este aspecto, y hasta encontremos características distintas a las renacentistas, como por ejemplo, la lengua, la manera en que éste se expresa y escribe, claramente barroca, llena de metáforas e hiperbatones. Es decir, su boca-mano, los instrumentos a través de los cuales formula su magia y se comunica, son de carácter dionisiacos, barrocos. Siempre hay teatralidad en su lengua. Pero en la construcción de este personaje el gen dominante, al menos en apariencia, es el apolíneo, que se puede apreciar incluso en su vestimenta, completamente armoniosa y sobria. No puede hacerse de la vista larga a una de las características humanísticas del renacimiento: el afán de adquirir o poseer conocimiento. Próspero es un amante de los libros y estos nos dan una gama, un rango bastante amplio de su conocimiento universal. Podría pensarse tal vez que para que Próspero fuera un personaje realmente renacentista debería parecerse más a figuras de esa época, como Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, en cuanto al don de la creación que éstas tenían, en sus diferentes manifestaciones artísticas. Y Próspero lo tiene. Él posee el don de la escritura –ese es su arte-, pero no una escritura cualquiera: Próspero escribe el destino, lo cual sería el mayor arte de todos. Y al hablar de esto, no se puede dejar de hablar de la presencia de su Ariel, su fiel sirviente, representado en la película de Greenaway por tres figurantes-actores: un hombre joven, un puberto y un niño. El Ariel es un claro símbolo de escritura: Ariel es su pluma. Ligero. Incluso, es evidente desde la manera en que nos lo presenta Greenaway por primera vez: vemos en recuadros justo dentro del plano -evocación a un libro dentro de otro-, la punta de los pies de Ariel, caminando sobre el agua del mar, encaminándose a hacer el mandato que había ordenado Próspero de crear tal tempestad, que la nave donde viajaba su hermano, fuese hundida. Ariel es la pluma con la que Próspero escribe su destino y el de los demas, pero, ¿Cuál es su tinta? El propio mar. Mar, símbolo eterno de madre y destrucción. Un ciclo. Próspero parece ser un dios en cuanto su dominio sobre este, como un poeta sobre las letras, las palabras, la tinta, el agua superior. Es al comienzo del film cuando se nos habla del posible libro más importante de todos, el del agua. Aquí Próspero nos dice que el mar lo mismo deshace las cosas como de la destrucción construye las cosas más bellas, como perlas. (Pensemos en el barroco, de donde nace el mismo nombre de este movimiento) Esta idea de destrucción-reconstrucción, de caos-orden, repercute a un nivel macro en la misma historia. El mar que destruyó la vida pasada de Próspero y pero también le devuelve todo lo suyo, incluso algo más, al casar a Miranda con Fernando.
Claramente estamos viendo el poder de Próspero sobre los demás a lo largo de la película. Se refleja en buena parte a un nivel sonoro: escuchamos como se mezcla la voz de los personajes con los la voz propia de Próspero, como si este dictara lo que deben decir y estos no lo supieran. Se elimina el libre albedrio. La voz de Próspero le da libertad a la de los otros personajes hasta el momento en que renuncia de sus libros –los hunde en el mar- y deja de escribir. Es aquí, cuando a nivel de montaje, deja de salir el rectángulo dentro del plano, en el que se veía la punta de su pluma sumergiéndose en esta tinta azul, marítima, con la cual escribiría las palabras que luego se harían realidad. Aquí, deja de escribir propiamente el libro que escribió durante casi todo el film. A través de esas páginas -hecho de celuloide y papel-, Próspero elabora-escribe todo este plan de venganza, y lo escribe con Ariel. Su palabra se cumple, es hecho.
Próspero es un personaje que lucha a lo largo de la película por conseguir una armonía. (Véase armonía, como un regreso a Milán con su hija). Eso está claro desde el principio. En el primer plano secuencia de la película, en el cual vemos en un travelling lateral de izquierda a derecha, Próspero camina muy solemnemente, rodeado de columnas que nos remiten a una época clásica, renacentista. A su alrededor vemos casi llenado el plano, a diferentes personajes danzando frenéticamente en un claroscuro barroco. La arquitectura y la iluminación funden, se reescriben concepciones estéticas tanto del periodo renacentista como del barroco. Sobre este plano secuencia se remonta otro recuadro en el cual vemos una gota de agua caer: antesala del libro del agua. La tinta. Cuando no vemos la imagen del agua caer, la escuchamos y este sonido por su constancia, su repetición se vuelve modular como las hileras de columnas por las que pasa Próspero. Ese mismo sonido se fusiona con el resto de la música a medida que Próspero sigue avanzando equilibradamente. Con cada uno de sus pasos la muchedumbre se va calmando, pierde lo exacerbado, y la constante recomposición del plano va adquiriendo una mayor armonía. Se logra apreciar más claramente, las líneas horizontales y verticales, el equilibrio de los cuerpos que se pasan los libros de Próspero casi desnudos. Es decir, es como si él hiciera un viaje en retroceso en el tiempo, en la historia del arte, y caminara del barroco al renacimiento en busca ese equilibrio perdido; y esto es la motivación del personaje.
La dialéctica, llamémosla, prosperoriana, se ve representada a un nivel mayor en la manera en que su presencia afecta a la misma isla. Repercute incluso en su geografía. La flora de la isla juega el papel de lo dionisiaco con sus curvas, su falta de centro, su volumen tan teatral, y la casa de Próspero -de clara arquitectura renacentista- en medio de la isla, es un intento de dar armonía a esta, de crear su propio orden dentro de esta geografía exuberante. El orden al que Próspero aspira llegar se siente también, en la forma que ha afectado a los otros personajes de la historia. Al Ariel, lo libera de su prisión, lo hace su sirviente. A Calibán, trata de educarlo, pero es demasiado salvaje, así que desiste, y al final termina eliminándolo.
Para reforzar la idea de la dialéctica entre los apolíneo y lo dionisiaco, es justo que hablemos un poco más de otros personajes. El de Calibán, por ejemplo, de carácter evidentemente dionisiaco, teatral. Greenaway nos presenta un personaje que se supone sea un salvaje, con sus pulsiones a flor de piel, pero lo hace de una manera muy bella: Calibán baila danza moderna, y lo hace con una gracia fuera de serie. Su cuerpo es hermoso y está decorado con bodypainting. Nos encontramos con una concepción nueva de los salvaje, dígasele posmoderna por la manera en la que reescribe el barroco sobre la piel de Calibán Los movimientos al bailar en general son curvos, helicoidales, a veces antinaturales. Lo que a través del movimiento podría ser otra reescritura del barroco -quizás del manierismo. Otro personaje interesante es el de Ariel, interpretado por tres actores. Este personaje va por la línea apolínea. El Ariel más pequeño, se acerca bastante a la representación religiosa de un ángel, de su inocencia. Incluso, es el que en el segundo acto, es retratado con una flecha, como Cupido. Pero también este pequeño intérprete es que comete, las ordenes más terribles de Próspero. Cuando crea la tempestad que hunde el barco, el Ariel-niño orina sobre el mar. Véase su pene como un instrumento seminal con el que escribe sobre el mar. El Ariel mayor es el que le da voz a Ariel cuando le pide libertad a Próspero. El puberto es el escriba y el que a su vez, en su representación, nos ayuda a crearle a este personaje, un perfil más renacentista, ya que en varios instancias de la película, es el que canta como los castrati de las iglesias cristianas; lo que también resalta la idea de que este personaje sea, un ser asexual, como un ángel renacentista.
Las características renacentistas y barrocas no están representadas solamente al nivel de creación de personajes, el dinamismo de lo apolíneo y lo dionisiaco se da en otros niveles formales. En la puesta en escena por ejemplo. Durante la película, nos encontramos con numerosos planos secuencias en los cuales van cambiando de características renacentistas a barrocas. O incluso se contradicen. La manera en que las columnas crean la perspectiva renacentista, el equilibrio de las formas humanas en la composición entran en choque con una iluminación que beneficia al claroscuro, tan utilizado en el barroco. En la película puede haber momentos en que el ordenamiento de los personajes es tan, que solo pueden evocar la armonía y la simetría renacentista, y de un momento a otro, el movimiento de los actores y el de la cámara, recomponen el plano, creando formas comunes del barroco, como la asimetría, helicoidales y triángulos irregulares.
La dialéctica no solo se da en los planos secuencias, Greenaway también la crea con el montaje. Por ejemplo, la secuencia en la que Miranda duerme y Próspero le cuenta la historia de cómo llegaron a la isla gracias a la traición de su hermano. En ella podemos ver cómo, en los planos en los que vemos directamente a Próspero y a Miranda, impera la armoniosidad, la simetría, lo equilibrado, la presencia de columnas grecolatinas. Pero cuando corta a la representación de lo que Próspero narra, las composiciones se vuelven asimétricas, el claroscuro es más fuerte. Entonces las escenas chocan, construidas en su mayoría con planos secuencia, casi en el montaje de atracciones de Eisenstein. Esto se refleja también cuando por momentos, en el recuadro interior del plano, Greenaway nos coloca un contrapunto al plano grande.
Otro elemento importante en la película es en sí los libros de Próspero. Estos no representan el conocimiento que Próspero tiene, sino que actúan como el vínculo entre la magia y la realidad. Los libros de Próspero se presentaban generalmente dentro de unos de los recuadros que a su vez estaba dentro del plano. Libro dentro del Libro. Con eso es como si nos dijera que el libro –lo que está en el cuadro pequeño- tiene correspondencia o representa al plano más abierto, simboliza esa realidad, ata a esos personajes con el concepto detrás de ese libro. Estamos entonces ante un juego de espejos. Este juego de espejos también se puede ver inferido en los cuadros más pequeños, en los cuales veíamos claramente el libro, y sobre éste algún objeto que el mismo libro ilustrara. Por ejemplo, con el Libro de animales, sobre las páginas del libro que ilustraban a un perro y a un insecto, se podía ver claramente a un perro y a un saltamontes real. Es como si de alguna manera las letras, las ilustraciones de esos libros nos dieran, o crearan, la realidad y los objetos inherentes a ella. Esto por un lado, y por el otro tenemos al personaje de Próspero que durante la mayor parte de la película sumerge a su Ariel en la tinta y escribe su propio libro. Próspero está creando una historia, la escribe, edifica su realidad con el impulso de su tinta. Aquí es donde se concentra su magia, en este acto trasgresor y creador que afecta a todo, al cual renuncia después, una vez ha perdonado a su hermano –gracias de su pluma.
En conclusión, estamos ante una obra-espejo que sin duda es dinámica, intelectual, plástica; una obra que es una experiencia inusual para el espectador, incluso para el que ha leído Shakespeare o lo ha visto representado, tanto en la pantalla como en los escenarios. Este film, Los libros de Próspero más que una película, es un libro de varios libros, un libro escrito con ánimos renacentistas de la manera más barroca y posmoderna posible; un libro cinematográfico, que reúne a todas las artes en el celuloide y las abigarra para crear un retrato de su mismo creador: Greenaway, que es el verdadero Próspero, pero un Próspero que ya escribió su propio destino con esta obra en la historia del cine.
viernes, 16 de enero de 2009
Para Don Tommy
Pero al Tommy que quizás recuerdo dentro de todas esas facetas con mas cariño como espectador es quizás al que inmortalizo a Santiago en la película de Jacobo Morales. Al igual que mucha gente considero que probablemente Lo Que le Paso a Santiago es el mejor largometraje que se ha hecho en este país- y lo seria con nominación al oscar y sin ella- y con todo el respeto de mi admirado Jacobo siempre he pensado que gran parte de eso, de esa magia, esa calidez que encontramos en dicho filme se le debe en gran parte a la excelsa interpretación de Don Tommy en el mismo. Pocas actuaciones cinematográficas me conmueven tanto- y tan repetidamente porque ocurre cada vez que veo la película- como la de Don Tommy en Santiago, si otro actor hubiese interpretado ese papel, el filme no tendría la mitad de la magia que tiene.
Mis cómicos preferidos siempre han sido los que no tratan de ser graciosos, un Jim Carrey o cualquiera de esos cómicos que se esfuerzan con mil muecas y vericuetos para obtener risa fácil me aburren fácilmente. Creo que el cómico que resulta mas efectivo es el “straight”, el que no trata ni por casualidad de ser gracioso, sino de ser lo mas fiel y directo a un personaje posible. Buster Keaton o Bill Murray, son ejemplos décadas aparte, de eso y de que es una tendencia viva en el cine. Don Tommy cae en esa categoría y al igual que Buster Keaton es alguien que me hace reír al nada mas verle la cara. Y claro esa actitud de su personaje siempre algo refunfuñon, neurótico y con la eterna quejumbrera del boricua. Al igual que con Keaton, Bill Murray o Woody Allen, siempre con Tommy nos reíamos incluso porque ya sabíamos que estábamos ante un personaje que conocíamos y sabíamos nos iba a hacer reír. Es por eso que Don Tommy funciona tan bien en Santiago.
Con tan solo la primera escena ya tenemos suficiente muestra de lo acertado de Don Tommy en el papel. Santiago al igual que tantos otros empleados públicos esta siendo objeto de una fiesta por su retiro laboral. Retiro mas que nada forzado ya que Santiago es evidente que a pesar de ser un hombre mayor es un hombre totalmente capacitado y activo como para continuar trabajando. Mientras sus compañeros de oficina, mayores y no tan mayores lo festejan y le dedican palabras de elogio, Santiago para sus adentros comenta cínicamente todo aquello mientras observa en silencio.
La sinceridad y calor humano que Don Tommy imparte a Santiago son invaluables: su pausada corporalidad, su instintivo sentido de una particular escena, la matizada forma en que siempre nos presenta a Santiago como un hombre que entrado en la sexta década de su vida todavía hay cosas que pueden sorprenderle. Jacobo escribió a Santiago como un personaje tan increíblemente humano y mundano que resulta extraordinario. Al ver a Don Tommy encarnándolo nos acercamos con una peculiar familiaridad a sus situaciones: Vemos la forma en que Santiago lidia con las particularidades de una hija divorciada que heredo su cinismo y neurosis (Johanna Rosaly) y de un hijo adicto que como tantos otros adictos quizás como escape o quizás de forma sincera se han refugiado en la figura de dios (Rene Monclova), lo vemos acercándose y tratando de ser un buen abuelo, caminando por sus alrededores para redescubrir de nuevo todo el tiempo libre que tiene entre manos, lo vemos recordando, y finalmente redescubriendo el amor en la figura de Angelina (Gladys Rodríguez) una mujer mas joven que el y que no tardamos en percibir que es quizás una figura que existe dentro de su propia burbuja.
Cualquier otro actor pudo haber decidido interpretar de manera mas amarga o ingenua este personaje, pero no Don Tommy quien le imparte una sutileza sabia que permea todos los momentos que acabo de describir, Santiago es el hombre que ha vivido, pero sabe que lo que en lo que le queda por vivir tiene derecho a descubrir otros pequeños placeres como el de la felicidad. quizás la escena decisiva de Santiago es el momento en que este se percata gracias al detective Arístides Esquilin (interpretado por el propio Jacobo) que Angelina no es quien dice ser y que ha pasado gran parte de su vida entrando y saliendo de instituciones mentales. Santiago en vez de naturalmente alejarse o negar la posibilidad de estar con una mujer desequilibrada decide que al saber la verdad no la confrontara con ello ni la rechazara, simplemente aceptara su locura, aceptando que dentro de su locura, Angelina ha construido una verdad y es de esa verdad de la cual Santiago se ha enamorado, Esa decisión de Santiago que podría ser motivo para haber sido interpretada con despliegues grandilocuentes de histrionismo es en manos de Don Tommy, la decisión mas lógica, mas natural, mas humana que un personaje como el de Santiago debió de haber tomado. después de todo, un hombre de 60 y pico de años que ha reencontrado el amor ¿Necesitara de cordura en su vida?
Siempre que hablo de Lo Que le Paso a Santiago con amigos o conocidos extranjeros que la han visto o han tenido oportunidad de verla en el extranjero me hablan con efusivo entusiasmo de la actuación de Don Tommy que de el resto de la película. Santiago y Don Tommy son sinónimos, la película no podría haber funcionado sin el y quizás si el no la hubiese hecho no podría haber llegado su figura a generaciones como la mía, que lo descubrimos gracias a ese personaje. Le toco a Don Tommy igual que a Santiago en su tercera edad llevar otro sombrero aparte de haber sido escritor, productor y comediante toda su vida. Ser el rostro de la película puertorriqueña que quizás ha recorrido mas el mundo. Jacobo nos hizo un regalo incalculable al haber escogido a Don Tommy para Santiago. Y Don Tommy nos hizo el regalo de descubrirnos el candor detrás del actor y el comediante para que nunca lo olvidemos. Bien le vale ser con todo derecho, un sinónimo, un símbolo de nuestra identidad como pueblo.