Del 5 al 12 de octubre se celebró el Festival de Cine Internacional de San Juan, y gracias a la diligencia de nuestro querido Enrique González y a los organizadores del festival, Chemi y Charlie obtuvieron licencia para cubrir y criticar.
De las que vio Charlie:
La vida de los peces (Matías Bize, Chile 2010) Andrés, quien lleva tiempo viviendo en Alemania regresa a Chile con el pretexto de hacer las paces y darle final al capítulo de su juventud. Toda la acción del filme ocurre en la casa donde se celebra el cumpleaños de uno de sus antiguos compañeros. El viaje del personaje principal a través de sus memorias, es decir, de los amigos a quienes se encuentra en esta fiesta, a quienes no ha visto por una década, resulta tan ameno e intrascendente como hermoso. No obstante, exeunt la ex novia, y todo se va bastante a la mierda. Todos los mejores momentos se vuelven entonces un pretexto para desarrollar la historia de amor imposible: ella, casada y con dos niñas, y él – quien más parece resentir la situación – permanecerá solo, guapo, soltero y viajando todo el mundo. Vaya tragedia.
Osada en su intento de lograr una narrativa que transcurre casi en tiempo real y en una sola locación, esta entrega de Bize deja mucho que desear. El filme tiene momentos muy auténticos, raramente encontrados en un cine que cuenta con los valores de producción y con un diseño de arte y cinematografía respectivamente exquisitos. Pero ya a ¾ de cinta, el filme se va cayendo, al punto de que Bize no puede aguantarse las ganas de realizar otra banda sonora en crescendo que le grita al espectador: ¡ESTO ES IMPORTANTE!
Lo mismo con la “metáfora” que “sugiere” el título… Ver un tanque repleto de peces en primer plano cuchucientas sesenta y dos veces, y encima, encuadrando la cara de cada uno de los personajes que van merodeando la casa como – ¡adivinen! – peces en una pecera, resulta tan redundante como lo que acabo de escribir. De actuaciones y dirección respectivamente loables, a la cinta se la come el guión y la banda sonora. (La kinokamarada Zambrano había ya escrito una reseña mucho más articulada y positiva en esta bitácora, así que para el que esté interesado puede visitarla.)
Circumstance (Maryam Kershavaraz, Iran 2011) Según la promoción, el filme va sobre dos jóvenes iraníes lesbianas enamoradas, quienes –era de esperarse – nadan en contra de la corriente social de su ultraconservador país (representado en el hermano de una de éstas) para salvaguardar su amor a toda costa. El filme, en cambio, trata más bien sobre dos jóvenes (y varios más) que van a contrapelo del tejido social, claro está, pero cuyo lesbianismo más parece en principio responder a un impulso erótico que a uno amoroso. Esto no necesariamente es un problema, salvo por el hecho de que el filme pierde por momentos el derrotero de su propia propuesta.
Cuando Circumstance muestra las peripecias por las que tienen que atravesar las jóvenes para simplemente pasarla “bien”, y a la vez muestra toda la economía subterránea que genera la política de toque de queda al cual están expuestas, sirve las veces de filme contestatario. De hecho, un momento interesante del entramado es cuando varios de los personajes del filme graban el doblaje de la película Milk de Gus Van Sant. Cinta que sería claramente víctima de la censura, dado los valores liberales que pudiese promover. No obstante cuando la representación de la relación entre la pareja de bellísimas jóvenes lesbianas iraníes replica aquella estética de cualquier video musical que quiera emular la fantasía chata de cualquier joven púber, el filme contestatario muere y nace el recalcitrante: aquel que reivindica la idea de que estas dos mujeres juntas son el colmo de la decadencia.
Como narrativa que extrapola la vorágine social al seno familiar Circumstance por momentos resulta interesante. Aunque simula ser un reto al régimen islámico de Iran, salvo por dos o tres particularidades, Circumstance es una historia que muy bien podría darse también en EE.UU. Por eso, como entrega iraní parece el tipo de película que al premio Oscar le gusta pensar como cine extranjero: uno que exhiba una idea muy mercadeable de lo subversivo, pero que, en última instancia, sea un reflejo de hasta dónde puede llegar Hollywood.
Chicogrande (Felipe Cazals, México 2010) Una producción de gran envergadura. De la selección latinoamericana que pude ver en el festival, lo mejor. Chicogrande sitúa a Cazals firmemente en la tradición de los grandes del western, junto con John Ford, Peckinpah, y más recientemente, los Cohen con su True Grit y Andrew Dominik con The Assasination of Jesse James by the Coward Robert Ford. Lamentable que tal filme pase tan por desapercibido. Mucho se debe a que tenga que etiquetársele con un género, cosa que resulta a veces tan bueno como tan malo porque mientras garantiza ciertos fanáticos, ahuyenta a otros.
Un género como el western siempre es considerado, junto al detectivesco, como serie B, tiende a constreñir al espectador a ciertas convenciones. Quedó demostrado cuando en 2005 estrenó Brokeback Mountain cuya equívoca promoción en los medios le puso el sello de película de vaqueros gays. En efecto la película trata sobre unos vaqueros, pero no es un western. De la misma manera podría decirse, Chicogrande es un western porque inevitablemente este será el contexto de cualquier historia que tenga que ver con Pancho Villa.
En fin, un gran filme. Regia fotografía, regio guión, excelente dirección. Seguramente lo que le mereció el premio de la Competencia Caribeña.
Once Upon a Time in Anatolia (Nuri Bilge Ceylan, 2011) Otra película escondida; o varias. No hay mucho que decir sobre la obra de Ceylan salvo que es varias películas amontonadas en una; y no porque se entrecrucen formatos, como en Il Viaggio, pues en este sentido su propuesta es bastante uniforme en estilo. No es uniforme en tono, sin embargo. Para este servidor, la primera parte de la película – es decir, la primera de tres extendidísimas horas que dura –, circunscrita al merodeo insulso e intrascendente de unos policías, un fiscal, un médico y un criminal esposado tras la búsqueda de un cadáver, es la gran película aquí. Lo demás, puro exceso.
Sin embargo, es una de esos filmes cuyo final solapa muchos bemoles que minan tan insufrible obra; de seguro, el final también le salvaguardó el juicio que le mereció el honor cannesiano (Segundo premio del jurado 2011). Y sí, la conclusión, o más bien el plano que le da cierre el filme, alcanza una solemnidad que anteriormente brillaba por su ausencia. Para este servidor, no obstante, la primera película (la primera hora), cundida de diálogos banales y de envestidura absurdista, es el cuento de Anatolia más interesante.
The Turin Horse (Béla Tarr, Hungría 2010)
Este milagro merece su propia reseña. (Chemi, bótate.)
The Piano in a Factory (Zhang Meng, China 2010) Chen procura mantener la custodia de su hija, luego de que su ahora ex esposa fríamente le pidiera el divorcio. La niña exige un piano. Chen, quien a duras penas puede mantenerse económicamente, se las ingenia para compilar un grupo de trabajadores que le ayudarán a construir un piano de metal, ya que es el material que más económico le saldrá.
De historia tan sencilla como hermosa, este filme bien pudiese tener el nombre de Aki Kaurismaki en lugar del de Meng en el puesto de director. Esto, aclaro, es un elogio. No debe de ser casualidad que uno de los filmes más conocidos de Kaurismaki, The Match Factory Girl, también se desarrolle en el contexto de una fábrica, como bien revela su título. Meng hilvana de manera muy orgánica la comicidad de la situación y de la idiosincrasia de sus personajes con una reflexión sobre la solidaridad del trabajo en colectivo que nunca raya en el panfleto.
Claro, debo señalar que la película sobrepasó las dos horas porque la proyección se jodió varias veces. Así que en la Isla vimos una versión re-editada por el Godard de los sesenta.
Cuatro puertorriqueñas:
Il Viaggio (Juarbe e Idalia Pérez Garay, Puerto Rico 2011) La exuberancia definitivamente tiene límites. La “documedia surrealista” Il Viaggio, también denominada por sus directores película panfletaria en pro de las artes, es mucho menos Fellini y más Lynch de lo que quiere ser (aunque la comparación se la tomé prestada a Chemi, la impresión final me la atribuyo completamente). Las ocasiones en que pude seguir mirando la pantalla imaginaba que esto se hubiese prestado más al formato de miniserie en cualquier canal de televisión local. Pero bueno, en ese sentido, la película, víctima de la misma estocada cultural que denuncia, exhibe sus imperfecciones sin miramientos, como llagas al descubierto.
Under My Nails (Arí Maniel Cruz) Solimar, atormentada por un pasado caribeño, trabaja en un salón de uñas en Nueva York y prefiere hablar inglés para reprimir ese odioso episodio caribeño en el cual la única figura masculina hasta el momento, su padre, la abandonó al garete. Su único amigo/a es Amalia, aunque hombre, para los efectos es otra mujer, y Solimar insiste en referírsele así. Acto seguido se muda una mujer haitiana y su novio dominicano y macharrán al apartamento contiguo, y con ellos la madre de éste último… La pareja, objeto del deseo voyerista de Solimar, se la pasa entre pelea y folladera, sádicamente difuminando la línea fina entre ambos actos.
Solimar ve un lagartijo, que se supone que simboliza algo, y se caga del miedo. Por si nos cabe duda hay todo un doble sentido con el lagartijo y el personaje de Roberto que no deja mucho a la imaginación.
Muy a pesar de lo propuesto, la película poco tiene que ver con la confluencia de culturas caribeñas vis á vis el trasfondo de la ciudad que los une y/o desune. Esto es más bien el contexto donde se da la historia. Si se viera de la manera contraria, entonces el filme no hace sino reivindicar muchos estereotipos latinoamericanos, comenzando por la muy caricaturesca caracterización de la madre del mama’s boy macharrán. Y no digo que no exista este prototipo de matriarca, y que quizá en una película como Nueba Yol 4 esto no tenga su gracia; pero, ciertamente desentona con el resto de los personajes y actuaciones de Under My Nails.
Excelente fotografía y producción, ni el guión ni el personaje principal saben para donde ir.
An American in Puerto Rico (José Sepúlveda, Puerto Rico 2011) Amena comedia que, desde la candidez que exhibe su título, decide explotar el repertorio de chistes sobre gringos perdidos en Puerto Rico. An American in Puerto Rico no busca marcar un hito en la filmografía local. Esta humildad resulta ser bastante refrescante. Y aunque por momentos peca de explicar en demasía su moraleja, el entramado narrativo y la muy auténtica caracterización del personaje principal insertan al filme en un terreno demasiado familiar como para no dejarse llevar y reírse de lo que siguen siendo muchos de nuestros sellos folclóricos. Además, contiene una secuencia documental sobre el origen de la parranda que resulta demasiada graciosa.
Yesterday is Here (Alfonso Lozada, Puerto Rico/Estados Unidos 2011) Fotografiada en blanco y negro, Yesterday is Here es la opera prima del joven director Alfonso Lozada, y la bastarda sobrina segunda de Jim Jarmush. El filme cuenta con una fotografía en su mayoría acertada. Hay varios planos que aportan de manera efectiva a la ambientación de la narrativa.
Mas, donde Jarmush triunfa, dotando a sus historias sencillas de un aura “fabuloso” (en la acepción más fantástica de la palabra), Lozada palidece. El resultado no es, entonces, el de una fábula a lo Down by Law, sino, precisamente por carecer de este elemento, el de una historia súper implausible.
Mas, donde Jarmush triunfa, dotando a sus historias sencillas de un aura “fabuloso” (en la acepción más fantástica de la palabra), Lozada palidece. El resultado no es, entonces, el de una fábula a lo Down by Law, sino, precisamente por carecer de este elemento, el de una historia súper implausible.
Aquí el tono y la forma son los adecuados; el cuento eeeeeeh...
Este escrito es la primera de otra parte…
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