miércoles, 5 de diciembre de 2012

Adiós, Freddy Krugger. Adiós, Ninja Turtles. Goodbye, Dragon Inn…

Shih Chun: Teacher Miao. Shih-Chun. 
[pause] 
Shih Chun: Teacher, you came to see the movie? 
Tien Miao: I haven't seen a movie in a long time. 
Shih Chun: No one goes to the movies anymore, and no one remembers us anymore. 

Los signos que comúnmente utilizamos para denotar “cine” suelen ser, inadvertidamente, anacrónicos. Basta con seleccionar la opción “Images” (Imágenes) en el motor de búsqueda Google y escribir el vocablo para comprobarlo. La imagen del rollo de película (o de la cinta de celuloide) todavía resulta el atajo visual por excelencia para denotar “cine” en más de un sentido; mientras que la pantomima que consiste de fingir un lente con una mano y darle vuelta a una manigueta lateral invisible con la otra, hasta la fecha, sigue siendo de las mímicas más certeras a la hora de convidar a los participantes de un juego de charadas a la categoría de “cine” o “películas”. Cabe preguntarse, claro, cuánta vigencia tendrá esa mímica, que data nada más y nada menos que de los comienzos del cine, para las generaciones venideras, formadas en el ceno de lo digital: en tiempos donde, curiosamente, el recuerdo de lo análogo lo perpetúa la misma tecnología digital a través de programas o “aplicaciones”, tales como Instagram, que ofrecen una variedad de filtros para envejecer instantáneamente una fotografía, de lo contrario, demasiado nítida. En oposición a la “alta resolución”, el envejecimiento inmediato de una foto en la era de la reproducción digital parecería conferirle a dicha imagen una especie de aura de autenticidad, cierta presencia pasajera. Para frasearlo de otro modo, condenados a lo efímero, nos conformamos con que la foto, instantáneamente embadurnada de nostalgia, por lo menos dé constancia – cual simulacro – de que hemos vivido. Y cada foto, siguiendo los surcos etimológicos de la “nostalgia”, entonces: una patria/pérdida nueva a la cual siempre/nunca regresar…

Hay algo de esa nostalgia incluso en las salas de cine más nuevas. Y no me refiero a los “teatros” remodelados con el guiño hacia el pasado, cuya re-ornamentación conserva el sello de la reverencia que se le suele dedicar a las “zonas históricas”; sino a cierto decorado que puede hallarse hasta en salas y respectivas confiterías ubicadas dentro de centros comerciales. Localización que, dicho sea de paso, difícilmente le admite al cinéfilo prejuiciado – como yo – la fantasía del teatro de cine como espacio soberano, por un lado, y su desvinculación de la circulación comercial del lugar, por otro. No obstante la localización, al igual que los signos anacrónicos que antes mencionaba, la decoración de las salas de cine constata un subrepticio culto a la nostalgia. Alfombras rojas en algunos casos, el pedazo de cortina que rodea algunas pantallas (como si se pudieran, en efecto, cubrir la pantalla luego de terminada la proyección), la cartelera, etc. – todos estos elementos mantienen al espectador en una especie de benévola regresión suspendida, necesaria para conjugar la experiencia de visitar la "sala de cine" con la del "Teatro de Cine" que la memoria nos devuelve desde la infancia o adolescencia, sea cual fuera el caso. Generalización crasa, admito; pues debería definir a qué espectador me refiero. 

Pecando de comemierda puedo señalar que todo aquel que pueda relacionarse con el sentimiento que evocan, en palabras de mi compañero Rojo, las “películas melancólicas con las salas de antaño como Cinema Paradiso, The Purple Rose of Cairo”, etc., entiende.

El camarada Rojo inicia su “topten” apelando precisamente a esa nostalgia que menciono. No había terminado de leer sobre cuando vio Freddy’s Dead: The Final Nightmare (1991) en el “destartalado” y ya fenecido cine manatieño Taboas, cuando ya me remitía al recuerdo/pérdida del Teatro Puerto Rico, en Fajardo. Curiosamente el retrato que recuerda Rojo del Taboas es un facsímil bastante razonable de aquel teatro fajardeño: “un telón polvoriento que se abría antes de comenzar la película y máquinas de refrescos en donde salía el vaso, el syrop y el agua separados…Los pisos eran pegajosos y olía a humedad”. Bueno, quizá el telón en el Teatro Puerto Rico siempre estaba abierto, salvo en contadas ocasiones en las cuales vi alguna que otra obra con Johanna Rosaly de protagonista. Recuerdo que casi siempre era el mismo viejo el que vendía el boleto y luego pasaba a la entrada para picarlo. También se encargaba de los refrigerios y dulces y poca duda me queda de que era él quien además servía de proyeccionista. Igual al Taboas que esboza Rojo, la taquilla del Teatro Puerto Rico era muy barata y su cartelera siempre parecía regresar al futuro de meses anteriores. The Land Before Time (1988) y Teenage Mutant Ninja Turtles II: The Secret of the Ooze (1991) fueron algunas de las joyas que pude ver allí, pero claro, por segunda ocasión, la primera siempre se reservaba para los cines más nuevos. La concurrencia muy raras veces alcanzaba la decena de espectadores. Luego de varias actividades, una de ellas mi “graduación” de sexto grado, el Teatro Puerto Rico también pasó a peor vida.

“No one goes to the movies anymore…”
Para Ming-liang Tsai (o Tsai Ming-liang) el antiguo teatro Fu-Ho, derruido más por el olvido que por el tiempo, ocupa ese lugar de la nostalgia. Apropiadamente titulada, Goodbye, Dragon Inn (2003) muestra la última presentación antes del cierre “temporero” del ya expirado teatro de Taipéi, donde se proyecta el clásico de artes marciales Dragon Inn (1966) de King Hu. Más que una simple oda al cine pasado, el filme es, además, una elegía a las salas de antaño. Resumir el cuento no parece justo, pues dos de los atributos del cine de Tsai, como ya había demostrado en What Time Is It Over There? (2001), radican en el subtexto y en la ambientación logradas, y que difícilmente pueden traducirse al relato como tal. Durante todo el transcurso de Goodbye… se escuchará la banda sonora y el diálogo de la clásica película de artes marciales que corre paralela a las secuencias que apreciamos dentros del teatro. Los primeros planos muestran una sala de cine llena a capacidad. Sin embargo, la siluetas de estos espectadores, de quienes nunca vemos los rostros y cuyo estoicismo recuerda las figuras humanas autómatas que aparecen al principio de El año pasado en Marienbad (1961), se revelarán como el espectro de otro tiempo pasado, cuando el Fu-Ho aún tenía el poder de convocatoria para ocupar sus cerca de ochocientas a novecientas sillas. Este hecho queda concertado cuando en las subsiguientes escenas podemos percatarnos de que la sala permanece prácticamente vacía.

Entre los pocos personajes, se destacan un extranjero japonés, una taquillera que cojea y un proyeccionista; éste último, vale mencionar, caracterizado por Kang-sheng Lee, quien al estilo de la dupla Jean-Pierre Léaud (actor)/Antoine Doinel (personaje) en los filmes de François Truffaut, ha representado al personaje Hsiao-kang en casi toda la filmografía de Tsai, incluyendo en la pornucopia The Wayward Cloud (2005). Quizá guareciéndose de la copiosa lluvia, o quizá siguiendo el rumor de que, con el paso del tiempo, el teatro se había vuelto un paraje de roces clandestinos, el extranjero japonés decide asomarse al mismo y al no toparse con la vendedora de boletos ni siquiera paga por la entrada a la cual finalmente accede. A pesar de que laboran en el mismo lugar, la taquillera y el proyeccionista, por su parte, tampoco se encuentran entre sí: pues la limitada empleomanía, huella indeleble del estado moribundo del teatro, sumada al inútil mantenimiento que procura la otrora pomposa arquitectura, propician el desencuentro constante de ambos individuos.

 La interacción entre los personajes y demás transeúntes – pues muchos simplemente transitan el teatro – resulta casi nula; o por lo menos, la que se deja ver. Aún los efímeros encuentros lascivos, fácilmente descuidados por un director menos talentoso, Tsai los registra con elegante disimulo, dejando siempre algo en el tintero. Pienso particularmente en una escena que toma lugar en el baño de los hombres, cuando nuestro extranjero se ubica nerviosamente entre los únicos dos urinales ocupados. Los demás ni se inmutan. En la superficie, nada. Sin embargo, los sencillos gestos de la escena proveen toda la información necesaria para uno llegar a sus propias conclusiones. Descartando el empleo clásico de recursos narrativos, Tsai no contextualiza los sucesos, se limita a mostrarlos. Será el espectador, entonces, quien irá poco a poco hilvanando la(s) historia(s) a medida que vaya experimentando los personajes y – por qué no – el espacio.

En el mejor estilo de Tsai, de poco o ningún movimiento de cámara, de tomas largas y de escueto diálogo, el tiempo transcurre pausado pero inexorable. El cierre del cine es inminente, pero no hay urgencia en llegar al consabido destino. En la segunda - y última - instancia de diálogo (que he utilizado como epígrafe), luego de terminada la función, dos de los actores originales de la película que acaba de proyectarse, quienes por casualidad presenciaban la misma tanda, se encuentran en el vestíbulo del cine. "No one goes to the movies anymore, and no one remembers us anymore", comenta uno de ellos. La primera cláusula expresa una triste realidad. Al cine ya no se va de la manera en que se iba antes. Por más que las salas contermporáneas, con su culto subrepticio a la nostalgia, tracen un cordón umbilical hacia el pasado, hacia la Sala de Teatro que habita recóndita en la memoria, sólo pueden garantizar la promesa de una experiencia pasajera. La segunda cláusula - "and no one remembers us anymore"-, sin embargo, resulta afortunadamente irónica. Más aún, suena a achaque - y no puedo evitar darme por aludido. Pues de cierta manera Goodbye, Dragon Inn perpertúa esa memoria perdida, o en este caso, evoca la remembranza de esos actores, de ese teatro que "ya nadie recuerda". La capacidad que tiene el séptimo arte de simular el espectro de antaño, además de promover su presencia (pasajera, inauténtica - ¿por qué no?) en la memoria colectiva, delinea un porvenir alentador, donde quizá ya no importe tanto el recuerdo mismo como el acto de recordar en sí.  

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Doc NYC: Visita al mundo del documental


Son pocas las veces en que podemos disfrutar de un festival de cine dedicado exclusivamente a un género cinematográfico. Es posible que la rentabilidad y buena afluencia de los festivales en New York permita que se puedan generar eventos cinéfilos de este tipo. Doc NYC es un ejemplo reciente. Este festival anual que celebró su tercera edición (8-15 de noviembre), se ocupa exclusivamente de mostrar documentales-la mayoría en estreno mundial- con la meta de dar auge y alcance al género. Con paneles, talleres, conversatorios con cineastas o incluso con los personajes objetos de estudio, Doc NYC es un evento que actualiza la presencia del cine de no ficción con una curaduría de altura, a la vez que ofrece una experiencia de aprendizaje tanto para el espectador, la prensa (mainstream e independiente) como a realizadores activos.
Cinecero fue invitado a cubrir varias de las proyecciones y la oferta fue muy estimulante. A continuación ofrezco unas pequeñas reseñas de lo visto en el festival.

Far Out Isn’t Far Enough: The Tomi Ungerer Story (2012)
Dir: Brad Bernstein

Este documental logra que uno agradezca la posibilidad del género de rescatar de la oscuridad a figuras injustamente olvidadas de la cultura. En este caso se trata del ilustrador y escritor francés-alemán Tomi Ungerer. Ungerer, quien tiene 80 años en el presente, se muestra como un señor excéntrico de una lucidez e inteligencia majestuosa. Oírlo hablar de su visión de vida, experiencias e incluso de sus traumas es un privilegio. Su presencia artística es contundente y muy honesta. El hecho que las entrevistas se llevan a cabo en su estudio le añade una perspectiva de intimidad creativa a todo el filme.
Una niñez traumática en la Alsace de la Segunda guerra mundial llevó a Ungerer a desarrollar un estilo oscuro y violento en sus dibujos- el concepto eje de su trabajo es el miedo-. Sin embargo, una vez se muda a New York en los 50 logra un cénit artístico con la creación de libros e historias de niños. Ungerer es alabado por contemporáneos como Maurice Sendak quien también es entrevistado. Su respetado trabajo infantil es solo una faceta de su obra. Junto a estos libros Ungerer se dedico también a la creación de afiches políticos contra la guerra y las luchas raciales de los sesenta. Crudos y de poderoso impacto, estos afiches logran una sátira mordaz a las hipocresías de la sociedad norteamericana.

Otro aspecto de su trabajo artístico son los libros e ilustraciones eróticas. Con temática kinky sado-maso, los libros resultaron escandalosos lo cual llevo a una censura general de su trabajo por las editoriales y bibliotecas. Con este rechazo masivo Ungerer se fue de NY y se retiro con su esposa e hijos a lugares remotos de Canadá, Irlanda y Francia. Dejo de publicar aunque no de trabajar. No es hasta finales de los 80 en que vuelve con un libro infantil y poco a poco se le empieza a re-valorar.

El filme de Bernstein con una calidad de producción encomiable, utiliza además de la mencionada entrevista, imágenes históricas de archivo, fotos personales y animaciones geniales del trabajo de Ungerer logrando un perfil/homenaje muy completo. El ritmo del filme es rápido y quizás para ciertos gustos sobre-estimulado y popero. Sin embargo esta decisión debatible de estilo no le quita al espectador la profundidad de esta figura literaria, ni que seamos testigos del poder curador del arte desde muchos niveles.

The Central Park Five (2012)
Dir: Ken Burns, Sarah Burns, David McMahon

Este documental es como evidenciar el horror. En 1989 cinco jóvenes afroamericanos y latinos se encuentran en el momento y el lugar equivocado: Central Park. Cuando una jogger blanca es violentamente atacada y violada, la policía de New York atrapa a los primeros que aparecen, estos chicos, y en el cuartel, a pesar que nada indica que ellos estén relacionados con lo ocurrido, los empiezan a torturar mentalmente hasta que logran unas confesiones falsas (dolorosas de ver), inculpándose del crimen. Ninguna de las confesiones hace sentido o coherencia con los datos reales del suceso, pero aún así son la estructura por la cual se articula un odioso circo mediático y judicial, evidentemente racista, que termina destruyéndole la juventud. Los cinco terminan en la cárcel pasando casi una década de sus vidas adentro. El verdadero violador confiesa años después, confirmando hasta el más mínimo detalle en la escena del crimen. Son absueltos públicamente en 2002, pero aún, a estas alturas, un grupo de abogados quiere re-abrir el caso para retomar los cargos.
Estamos ante un filme de lucha social. La agenda de este documental expositivo- lograr un documento de defensa y de apoyo público para los ahora hombres libres- hace que sea difícil evaluar este documental por otros factores (ritmo, edición, narrativa, creatividad visual, etc.) Para los cineastas lo importante es contar la historia en sí y no dejar duda de las injusticias cometidas (el metraje es reiterativo y excesivamente largo). El punto es declarar el suceso como una vergüenza social para New York. La historia es pertinente todavía con los constantes abusos del NYPD a estas comunidades raciales con el llamado “Stop and Frisk” que permite el hostigamiento policial a los jóvenes bajo pretextos prejuiciosos. En otras palabras esto podría ocurrir de nuevo muy fácilmente.


Iceberg Slim: Portrait of a Pimp (2012)
Dir: Jorge Hinojosa

Con el permiso de Alex Haley escritor-fantasma de la Autobiografia de Malcolm X y de la igualmente famosa novela Roots, no hay todavía otro escritor afro americano más popular que Iceberg Slim. Su memoria Pimp: The Story of my Life se publicó en 1969 y ha logrado vender millones de copias y ser traducida a una decena de idiomas. Robert Lee Maupin, su verdadero nombre, se hizo Pimp o proxeneta, a los 18 años en Chicago manteniendo este estilo de vida por 24 años. Además de administrar un negocio de prostitución, Iceberg vivió intensos episodios de violencia, adicción a drogas y cárcel. Es después de un período en confinamiento solitario que Iceberg decide reformarse. Cambiando su nombre a Robert Beck se muda a California y lleva una vida normal como esposo y padre de familia, fumigador y escritor hasta que muere en 1991.
En el documental, la historia del libro es contada por varias celebridades que lo admiran como Ice T, Chris Rock, Snoop Doog, Quincy Jones y en menor medida por otros escritores afroamericanos actuales y profesores de literatura. El documental hace un contexto histórico utilizando estas entrevistas recientes y algunas de archivo al autor. Mientras que la primera parte nos mueve por los sucesos más importantes de su vida, incluyendo la descripción de una praxis, estilo y ética del proxeneta, la segunda parte se ocupa de analizarlo en tanto figura literaria y hombre de familia. Una importante aportación del filme es la de mostrar como su esposa en cierta manera es la co-autora del famoso libro. Luego de acostar a los niños, Robert le iba contando verbalmente su vida mientras que ella iba mecanografiando lo escuchado. Iceberg Slim es celebrado en el mundo de la literatura por traer un lenguaje de la calle y mostrar aspectos sórdidos de la vida del negro en Estados Unidos. Ese lenguaje se logró gracias a ese proceso creativo de la pareja y es muy probable que aspectos de edición importantes vinieran de ella. Robert se mantiene publicando constantemente durante toda la década de los setenta (¿con el mismo proceso de dictado?) volviéndose un fenómeno de ventas paperback sobretodo en las comunidades negras. Muchas historias del blaxploitation vienen directa o indirectamente de su trabajo. La película enseña como su vida familiar no estuvo exenta de dramas y eventos dolorosos pero a lo mejor, luego de lo vivido como Pimp estos eran problemas menores para Robert Beck.
El documental es sobretodo un homenaje al escritor y su obra. Aspectos editoriales son cubiertos también lo que nos permite echar un ojo al mundo de la publicación. Un problema del filme es que en mi opinión se busca validarlo por medio de celebridades del espectáculo, mientras que otros escritores afroamericanos que quizás tendrían mucho que decir del autor, no son traídos a cuenta. Sin negar la aportación importante al mundo del hip hop, me parece que acercar la figura a contextos más literarios hubiera aportado mucho a la película llevando los lentes a grupos más recientes de escritores negros que no tienen la misma visibilidad lograda por el consagrado escritor.


Can’t Stand Losing You (2012)
Dir: Andy Grieve and Lauren Lazin

Andy Summers, ex guitarrista de la banda inglesa The Police, se une al club cada vez más concurrido de estrellas del rock que semi retirados les da con escribir una memoria. Hay grandes libros en este sub género de la autobiografía: Bob Dylan, Keith Richard o Eric Clapton han publicado sendos libros dedicados a sí mismos. A juzgar por el documental Can’t Stand Losing You, este no parece ser el caso de la memoria de Summers, o quizás el filme no le hace justicia, no sabría decir. Tomando de base su libro, la película hace recuento de la vida de Summers desde que inició su carrera en los sesenta en varias bandas de R&B y psicodelia, pasando incluso por The Animals. Una vez se separa esta última, Andy se queda abandonado en Los Angeles sin prospecto alguno. Pasan años, el tipo se casa, se muda de nuevo a Londres, tiene un hijo recién nacido y bum las circunstancias operan para que surja The Police. La banda triunfa sobretodo en Estados Unidos. Estrellato total, tours eternos, una lucha de egos rara, divorcio, separación lenta, Sting solista, bla bla bla reunión en 2007.
La manera de contar esta historia por los directores Andy Grieve y Lauren Lazin es bastante antiséptica como si quisieran limpiar la figura de Summers, que de por sí no esta sucia. Este documental tipo perfil no parece trabajar una perspectiva o filosofía de vida en concreto como ocurre con el de Tomi Ungerer o Iceberg Slim. Es correcto y sobrio. Quizás Summers es un tipo tan normal (lo cual no es algo malo) que sus memorias son poco jugosas o había un afán de no contar nada muy oscuro. De su abandono en L.A. a principios de los setenta no se dice nada, las peleas con Sting no se explican, su desajuste en los tours es meramente sugerido y su trabajo (excelente, por cierto) como fotógrafo es tratado como un simple hobbie. Sin quererlo, los documentalistas muestran a un Summers aburrido y triste, sin mucho que hacer o decir de la vida salvo tocar guitarra en la reunión (poco inspirada) de The Police. Me cuestiono si merecía la pena contar esta historia o si estoy acostumbrado a las narrativas de excesos rock and roll (alcoholismo, adicción, asesinatos, sexo demente, vandalismo, suicidio, “baby, where are my drugs”) que hacen que Summers no de la liga.

Me hubiese gustado participar y ver más del Doc NYC (la invitación a Cinecero seguía abierta) pero las circunstancias post-Sandy me lo impidieron. Con una oferta de casi sesenta películas de no ficción este festival/encuentro de documentalistas resulta importantísimo, sobretodo si pensamos que, salvo las pelis de Michael Moore y una que otra excepción, el género del documental rara vez ocupa las salas de cine. Este festival nos permite experimentar lo prolífico y valioso del género y quizás estimule a otras ciudades y públicos a poner su foco en él.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

De celuloide: otro entremés

Derrida con ganas de leer entrelíneas.

A pesar de los medios y tecnologías emergentes, me parece que una proyección en celuloide - claro está, cuando lo requiere la propuesta en cuestión - aún ostenta un poder cuasi mágico, por no decir insustituible, sobre la experiencia del cinéfilo promedio.  En lo que servimos otro plato principal, comparto el escrito ¿Réquiem por el celuloide? Todavía no del Prof. Francisco González, publicado hace una semana en http://www.80grados.net/.

Charlie
 

miércoles, 31 de octubre de 2012

Otro “Tope Diez” – Enrique González


1. El conformista (Bernardo Bertolucci, 1970)
No conocía esta película, ni siquiera había oído hablar de ella. Nadie me la había mencionado nunca. Pero por casualidades de la vida tuve la dicha de que el grupo estudiantil Austin Cinematheque la trajera en 35mm al teatro de la Universidad de Texas. Conocía la reputación de este grupo de cinéfilos y por eso fui. Usualmente traen películas bien cabronas. En fin, realmente fue una de las pocas experiencias inefables que he tenido. No quiero ni tratar de describirla. Lo único que tengo que decir es que es la película que más me ha volado la cabeza en todo el cine que he visto. Y por eso es mi número 1.

2. Fanny y Alexander (Ingmar Bergman, 1982)
Escoger una de Bergman no es tarea fácil porque (creo que es necesario repetirlo) Bergman es Dios. Escojo ésta por su magia, por sus confluencias con el teatro, por las actuaciones magistrales de dos niños (los protagonistas) y por tener uno de los comienzos más hermosos del mundo. Este es mi comienzo favorito seguido por el principio de Central do Brasil de Walter Salles. Ambos son películas en sí mismos.

3. Umberto D (Vittorio de Sica, 1952)
Porque amo el neorealismo italiano y lo que hizo con el cine. Por demostrar que frente a la adversidad, la crueldad humana, el cataclismo, o la destrucción absoluta, todavía nos quedan cosas que merecen la pena. En este caso, ni las guerras mundiales, ni depresiones económicas, ni la extrema pobreza podrán minar la amistad entre un perro y su amo.

4. Fahrenheit 451 (François Truffaut, 1966)
Por retratar el tema de la literatura y terminar con uno de los finales más hermosos del mundo. Es una de las películas que más me ha conmovido y que evidencian que aún podemos creer en las utopías.

5. Julieta de los espíritus (Federico Fellini, 1965)
Por ser una de las películas que ves en pantalla grande y jamás quieres volver a ver para que no te dañen esa primera experiencia. Esta es la película más personal de Fellini con la adorable y genial actriz (su esposa y musa) Giulietta Masina. Jamás voy a olvidar la magia de verla por primera vez en un cine de Nueva York.

6. Brasil (Terry Gilliam, 1985)
Por ser una de esas películas cuyo final te obliga a recordarla por siempre aunque uno la recuerde de una forma pero realmente termine de otra.

7. El acorazado Potemkin (Sergei M. Eisenstein, 1925)
Porque Eisenstein era un genio y su teoría del montaje (junto a otros directores) llevó al séptimo arte hacia un nivel inalcanzable. No conozco cine más revolucionario que el suyo, en todo los sentidos.

8. El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973)
Por encarnar la poesía y ser un homenaje al cine en sí. También por tener una de las fotografías más bellas, tener a la inolvidable Ana Torrent y por su uso magistral de los silencios.

9. Girón (Manuel Herrera, 1971)
Por ser uno de los docu-dramas cubanos más geniales y alucinantes. La fusión entre la ficción y el documental es indescifrable. Creo que es la película que mejor logró borrar la línea entre estos dos géneros.

10. Night on Earth (Jim Jarmusch, 1991)
Por ser una película que prueba que no se necesitan historias complejas para hacer películas geniales. Y, por supuesto, por tener a la musa mayor Gena Rowlands.

miércoles, 24 de octubre de 2012

10 pelis: En el cine, donde todo es grande


Esta lista no tiene el propósito de ser una selección personal de lo mejor del séptimo arte sino una manera de celebrar al cine como proveedor de experiencias significativas y disfrute en muchos niveles.

Freddy’s Death: The Final Nightmare
(1991)
Teatro Taboas, Manatí , Puerto Rico (1991)

Para el 1991 el Teatro Taboas era un destartalado cine con candelabros, un telón polvoriento que se abría antes de comenzar la película y máquinas de refrescos en donde salía el vaso, el syrop y el agua separados. El Taboas era barato, $3.00. La cartelera siempre estaba un mes atrasada con relación al resto del país. Los pisos eran pegajosos y olía a humedad. Arriba, un mezannine forrado con carteles de películas de terror de los años 70 y 80. Lo usaban los adolescentes para bellaquear y fumar. Aunque vi muchas películas ahí, Freddy’s Death fue la primera que recuerdo en la cual mantuve una excitación previa, durante y posterior a la proyección. Se trataba de mi primer filme de terror (mis padres preferían no incentivar las pesadillas) y mi primer 3D. El efecto 3D era temporero. Había que estar pendiente: uno de los actores indicaría cuando ponerse las gafas de cartón. La película comenzó, continuó y la escena 3D no aparecía. Como buen cine de pueblo, todo el mundo comentaba en voz alta y se quejaba de las cabronas gafas y de la estafa. Un marullo total. En el enfrentamiento final para matar a Freddy por fin la actriz-víctima se ponía las susodichas gafas para poder entrar a la mente de Freddy. Luego veías salir de la pantalla el guante de tijeras, Freddy volando en una escoba como una bruja, mucho fuego y la carota derritiéndose. Hubo gritería en el Taboas. 5 minutos de gloria 3D. Tuve pesadillas esa noche pero fue genial hablar de la peli en la escuela. El teatro Taboas cerró poco tiempo después y Manatí perdió su cine.
Cuando veo películas melancólicas con las salas de antaño como Cinema Paradiso, The Purple Rose of Cairo, Amarcord o más reciente, el Grindhouse de Tarantino y Robert Rodríguez, gracias al Taboas se exactamente el sentimiento que están evocando. Cuando me ofrecen una película en 3D no puedo evitar pensar en Freddy Krueger.


Strange Days
(1995)
Cine Caribe, Arecibo, Puerto Rico (1995)

Mi padre es un cinéfilo dedicado. Mi pasión por el cine la herede y la comparto con él. En la temprana adolescencia cuando todavía no tenía la licencia de conducir era con él con quién iba al cine. La visita se daba prácticamente todas las semanas. Veíamos decenas de pelis por año. Perdido el Taboas el cine más cercano eran las cuatro salas del Cine Caribe en Arecibo. Ya en los mediados noventa Cine Caribe estaba en total decadencia. Lo dejaron abandonar debido a que el centro comercial de Hatillo, con 8 salas nuevas, les robó toda la clientela. En las últimas semanas de Cine Caribe las pelis estaban en descuento y las salas estaban siempre vacías. Allí nos metimos una viernes lluvioso a ver Strange Days de Kathryn Bigelow. La trama futurista presentaba un fin de siglo lleno de disturbios y una máquina neurotransmisora que permitía grabar memorias en todos los niveles sensoriales. Al dar play los personajes revivían el momento completo tal como lo vivieron.
Ralph Fiennes era el antihéroe melancólico. Juliette Lewis estaba super sexy como la cantante exnovia de Fiennes y Angela Bassett era una mujer fuerte dispuesta a salvar la ciudad entera. En medio de la película una porción del techo de Cine Caribe colapsó y la lluvia torrencial empezó a caer dentro de la sala. Aunque la situación era bastante terrible, ni mi padre ni yo nos inmutamos. La peli nos tenía agarrados y decidimos quedarnos hasta el final, incluso con los chorros de agua cayendo. Extrañamente nadie paró la proyección o nos ofreció algún crédito. Disfrutamos mucho del espectáculo natural.
En el apocalipsis de Strange Days la lluvia torrencial dentro del cine en ruina hacía todo el sentido del mundo. Fue como ver una proyección con efectos especiales en vivo. Un performance sobre la devastación. Privilegio total.


The Blair Witch Project (1999)
Caribbean Cinemas Montehiedra, Puerto Rico (1999)

Una película no siempre es la razón por la cual vamos al cine. Existe también la bellaquera. En el ‘99 tenía una novia menor que yo a la que no dejaban casi salir de la casa. No teníamos un lugar para estar juntos. Yo, por que tenía sobre seis roommates. Ella por que vivía con sus padres. Al igual que para muchos adolescentes con la misma situación, el cine se volvió para nosotros un sustituto de cama. The Blair Witch Project fue la primera película que “vimos" juntos. Al día de hoy no sé muy bien de que iba, algo de unos jóvenes cineastas que terminan encontrando un crimen real. Nosotros nos dedicamos a grajearnos y bellaquear la hora y media. Ningún interés en la trama.
La falta de espacio hizo que esa relación no durara casi nada. Quizás repetimos el cine Montehiedra una o dos veces más. Nunca he ignorado tanto una película que junto a ella.

La haine
(1995)
L’aeronef, Lille, France, (2001)

La haine es una gran película de realismo social escrita y dirigida por Mathieu Kassovitz. Es de los poco filmes que toman el punto de vista de los inmigrantes árabes en Francia. El filme trata sobre las tensiones entre la policía y los jóvenes que viven en los caseríos en la afueras de París. La haine cuenta con un guión y unas actuaciones excelentes. Es una película dura, hermosa y devastadora. La vi por primera vez en VHS. Luego repetí mientras vivía en la ciudad de Lille al norte de Francia. Uno de los locales más interesantes de música indie, L’aeronef, trajo una proyección con nuevo soundtrack en vivo compuesto y tocado por la banda Asian Dub Foundation. Los Asian Dub, originarios de Londres, son también hijos de inmigrantes árabes y de la India y su música para la ocasión fue un rock/electro Eastern en la onda George Harrison. Con todo el hostigamiento policiaco que viví ese año me identifiqué mucho con los personajes y con la música vibrante de la banda. La experiencia de ver una película con soundtrack en vivo fue alucinante y sin duda me remitió a lo que fueron aquellas primeras películas mudas que eran acompañadas por músicos en cada presentación.
Un plus fue el after-party con la banda y una conversación muy graciosa con el batero en la cual caritativamente me ofrecía sus groupies.


Fellini’s Casanova (1976)
Guggenheim Museum, New York (2003)

Durante el invierno del 2002 al 2003 el Guggenheim Museum hizo una retrospectiva de la filmografía de Federico Fellini para acompañar la exhibición de caricaturas y dibujos hechos por el director a lo largo de toda su carrera. Durante esas fechas visite Nueva York por primera vez. El museo Guggenheim con su exhibición Felliniana fue uno de los highlights indiscutibles. Los dibujos de mujeres tetonas y culos grandes estaban magníficos. Fellini que empezó su carrera como ilustrador, dibujo mucho y entre sus retratos podías ver a Giuletta y a Marcello, storyboards de películas no filmadas y algunos de sus mejores personajes. Esa tarde el Guggenheim presentaba Casanova, su filme sobre el mítico seductor con Donald Sutherland en la que el director trabaja al ícono como un autómata del sexo. Para Casanova la posibilidad de amor se puede lograr solamente junto a una hermosa proto-robot. Este filme difícil de conseguir es Fellini en su cúspide del gigantismo surreal. Para entonces era un director superestrella que se abandonaba a todos los excesos visuales, el puto rey de Cineccitá. Ver a Fellini en pantalla grande en copia restaurada es uno de los mayores lujos posibles. Desdeñas de cualquier VHS o DVD. Una experiencia místico-sensual.


No Country for Old Men
(2007)
Cine Metro, Santurce, Puerto Rico (2007)

Salvo en contadas ocasiones ver una película de los hermanos Coen es una delicia: guiones magníficos, excelentes actores, una dirección y fotografía impecable y un humor negro de ensueño. Dentro de su filmografía No Country for Old Men basada en la novela de Cormac MacCarthy es una de la joyas indiscutibles. Con un Bardem terrorífico y una narrativa que logra su mayor impacto en lo omitido para la audiencia, el filme sacude las entrañas y deja alelado por mucho tiempo. Esta película la vi en grupo junto con los también colaboradores de Cinecero, Chemi González y Charlie Rivera. La película nos dejo en un estado de euforia sin precedente. Pura celebración, alegría del espíritu. Fue el equivalente de ganar la copa mundial de fútbol o algo por el estilo. Sin dejar de hablar de la peli, la cerveza post-cine se convirtió en una fiesta improvisada a la cual llegaron más amigos. La noche acabo a las 4:00 AM muchas horas, cervezas y conversaciones después con un carro incrustado en una isleta de un parking y otro todo abollado por el lado del pasajero. Wild. No pregunten.


Woodstock: 3 Days of Peace and Music
(1970)
Estuario de San Juan, Puerto Rico (2009)

Woodstock es el festival mítico por excelencia. Una granja con lago, miles de hippies en pelotas que se saltan la verja, el ácido, el pasto, la chingaera y el baile eléctrico. Parte del mito se forjó gracias a este documental del 1970 en el que se filmó la demencia musical de Richie Havens, Joan Baez, Janis Joplin, Santana, The Who, Joe Cocker, Sly and the Family Stone, Crosby Still and Nash, Jefferson Airplane y Jimi Hendrix junto a imágenes icónicas del free love, free drug mayhem. En el 2009 se celebró el 40 aniversario. En muchos lugares del mundo se proyectó el clásico filme entre ellos en el estuario de San Juan. Frente a la laguna del condado, en pantalla grande con buen sonido P.A., un grupo de amigos estupendos, vino, comidita, baile y otros entretenimientos, no se podía pedir más. Ver Woodstock al aire libre es como único se debería ver. Ha sido lo más cercano (en el cine) a experimentar el movimiento hippie. Ayudó mucho esos close-ups constantes en el que sientes que estas en tarima con los músicos. ¡Que hermosa Janis, que magno Jimi, que arrebato!


Stop Making Sense (1984)
Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Puerto Rico (2010)

Otra proyección al aire libre esta vez en el patio interior colonial del C.E.A. Ver este concierto de los Talking Heads dirigido por Jonathan Demme bajo las estrellas y con buen volumen es una de las mejores maneras de pasar una noche de fin de semana. Este concierto lleva al extremo el concepto de “build up”. David Byrne inicia en solitario con una versión minimal de Psycho Killer en el escenario vacío. Canción por canción se añaden miembros de la banda, elementos de escenografía, luces y coristas hasta llevar al espectáculo a su cúspide. De la misma forma esa velada comenzó con todo el mundo sentado y en silencio. Según el concierto fue ganando potencia y el vino fue corriendo, nos fuimos levantando, dando pasos, cantando coros hasta que el screening se volvió en un dance party. Dance, Dance, Dance. Gozaera total con unos de los mejores conciertos filmados y los Talking Heads en el tope de su juego.


John Lennon NYC
(2010)
Central Park, New York (2010)

La ciudad de New York se enorgullece de muchas cosas y crea celebraciones para sí misma constantemente. Entre los motivos más recurrentes es haber sido el hogar del exBeatle John Lennon. Lennon y Yoko se mudaron permanentemente en 1972 participando primero de la bohemia artística del Village hasta que se mueven al lujoso Dakota y crean una fortaleza de riqueza. Sus primeros años están bien documentados. Mucho activismo político contra la guerra de Vietnam y los atropellos civiles del gobierno americano. Esta situación produce una persecución política para Lennon disfrazada de caso de imigración (Nixon lo quería fuera del país). La pareja fue muy activa musicalmente también: hicieron juntilla con la banda funky-fumeta Elephant Memory. Grabaron discos e hicieron conciertos que la crítica musical destrozó. Perseguido por el gobierno y herido en su ego musical, Lennon entra en un frenesí de drogas, alcohol y promiscuidad. Yoko lo deja y lo manda a finales del 73 a Los Angeles con amante designada. Allá se vuelve más loco. Con la reconciliación y el regreso en el 75, el resto es paternidad y vida reclusa hasta el fatal día. Todo esto forma parte del documental Lennon NYC. Estrenado por la PBS en el cumple del músico en 2010, se preparó un gran picnic fílmico para John en pleno Central Park. Yoko habló vía satélite desde Islandia, unos políticos lo celebraron como parte del patrimonio de New York y Lou Reed articuló un discurso apático e incoherente. El documental es muy sólido. Forma una imagen más completa y humana de la problemática figura de Lennon. Fue bonito verlo en el parque en un espíritu colectivo de homenaje. Aparte de la ceremonia oficial de estreno, por todos lados músicos cantaban sus canciones y dejaban flores en el mosaico de Imagine. Al hijo adoptado de New york todavía se le quiere mucho y lo podemos ver mejor a la distancia.


Sunrise (1927)
Alamo Cinemas, Austin, Texas (2012)

Austin, Texas tiene fama de ser una ciudad musical y de mucha cultura fílmica. Esto lo corroboré recientemente en un viaje junto al colega de Cinecero Enrique González. Uno de los landmark de la movida cinéfila es el Alamo Drafth Cinema. Con una curaduría excéntrica, el Alamo ofrece noches temáticas con películas extranjeras, independientes, de serie B, clásicos de todas las épocas, trivias y performances. Por si fuera poco el Alamo es también un bar y restaurante con meseros que te traen comida y bebidas durante toda la proyección. Allí vimos Sunrise, la película muda del gran director alemán F.W. Murnau. Sunrise se proyectó esa noche con score en vivo compuesto y tocado por la banda progresiva neo-jazz My Education. El filme del 1927 es una obra maestra que con el pretexto de una redención matrimonial hace una examen modernista de los contrastes entre el campo y la ciudad. Aunque en principio la ciudad se presenta como una tentación que corrompe al amor idílico del campo, la trama de Murnau da un giro y el matrimonio moribundo se redescubre como sujetos de deseo y diversión gracias a un día de exploración por la ciudad. Murnau se adentra en la psíque amorosa jugando con los sets y con efectos de cámara y luz que todavía son deslumbrantes.
El Alamo es un modelo de lo que un complejo de cine debería aspirar. Con todas las opciones domésticas de ver películas, las salas podrían volverse centros culturales en la cual el cine se proyecta como una actividad más compleja e incluso performatica en que se relacionan disciplinas del arte y se estimula la sociabilidad de los cinéfilos.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Mi lista: paisajes, lágrimas y carcajadas.

Como mencionaron mis compañeros en posts anteriores, esta lista fue creada de "manera impulsiva y sin volverme demasiado loca". Cada una de ellas marcó mi forma de entender ya sea la representación de América Latina o las emociones humanas a través del cine. 

1. El lado oscuro del corazón (Eliseo Subiela, 1992). La película que junto a otras como Garage Olimpo, La noche de los lápices y Tango Feroz, marcaron mis años de secundaria; queríamos ser poetas y tomar el ferry de Buenos Aires a Montevideo. Hasta ahora y en cada reencuentro, mis compañeras y recitamos la frase de Oliverio: “No sé, me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!”




2. Ratas, ratones, rateros (Sebastián Cordero, 1999). La película que sin duda marcó el nuevo rumbo del cine ecuatoriano. 



3. Dancer in the Dark (Lars von Trier, 2000). Esta película estará siempre en mis lista "Top 10" porque hasta ahora ningún otro final me ha hecho llorar más que la historia de Selma.



4. Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001). La película cuya banda sonora me mantuvo cuerda mientras terminaba mi carrera universitaria.  



5. Historias mínimas (Carlos Sorin, 2002). Aunque Sorin es porteño de nacimiento, tiene un especial interés en pueblos aislados de la Argentina, de ahí que Historias mínimas (2002), El perro (2004) o El camino de San Diego (2006) estén ambientadas en la Patagonia o en Misiones. Sus películas me dibujaron una América Latina distinta a la que había conocido hasta ese entonces, me motivaron a querer visitar esos paisajes con vastísimos cielos de nubes multiformes y la selva que apenas permite ver más allá de la copa de los árboles. En 2006, inspirada por sus películas, recorrí esa tierra polvorienta, azul, de rectas carreteras interminables.


6. Before Sunrise (Richard Linklater, 1995)/Before Sunset (Richard Linklater, 2004). Ambas películas están la lista porque espero ansiosa la siguiente parte.



7. Las mantenidas sin sueños (Vera Fogwill, Martín de Salvo, 2005). Unas de las pocas películas con "temática femenina", que al igual que Te doy mis ojos (2003), despiertan mi lado feminista. 



8. Borat: Cultural Learnings of America for Make Benefit Glorious Nation of Kazakhstan (Larry Charles, 2006). Puedo recordar muchas películas que me han dejado sin palabras, que me han hecho llorar o que he vuelto a ver por segunda (o tercera) vez inmediatamente después de que terminan. Me es más difícil recordar películas que me han hecho reír; tal vez tenga que ver por casi masoquista tendencia a los dramas. Borat merece una mención porque, aunque probablemente nunca más la vuelva a ver, todavía recuerdo las interminables carcajadas.


9. Mary and Max (Adam Elliot, 2009). El guion que me habría encantado escribir. 


10. Paris, Texas (Wim Wenders, 1984). Una de las conversaciones más memorables: la de Travis y Jane.
...
- Travis
- What? 
- I will be there. 
- Good. 
- Meridian Hotel? 
- Yeah. Room 1520.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Diez mas (Alicia en la boca del psicoanálisis)

Una lista de películas que delatan mis gustos gringos noventosos cuestionables y obsesiones recurrentes:

1. Fight Club (David Fincher, 1999)
Odio profundo por la humanidad combinado con esperanza para el futuro. Hay que destruirlo todo para comenzar de nuevo. A veces hay que darse puños uno mismo en la cara.



2. Ghost in The Shell (Mamoru Oshii, 1996)
El futuro está jodido.  Las corporaciones se apoderaron de todo. Inteligencia artificial cobra conciencia y los sexy humanos super-cybermodificados se cuestionan su humanidad. Tampoco hay hoverboards.



3. The Matrix (Larry y Andy Watchowski, 1999)
Vamos a copiarnos de todas las películas de ciencia ficción ya existentes y escribir un guión que combina diálogo idiota con profundidad filosófica intensa sobre el significado de la humanidad en un futuro donde quienes mandan son las máquinas. Ahora todos se copian de la nuestra.
En la vida real soy los hipsters. Todo lo que toco se convierte en mi.

4. Dark City (Alex Proyas, 1998)
Despiertas desnudo en una bañera. Afuera hay una prostituta muerta. Quizás la mataste, pero no recuerdas nada.  Por un lado te anda buscando la policía, y por el otro tienes unos tipos jinchos, calvos y telepáticos que te persiguen. Reina la paranoia en esta ciudad donde ya no sale el sol.



5. Children of Men (Alfonso Cuarón, 2006)
Violencia, crueldad, y agonía son la semilla de la esperanza.



6. Malcolm X (Spike Lee, 1994)
 Se que algunas de las películas que menciono en esta lista pueden causarme la pérdida de amistades; con ésta por lo menos mantengo un poco de credibilidad. Usualmente le tengo poca paciencia a las películas que duran más de dos horas. Ésta es la excepción. El libro también está cabrón.



7. Cemetery Man (Michele Soavi, 1994)
Zombies, asesinatos en serie, necrofilia, y crisis existencial. La mejor/peor película del mundo.



8. Pi (Darren Aronofsky, 1998)
Paranoia noir low-budget con uno de los mejores guiones en la historia del cine de ciencia ficción.



9. Mystery Science Theater 3000: The Movie (Trace Beaulieu y Jim Mallon, 1996)
Es un episodio de MST3K pero en forma de largometraje. Los extraterrestres humanoides con frentes enormes necesitan raptar a los científicos fatulos de la tierra para salvar su mundo perdido. Nada hace sentido en esta película.



10. Kung Pow! Enter the Fist (Steve Oedekerk, 2002)
Evidentemente no me importa ná. O la entiendes o la odias. O no la entiendes y la odias. O la entiendes y la odias. Lo peor es que es más gracioso recordarla que verla.