miércoles, 30 de enero de 2013

Cine y riqueza


En estos días en que revaluamos el cine visto en el último año, me gustaría destacar dos filmes que han coincidido en varias listas de publicaciones importantes y se han mantenido en el apartado de películas a las que les he dedicado pensamiento frecuente debido a su problemática: Cosmopolis de David Cronenberg y Holy Motors de Leos Carax .

Elementos importantes conectan estas dos películas. Ambas están estructuradas a partir de un personaje central que se traslada en limosina durante todo un día y una noche por una megaciudad (New York/París). En el primer caso, la acción discurre en torno a las interacciones del personaje con visitantes; y en el segundo, con visitas que hace el protagonista. El desarrollo de estas tramas se articula de manera episódica siendo cada interacción una historia independiente.

Un gran porciento de las películas ocurre dentro de las limosinas. Estos vehículos funcionan como burbujas de protección y status. Como es habitual en estos directores, la sexualidad, el poder y la violencia entran en juego en la trama a manera de inmersiones psicológicas profundas.

En Cosmopolis, el pálido billonario Erik Parker (Robert Pattinson) decide dirigirse, en un día tumultuoso de protestas, hacia el bajo Manhattan para cortarse el pelo con el barbero de su niñez. Este capricho, como en Citizen Kane de Orson Welles, apunta a aquello perdido (¿la inocencia?) que el dinero no logra comprar. No es un recorte en sí lo que quiere, sino reproducir una experiencia extraviada. El super rico sufre de vacío existencial y ostracismo. Su desinterés por el negocio, el cinismo ante la política y la realidad social, el desapegado vicio sexual y su fracaso matrimonial se van develando con cada pasajero que sube a su máquina y los brillantes diálogos que se suscitan. El viaje del joven rico termina en una búsqueda de sentido por medio del dolor y la humillación.

Holy Motors se mueve en otro campo: el de lo metacinematográfico. La película atraviesa su propia construcción. Se rompe literalmente la pared de la ficción y, como espejo, nos devuelve la imagen de nosotros como espectadores. Carax se observa a sí mismo como director revisitando tramas y personajes, y permitiendo una mirada íntima a su actor fetiche Denis Lavant(tour de force sin duda). Lavant hace de un extraño actor-camaleón llamado Monsieur Oscar que desde su limosina se transforma en distintos seres: una vagabunda, un hombre monstruoso, un actor porno rodando en greenscreen, un padre de una adolescente tímida, un enfermo terminal y otros personajes excéntricos más. Oscar se envuelve en un cierto tipo de cine invisible ya que sus escenas no forman parte de un rodaje. Son viñetas sueltas de las cuales el actor entra y sale como en un servicio a domicilio. Cual un juego de cajas chinas, son innumerables películas dentro de una misma película o la carrera de un actor condensada en un día. Quizás un mundo alterno donde la realidad está tan necesitada de ficción que se contratan actores para alterarla.

Aparte de la calidad dramatúrgica, de puesta en escena y actoral en las dos propuestas fílmicas (a las cuales se le podría dedicar más espacio, esta no es una reseña exhaustiva), un elemento me inquieta mucho. Cosmopolis y Holy Motors concuerdan además en el contexto económico que representan. Ambas películas se adentran en el mundo de los millonarios.

Esta atracción, que en ninguno de los casos opta por la sátira sino más bien por el drama existencial("el ser"; no el movimiento) serio, puede ser síntoma, entre otros factores, de las discusiones mundiales de movimientos como “Occupy” acerca del acceso a la riqueza por el 1% vs. el 99% de la población (Cronenberg lanza guiñadas hacia el tema). La fascinación por el minúsculo mundo de los multimillonarios me sorprendió en estos directores independientes y de temas radicales, aunque no es exclusivo de estas dos películas. Los super héroes más exitosos del cine actual son los multimillonarios Batman, Ironman y el eterno “jetsetter”, James Bond. La lista de personajes podría continuar, por supuesto, incluyendo al más contemporáneo y realista Mark Zuckerberg de The Social Network o algunos de los personajes de Sofía Coppola.

Para Cronenberg y Carax estas figuras están llenas de problemas psíquicos y angustia pero independientemente de su intimidad fracturada siguen siendo el motor sagrado de una maquinaria que domina al mundo exterior. Entiendo que los directores se dirigen hacia esa relación y sus complejidades. Los personajes encarnan el movimiento que agita, ya sea la bolsa de valores con Cronenberg o el “lumen cinemático” en el caso de Carax. Ambos directores se adentran a capas semióticas que superan el simple retrato de un sujeto multimillonario aunque esta nunca deja de ser su marca como personajes.

Sorprende el respeto que ambos directores le dedican no sólo al personaje, sino en cierta manera melancólica, al estilo de vida. “Estos pobres millonarios sufren de soledad, vacío humano y de todas formas tienen que terminar su difícil jornada”, parecerían decirnos. ¡Por favor!

A veces se crítica con acierto que la cultura mainstream occidental se enfoca en los problemas insulsos de la gente de raza blanca, que es como decir de las clases más afluyentes. Si esta tendencia por las narrativas de multimillonarios se asienta, estaríamos hablando del extremo final de esa aseveración: los problemas insulsos del hombre blanco multimillonario.

Tanto en la realidad como en la ficción estas personas son tan ricas que se vuelven intocables. El cine parece adorarlos cada vez más, quizás en la misma medida en que las producciones de Hollywood tienen presupuestos cada vez más altos y las celebridades cobran salarios hiperbolizados. “Qué hablen de nosotros, productores y actores, y de nuestros dilemas”, parecerían decir. ¿En serio?

En los 60's y 70's cineastas como Godard, Antonioni y Buñuel lanzaron fuertes críticas a la burguesía europea, que está más abajo que esta gente, por cierto. De esa trinchera queda Michael Haneke en actividad. Por su parte el cine gringo tiene un catálogo bastante grande dedicado a las sátiras suburbanas y las jodiendas de la clase media.Al latinoamericano y africano no le queda que tratar con la pobreza en todos los sentidos. Esta tradición balancea ideológicamente al cine visto en las últimas décadas. Sin embargo, es curioso que al millonario rara vez se le cuestiona en el cine. Funciona como una cúspide del deseo colectivo. Todo el mundo sueña con ser millonario como la Lotería y los Reality bien saben.

Una crítica gastada al cine de Woody Allen es que sus personajes pertenecen a la alta burguesía y es por ello que los conflictos que él presenta suenan enajenados. Es bastante cierto, pero el mundo de Woody puede parecer más cercano comparado a estos filmes que dan foco a lo más alto de la pirámide económica y que nos piden sentirnos afectados. Al menos yo no logro identificarme por más que el issue remita a la condición humana o al estado vital del cinéfilo como intentan Carax y Cronenberg. Saberme solo en una limosina nunca será un conflicto que me interpele.

Aunque como espectador respeto la voluntad de cualquier director de hacer la película que desee y de sumergirse en el estrato social que quiera, no se trata de ponernos a censurar o boicotear siento que las ganas de seguir viendo estos dramas sobre los dolores del dinero se me van.
Este artículo fue publicado originalmente en http://www.80grados.net/



miércoles, 23 de enero de 2013

Sueños recurrentes y el pequeño fuego en el centro de tu corazón

Desde que tengo uso de la memoria, el cine, la música y la literatura han sido mis herramientas de preferencia en la búsqueda de respuestas para las preguntas que me hago, producto de mis permanentes cuestionamientos existenciales. Supongo que tengo que aceptar que mi afán por ver películas que traten de  alguna forma u otra sobre mis propios dilemas paranoicos y cuestionamientos socio-políticos posiblemente sea mi forma preferida de escape psicológico del hecho de que vivo en una sociedad irremediablemente jodida, por la que hay muy poco que un sólo individuo puede hacer. Por esto creo que siempre me he sentido atraído en especial al género de la ciencia ficción, porque trabaja con muchas de las preguntas que llevo haciéndome desde siempre, exacerbadas por mi vida actual ocupada la mayoría del tiempo manejando los problemas de otros desde un cubículo en una oficina corporativa. Parecería el perfecto comienzo para una historia de ciencia ficción.

Llevo las últimas cuatro semanas viendo películas que definitivamente delatan estas obsesiones recurrentes. No sé si sea para bien o para mal, ya que el patrón me lleva a escoger ver cosas, a veces ya vistas múltiples veces, que agudizan mis fantasías y paranoias. The Matrix (1999), Dark City (1998), Equilibrium (2002), Cypher (2002), Manchurian Candidate (1962), Manchurian Candidate (2004), Total Recall (1980). Todas estas películas tienen un lazo en común: un personaje (vale mencionarse que siempre es un personaje masculino) descubre que él no es lo que pensaba que era, que la sociedad que lo rodea, de la cual formaba parte (a veces de forma esencial) no es lo que aparentaba, y ahora tiene que luchar contra todo el sistema de control mental y manipulación social para liberarse a sí mismo y/o a todas las personas oprimidas. En especial me parece interesante lo seductora que es la idea que una persona cualquiera descubra que tiene poderes, y por lo tanto responsabilidades, mayores que los de la gente común, al punto de ser capaz de liberar a toda una sociedad de un sistema de opresión institucionalizado; fruto del idealismo utópico desarrollado en el contexto de la cultura del individualismo liberal norteamericano.

Vivimos en tiempos extraños. Los humanos hemos creado y seguimos expandiendo una red de información que se hace más parte esencial de nuestro funcionamiento cada día. Estamos atados a las máquinas que nos permiten conectarnos de forma virtual con los demás y la realidad es transformada por la tecnología que utilizamos para manipular nuestra percepción y relación con ella. Dependemos de los productos que nos venden las corporaciones para mantenernos conectados—teléfonos, computadoras, vehículos, etc.— de igual forma que ellas dependen de que nosotros continuemos consumiendo sus productos para que puedan mantener control sobre el mercado.

"Luke... soy tu padre."
En ambas versiones de Manchurian Candidate, se trabajan de formas diferentes los temas del poder del bombardeo de información y la repetición para manipular la percepción y controlar el comportamiento de las personas. El concepto se lleva al extremo de lograr utilizar el poder de la sugestión para convertir a una persona en un “robot” sin agencia propia, capaz de seguir instrucciones sin cuestionamiento y que no tenga memoria de lo ocurrido, para así crear el asesino perfecto. En la versión del 2004 dirigida por Jonathan Demme, en una escena genial donde el protagonista Ben Marco (Denzel Washington) comparte sus preocupaciones de que su sueño recurrente sea producto de que posiblemente le hayan lavado el cerebro, su amigo Delp (Bruno Ganz), le dice una verdad fundamental de lo que implica vivir en la sociedad moderna: “We’ve all been brainwashed, Marco.”

La ciencia de la psicología aplicada a la promoción y el mercadeo se ha perfeccionado al punto de que puede aparentar invisibilidad mientras somos bombardeados con información diseñada para provocar una reacción emocional, y hacernos sentir un lazo de afinidad con un producto y la compañía que lo produce, o con un gobierno.  La misma ciencia aplicada a los medios de comunicación es capaz de manipular la opinión pública e incluso el comportamiento. Es una de las herramientas esenciales del nacionalismo para crear la identidad nacional unificada. Hitler era experto en la utilización de este conocimiento, incluyendo el rol del cine en la manipulación social, y eso fue hace más de medio siglo.  Sólo podemos imaginarnos de lo que son capaces de hacer con la tecnología y el conocimiento de ahora en las manos equivocadas, lo cual me lleva a las preguntas que constantemente me hago: ¿Quién determina cuáles son las manos equivocadas?¿Hasta qué extremo se puede manipular a un individuo, o a toda una sociedad, y para qué fin? ¿Será posible llevarlo al extremo de implantarle una personalidad artificial a un individuo, o a toda una sociedad? ¿Cómo saber si uno es víctima de dicha manipulación? ¿Sería posible escapar?

Tal vez se me pueda acusar de vagancia intelectual. Sé que las preguntas que me hago, y que estas películas trabajan, no son únicas ni originales. Muchas son preguntas fundamentales de varias escuelas de filosofía occidentales y también orientales, con repercusiones historico-políticas que nos persiguen hasta el día de hoy. Reconozco que no he estudiado a profundidad ninguna de las filosofías que se han hecho estas preguntas a través de la historia. Tal vez de eso mismo se trata. Tal vez ese es el poder del cine. Educar a los que somos muy vagos para leer. Y si es el caso, es esencial reconocer que las ideas que consumimos a través del cine siguen siendo el producto del sistema de producción al que le responde, con las filosofías que lo acompañan. El cine es una herramienta esencial de esa cultura de manipulación social.

Creo que esta película ya la hicieron.
Lo cual me lleva a otras preguntas relacionadas a mi papel en todo esto: ¿Mis obsesiones son basadas en una inclinación inherente hacia la libertad y la justicia, o son también producto de consumir este tipo de películas que siempre me han atraído? ¿Cuál es mi verdadero propósito en la vida? ¿Cómo puedo saber que no estoy soñando? ¿Qué es la realidad? ¿Dónde termina esta línea de pensamiento? ¿Estaré loco? Como dice Douglas Quade (Arnold Schwarzenegger) en la versión de Total Recall dirigida por Paul Verhoeven (1990) cuando descubre que sus memorias son artificialmente implantadas, “Si no soy yo, ¿quién soy?”

Claro está que una sesión conmigo de seguro sería como un field day para cualquier psicoanalista. Pero yo prefiero buscar respuestas en los mismos lugares que los personajes con los que me identifico. La oráculo (Gloria Foster) en The Matrix le dice a Neo (Keanu Reeves) que nadie le puede decir quién es; él tiene que averiguarlo por su cuenta. En Total Recall (1990), el personaje de Kuato (un mutante animatrónico ligado al abdomen de su hermano George, líder de la resistencia, protagonizado por Marshall Bell) le dice a Quade que aunque sus memorias sean falsas, ellas no son lo que lo definen: “Eres lo que haces”. Una persona es definida por sus acciones, no por sus ideas o cuestionamientos políticos o filosóficos. Quizá es lo más cercano a una respuesta que puedo esperar recibir de escritores y cineastas igual (o más) locos que yo, canalizada a través de un estudio de producción para el cual sólo soy parte de otro “target market” entre muchos, con sensibilidades predecibles.

"Eres lo que haces... idioteces."
Pero con eso es suficiente. Así, con el corazón apaciguado, regreso al cubículo en la oficina corporativa, con sólo una ambigua memoria del sueño que tuve ayer, un sueño en el cual fui consciente de que algo no anda bien, y que las cosas no son lo que aparentan.

miércoles, 16 de enero de 2013

Ignacio y Don Ángel

El pasado 4 de enero ya se empañaba de tristeza el nuevo año al enterarnos de la muerte de Don Ángel F. Rivera, un verdadero baluarte de las imágenes en movimiento en Puerto Rico. Cineasta, director de teatro y televisión, Don Ángel era un comprometido de las artes y su desarrollo en Puerto Rico. Creador y mantenedor por varias décadas del Archivo de Imágenes en Movimiento de la Corporación de Puerto Rico para la Difusión Publica (WIPR) con la cual colaboró activamente hasta el momento de su muerte a los 90 años. Desgraciadamente, dicho archivo que ahora lleva su nombre y que es uno de los más completos archivos de imágenes en movimiento de la región del caribe, no se encuentra abierto al público general. Una pena que Don Ángel muriera antes de ver su apertura al pueblo al que tanto sirvió.

                                                                                 
Don Ángel  F. Rivera también es recordado por los varios trabajos cinematográficos que realizara para la División de Educación Para la Comunidad (DIVEDCO) programa pionero del gobierno de Luis Muñoz Marín que llevo el cine a las comunidades más recónditas del suelo puertorriqueño, utilizándolo como herramienta de discusión comunitaria y sociológica. Si bien era un proyecto quizás al fin y a la postre con un fin más didáctico que artístico o estético, lo cierto es que durante el periodo más fructífero de la DIVEDCO- los años 50, aunque la DIVEDCO como organismo existió hasta finales de los 70- se produjo quizás el mejor cine que se haya realizado en suelo boricua tanto a nivel artístico, como narrativo y sociológico.

En su mayoría influenciados por el neorrealismo italiano y precursores por unos pocos años de los trabajos de la Escuela Documental de Santa Fé impulsados por Fernando Birri y del ICAIC en Cuba- que serían los movimientos mayormente responsables en América Latina de promover el cine como herramienta de concientización sociopolítica- el grupo de cineastas de la DIVEDCO, compuesto por nombres imprescindibles como Amílcar Tirado, Jack Delano, Luis Maysonet, Benji Doniger, Marcos Betancourt y Ángel F. Rivera, entre otros, junto a colaboradores igualmente ilustres en las áreas de guion, fotografía y diseño de arte como: los escritores Rene Marqués, Pedro Juan Soto y Emilio Díaz Valcárcel, el fotógrafo Pedro Juan López padre, los artistas plásticos Irene Delano, Lorenzo Homar y Rafael Tufiño, por no mencionar mas nombres, debería de quedar grabado en la memoria colectiva de este pueblo sin memoria como ejemplo de artistas que utilizaron sus herramientas y conocimientos para el bien colectivo y humano de nuestra sociedad. Es una prueba de que arte e intelectualidad no deben quedarse solo en la “academia” sino ser parte de un todo que apele a la conciencia nacional. Basta solo echarle un vistazo a algunas producciones de esos fructíferos años de la DIVEDCO: El Puente- de Amílcar Tirado, en mi opinión la mejor película del cine puertorriqueño-, Modesta, La Noche de Don Manuel, La Guardarraya, Juan sin Seso, Una Gota de Agua, La de los Cuatro Cabos Blancos, Nenen de La Ruta Mora, entre otras, y claro está, el largometraje Los Peloteros de Jack Delano para atestiguar este hecho. Don Ángel F. Rivera dirigió dos de las mejores películas del acervo de la DIVEDCO: Ignacio (1956) y Un Día Cualquiera (1953). Incluso logró ganarle a Puerto Rico uno de sus primeros premios internacionales en cine ya que Ignacio fue reconocida con una mención de la crítica internacional en el Festival de Cine de Venecia- uno de los más prestigiosos del mundo- del año 1956.

                                                                       
Son muchas las cosas que se pueden decir de la DIVEDCO y su acervo cinematográfico aunque en Puerto Rico, país de memoria corta y de dejadez cultural por parte de sus gobernantes, no sea tan conocida como debiera serlo. En dicha producción se pueden escarbar y reconocer todas las contradicciones y paradojas de lo que fue el “Muñozismo” que a seis décadas de Estado Libre Asociado todavía es tema tan vapuleado y complejo en la psiquis puertorriqueña. Pero eso es tema para otro ensayo que pide escribirse muy pronto. Más allá de agendas políticas, sociales y didácticas, el cine de la DIVEDCO tiene un incalculable valor visual y narrativo que destaca por su fina artesanía clásica, prueba de que si el dinero faltaba, sobraba el ingenio y la creatividad. Ahora que casi todo el acervo cinematográfico de la DIVEDCO se puede apreciar por YouTube, espero que nuevas generaciones se acerquen a él.

Ahora paso a reproducir un artículo que escribí sobre Ignacio y mi encuentro con Don Ángel F. Rivera, texto publicado originalmente en el semanario Claridad en noviembre de 2002:

“El pasado 15 de noviembre asistí a una grata actividad. En el barrio Santa Olaya del Bayamón rural concluía esa noche el Proyecto A Todo Rincón del Archivo Nacional de Puerto Rico, auspiciado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Dicho proyecto se encargó de llevar por diferentes comunidades el cine de la División de Educación Para la Comunidad (DIVEDCO). Esa noche se vio el mediometraje Ignacio, realizado en 1956 precisamente en el barrio Santa Olaya, dirigida por Ángel F. Rivera y adaptada del cuento de Rene Marques: Los Casos de Ignacio y Santiago.
                                                                         
El rescate de ese cine olvidado y realizado hace ya más de 45 años debe ser motivo de alegría para el pueblo entero. Considero que las películas realizadas bajo el ala de la DIVEDCO durante los años 50 constituyen la edad de oro del cine puertorriqueño. Nunca en nuestros intentos de forjar un cine nacional se ha producido más que en aquella época en términos de calidad, cantidad e ingenio. Es un cine que hasta ahora no ha sido superado en esas áreas en lo realizado posteriormente en suelo nacional.

En vez de tomar esa herencia de dicho cine, replantearla y recontextualizarla en nuestro presente, nos hemos dedicado las pocas veces que se logre echar un gran proyecto cinematográfico adelante, a obviar o distorsionar nuestra condición sociocultural y copiar modelos extranjeros que por nuestra misma condición- sí, colonial, no hay que negarlo- nos son imposibles de copiar en términos de escala y ambiciones comerciales. Claro está, en estas cuatro décadas, Puerto Rico ha cambiado infinitamente y de alguna manera nuestro cine debe avanzar ideológicamente y salir de su estancamiento moral. Pero para eso creo que podemos tomar nota del cine de la DIVEDCO, en que se solía hacer mucho con poco, con una modestia narrativa pero con la preocupación de contar bien una historia sin que nada sobre ni falte y sobre todo, la necesidad punzante que debe tener nuestro cine de ser reflejo de nuestra realidad como pueblo y ser bálsamo de la misma.

El argumento de Ignacio no puede ser más sencillo y sigue la fórmula de la mayoría de los argumentos del cine hecho por la DIVEDCO. Se expone un problema social o familiar dentro de un núcleo rural de clase baja, y la manera de resolverlo. Existe el ciudadano común que no se atreve a alzar la voz y por otro lado el ciudadano altanero que se responsabiliza de llevar la voz cantante y hacer política pública para sus bienes- el villano de la historia por decirlo así. En este caso, la historia principal concierne a Ignacio (Ulpiano Mulero) y su esposa Gabriela (María Rivera) y un pequeño hijo que con su tala le provee el sustento a su familia. Ignacio, sin embargo, vive ignorando los problemas que aquejan a su comunidad y no tiene el valor suficiente para alzar su voz en contra de Don Isidro (Eliseo López), el autoproclamado líder de la comunidad. En principio, Ignacio no comprende por qué es importante dejarse escuchar ante el asunto importante de mejorar la calidad del agua del pozo del barrio, que está infectada. Pero al morir su hijo después de tomar del agua contaminada, Ignacio se tiene que enfrentar a los hechos y enfrentar su tristeza con una toma de conciencia.
                                                                             
Ángel F. Rivera- uno de los hombres a quien más le debemos en la cultura nacional por su trabajo destacado en el cine, la televisión y el teatro- estaba presente en la presentación del fime y explicaba que el modelo suyo como realizador había sido el Neorralismo Italiano, particularmente el cine de Vittorio De Sica, Roberto Rosellini y Luchino Visconti. El neorrealismo, movimiento que tuvo su máximo esplendor a finales de la década del 40 y a comienzos del 50, se destacaba por rodarse en escenarios naturales, con poco presupuesto, actores no profesionales e iluminación natural. El centro de ese cine eran las historias cotidianas que reflejaban la realidad de los entornos que retrataban y a su vez se alejaban de la influencia industrial y capitalista con un estilo documental en el que se plasmaban las acciones mientras se desenvolvían frente a nosotros (la noción de “imagen/hecho”). El modelo fue bien estudiado por Ángel F. Rivera tanto por lo visto en pantalla como por las anécdotas que compartió con nosotros allí acerca de su proceso creativo.

Algunos de los vecinos del barrio, que participaron como actores en el filme, también estaban allí presentes y compartieron divertidas anécdotas sobre su incursión en el mundo del cine. A diferencia de otras películas de la DIVEDCO en que se mezclaban actores reconocidos con actores no profesionales, la totalidad del elenco de Ignacio era del barrio Santa Olaya y con la excepción de Eliseo López- el villano de la historia- nunca habían actuado antes. Es sorprendente el buen trabajo que realizan y la naturalidad con la que se expresan, sobre todo María Rivera como Gabriela, que tiene un rostro particularmente dramático. Sin embargo el mejor momento del filme corresponde a un vecino cuyo nombre no figura en los créditos y hace del amigo que consuela a Ignacio recordándole que no debe tener “un ratón muerto en el alma” y que “el ratón muerto en nuestras almas es la timidez”. El diálogo de esa escena puede ser el mejor que haya visto en una película nacional. La analogía del ratón muerto confirma el ingenio y la naturalidad que Ángel F. Rivera impartió a este guion, dotando ese particular momento de la famosa “sabiduría de calle” típica del puertorriqueño.
                                                                         
Pero el resto del guion está igual de lleno de diálogos inteligentes y realistas que comunican con exactitud el dilema de Ignacio y su comunidad. La doble labor de F. Rivera en este filme lo reconfirma como uno de los grandes talentos de nuestro cine. En Ignacio se limita a contar una historia con economía, pero con inteligentes elementos narrativos- sobre todo las imágenes del cuento de Ignacio que abren cada capítulo y se convierten luego en la imagen en movimiento- que vuelven a ser prueba de la inteligencia creativa que puede proporcionar la falta de medios. La película entonces cumple varias funciones, es documento de la producción fílmica de la DIVEDCO y del cine de la época, documento del Puerto Rico de los años 50- con tradiciones ya extintas como el baquiné que se le hace al hijo de Ignacio, escena que a cualquiera le forma un taco en la garganta- y un modelo de lo que deberían ser las raíces de un cine nacional, si algún día aspiramos a seriamente tenerlo. Ignacio en sus 33 minutos tiene mas corazón y dignidad que la inmensa mayoría de nuestro cine. Gracias a Don Ángel F. Rivera y a todos los que formaron parte de la DIVEDCO por estos regalos, solo espero que nuestro pueblo, y nosotros los cineastas futuros, no nos olvidemos de que existen.”
                                                                             
Si están interesados en seguir este tema, les anuncio que en el programa radial “CINESTESIA” que estaré moderando a partir del 17 de enero junto al cineasta y teatrero Eyerí Cruz, le estaremos dedicando una serie de programas a la DIVEDCO y su legado. El programa se transmite por Bonita Radio, los jueves de 4 a 5 pm, lo pueden accesar en:  http://www.ustream.tv/channel/bonitaradio

http://www.youtube.com/watch?v=SmLHVuWg3o0