miércoles, 31 de agosto de 2011

El pasado como espejo en Far From Heaven de Todd Haynes


por Chemi González

En 1955 Douglas Sirk, cineasta alemán radicado en Estados Unidos a donde huyó escapando de los nazis, estrenó el segundo de una serie de muy exitosos melodramas, All That Heaven Allows, en donde una mujer de clase alta, interpretada por Jane Wyman, se sentía atraída por un jardinero de clase obrera interpretado por el actor fetiche de Sirk, Rock Hudson. En éste como en los demás de sus melodramas más exitosos -Magnificient Obsession, Written on the Wind, The Tarnished Angels, A Time To Love and a Time to Die e Imitation of Life- el cineasta escondió tras los convencionalismos del género, los escenarios lujosos de la música omnipresente y el chillón tecnicolor, otros convencionalismos provistos por el productor estrella de la Universal Ross Hunter y que se convirtieron en sellos de marcas de los filmes que producirían algunos de los comentarios sociales más voraces que jamás haya producido el cine de Hollywood.


Douglas Sirk, subvalorado en su época por la crítica -en parte porque sus filmes eran considerados como productos de consumo masivo gracias a sus enormes éxitos- ha recibido en las posteriores décadas una seria revaluación crítica gracias, por un lado, a la importancia teórica que críticos como Laura Mulvey han dado a su cine -puntales en el estudio del "cine feminista" ya que Sirk al igual que George Cukor era considerado un "cineasta de mujeres- y por otro lado por la reconocida influencia que ha tenido en importantes y reconocidos cineastas como Pedro Almodóvar, John Waters, Rainer Werner Fassbinder y Todd Haynes, entre otros.


Su compatriota Fassbinder dio un importante giro estilístico a su producción al descubrir en 1971 los filmes de Sirk y en su película de ese año, The Merchant of Four Seasons, la influencia de Sirk se volvió la más evidente en su cine. En 1974 logra su primer éxito internacional con Ali: Fear Eats The Soul, una reinterpretación fassbinderiana de All That Heaven Allows en donde sustituye al jardinero por un inmigrante marroquí y a la dama de alta sociedad por una viuda muy mayor y solitaria. Fassbinder revalúa y le rinde homenaje a Sirk y a sus postulados melodramáticos, añadiéndoles una buena dosis de distanciamiento brechtiano que sustituye los "excentricismos" del productor Ross Hunter.


En el 2002 llegó Far From Heaven, la tercera recreación de All That Heaven Allows, escrita y dirigida por Todd Haynes. Haynes vuelve a los años 50 y al básico argumento original introduciendo dos elementos con los que Sirk no hubiese podido lidiar directamente en el Hollywood de esa época: el racismo y la homosexualidad -aunque Sirk lidió mucho con ambos temas a través del subtexto-.


Curiosamente, All That Heaven Allows es quizás la única película en la historia cuyos "remakes" están a la par con la película original y Haynes, en el momento en que escoge realizar su versión, se atrevió a tocar terrenos que pocos cineastas en ese momento tocarían. En ese sentido, Haynes fue pionero al anticipar la ola de revisionismo que se daría en el cine estadounidense de géneros como el "western", el musical o el mismo melodrama en años posteriores. Haynes recreaba una época lejana intencionadamente, sin distancia o guiños modernos. Cuando salió, muchos críticos llamaron Far From Heaven "la mejor película de 1957 que nunca se hizo en 1957" y probablemente lo es pero es mucho más profunda que una simple recreación. Más bien parece la mirada de un visionario de su tiempo, un cineasta trabajando con valentía y libertad estética, ideológica y estructural. Esta actitud no solo refleja el talento de Haynes como cineasta sino también su percepción cinéfila al poder situarse en ese tiempo a través del cine sin alejarse de él pero procesando todos los códigos del cine post-Sirk que le fueron posibles. Cabe señalar que Haynes es también un gran admirador de Fassbinder y en ese sentido este filme puede ser interpretado como un homenaje a ambos, sobre todo, por los rompimientos "fassbinderianos" que Haynes aplica en momentos claves de su película, por ejemplo, con el personaje de Dennis Quaid.


El argumento de Haynes se desarrolla en la "perfecta comunidad" de Hartford, Connecticut, en los últimos meses de 1957. Cathy Whitaker (Julianne Moore) es la esposa perfecta, la madre ejemplar, la mujer de sociedad ideal con un amplio sentido de civismo. En el momento en que está siendo entrevistada para un periódico local sobre cómo se siente ser la "Miss Magnatech 1957" revela que en realidad nunca ha deseado nada fuertemente en la vida. En ese justo momento la mirada de Raymond Degan (Dennis Haysbert) le incomoda. ¿Quién es ese extraño en su jardín? Degan es un hombre negro apuesto, hijo del jardinero de la casa Whitaker que ha muerto y a quien ha venido a sustituir. Ella lo saluda cordialmente y pone la mano en su hombro en un claro gesto solidario. Cathy, ante todo, es un alma comprensiva y no piensa en las implicaciones sociales de su acto. Dicho gesto es en realidad -aunque ella no lo sabe- un intento por llenar su vacía existencia y conectar con otro ser humano. Su marido Frank (Dennis Quaid, en la que innegablemente es su mejor actuación hasta la fecha) es el "Mr. Magnatech", un alto ejecutivo de una agencia publicitaria que bebe demasiado y se aleja cada vez más de su familia. La homosexualidad de Frank se revela de una forma incómoda para Cathy quien no sabe como lidiar con el problema: con la falta de amor y la incomprensión de la situación. Su mejor amiga, Eleanor (la gran Patricia Clarkson), le ofrece su apoyo incondicional, claro está, condicionado por lo que la sociedad le dicta como correcto.


Este es el universo que Haynes escogió para desarrollar dichos arquetipos: creíbles y humanos en el centro, caricaturas y clichés en la periferia. Cathy Whitaker, por ejemplo, fue unos de esos personajes que ilustran perfectamente la propuesta de Haynes. Es y no es una heroína melodramática. No pasa por ningún gran cambio emocional visceral ni su historia tiene una solución definitiva o recompensa emocional. Casi todo su tiempo en escena está en la faena cotidiana humana de comprender el entorno que la rodea, de llenar su espacio con lo que hay alrededor para evitar sus adentros, hasta que las consecuencias externas la ponen en la inevitable posición de comprenderse a sí misma. La crítica de Haynes sobre el vacío de la burguesía esta implícita aquí pero parecería que mira más allá, hacía el vacío de toda una raza humana supeditada a seguir los códigos ético-morales que dicta una "buena" sociedad: la incomunicación, la falta de aceptación social e individual.


Si por un lado su propuesta ideológica es intachable, así mismo lo es su propuesta estética. La fotografía del veterano Edward Lachman posee la misma cualidad chillona amarillenta y otoñal del tecnicolor clásico del director de fotografía de Sirk, Russell Metty. Además, la partitura del fenecido Elmer Bernstein es puro pastiche de una clásica partitura hollywoodense. Y es que Haynes siempre ha procurado ubicarse en tiempos pasados y estéticas variantes. Por ejemplo, en un episodio de Poison recrea un episodio de Twilight Zone, otro a manera de un documental educativo y otro una aventura psicosexual a lo Jean Genet. También, en su mediometraje Dottie Gets Spanked evoca las series de comedia de los años 50 como I Love Lucy o The Honeymooners, en su ilegal Superstar recrea la vida entera de la cantante Karen Carpenter con muñecas Barbie, y luego de Far From Heaven realizará su obra maestra, I'm Not There, en la que recrea 6 diferentes épocas con 6 muy diversas versiones de Bob Dylan que revelan su compleja personalidad. Y este año volvió al melodrama con su "remake" del clásico de Joan Crawford Mommie Dearest en forma de miniserie. Su atención puntillosa al detalle, su capacidad de digerir códigos populares, metacinematográficos, literarios, pictóricos y sociales hacen de Haynes, en opinión de quien escribe estas líneas, uno de los cineastas más arriesgados e interesantes del panorama cinematográfico actual, de esos que mirando al pasado nos hablan irremediablemente acerca de nuestro presente. Una verdad reveladora que en Far From Heaven encuentra su máxima expresión.


(Este artículo fue publicado originalmente en el periódico Claridad de la semana del 11 al 17 de enero del 2003 y fue ampliado y revisado en torno a la presentación de Far From Heaven como parte del ciclo Melodrama: La Ley del Exceso en El Museo de Arte Comtemporáneo de Puerto Rico.)

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