miércoles, 30 de octubre de 2013

Tres del New York Film Festival

Todavía estoy digiriendo el exquisito banquete cinematográfico de la 51 edición del New York Film Festival. Todas las películas vistas, nueve en total, meritan un artículo completo dedicado a ellas. Sería muy ambicioso y agotador-para mi y para el lector- cubrirlas todas en este escrito. Como ya empiezan a separarse de la exclusividad del circuito de festivales, según vayan apareciendo en las salas comerciales iré reseñándolas. Empiezo con estas tres.

12 Years a Slave
De manera quizás desafortunada, se me hace difícil desconectar esta película de la reciente Django Unchained de Quentin Tarantino. No tanto en cuanto al tono o ideología, sino en la inclusión del tema de la esclavitud. Luego de más de un siglo de cine los cineastas recién empiezan a revelar historias acerca de uno de los mayores traumas de la civilización moderna. Si Tarantino puso el tema en el tapete, Steve McQueen le dio su merecido tratamiento. Ambas películas retratan el horroroso viaje de un esclavo por varias plantaciones del sur de los Estados Unidos y el maltrato sádico de los amos blancos. Hasta aquí las semejanzas que simplemente remiten al más básico dato histórico. Donde Tarantino se decide por la mofa, el pastiche y los disparates al servicio de sus juegos meta-cinematográficos, McQueen, opta por mantenerse en un realismo gráfico de responsabilidad histórica y respeto literario. El filme de McQueen utiliza como fuente principal el testimonio escrito por Solomon Northup. Antes de la guerra civil, Solomon, un hombre negro y libre del norte, músico y padre de familia, es secuestrado y vendido como esclavo en el sur. La película relata su terrorífica odisea durante 12 años enfrentando todo tipo de crueldad física y psicológica.
La película ahonda en los muchos matices de las relaciones amo-esclavo y humaniza, ampliando el espectro de representaciones, a los personajes, desde la comunidad de esclavos hasta los terratenientes blancos. McQueen no opta por la fácil victimización del negro. Se enfoca en la fortaleza espiritual de los personajes y en la posibilidad de encontrar entereza de carácter inclusive bajo el peor de los yugos. En contraparte, con el amo blanco se ofrece una reflexión de las ideologías del racismo y de sus muchos puntos de quiebre. El terror a la otredad es uno de los temas más relevantes en 12 Years a Slave . Del blanco vemos su odio, envidia, locura y capacidad de violencia pero también en ciertos casos la compasión y solidaridad.

Interesantemente ambas películas, Django Unchained y 12 Years a Slave son proyectos liderados por un director blanco y por un afro-inglés, respectivamente. Las discusiones que han levantado ambos filmes son imprescindibles a la hora de pensar los conflictos raciales de la cultura americana, y en definitiva para poner el tema en el mundo del cine. Paradójicamente sigue faltando la visión de un afro americano. Este dato tristemente nos dice mucho del estatus del cine negro en los Estados Unidos.

Bastards
Claire Denis es una maestra del cine mórbido. Solo recordar la “canibalesca” Trouble Every Day (2001) o la ansiosa White Material (2009) y ya empiezan los escalofríos. Su cine es duro y sórdido igualado quizás con el de Michael Haneke o Catherine Breillat. Denis se dedica a tratar los aspectos más oscuros de la condición humana. Su nueva película Bastards (Les salauds) es otra adición a esta tendencia fílmica. Nuevamente la conexión temática entre sexo, perversión y muerte se establece. Los personajes se enredan en una trama trágica de mentiras y secretos horribles. Denis a pulido su estilo y muestra mucho aplomo a la hora de traer su propuesta de thriller. Los diálogos son mínimos y es la imagen la que domina la puesta en escena ya sea para mostrar, o en muchos casos, para ocultar. Las omisiones visuales y de palabras son herramientas claves para la creación del suspenso narrativo de Denis.

En Bastards, Marcos (Vincent Lindon), un capitán de barco, debe abandonar su vida en alta mar para investigar el suicidio de su cuñado y la violación de su sobrina. Marcos sospecha y trata de vengarse de un viejo empresario involucrado con su familia en asuntos turbios de prostitución y ceremonias sádicas. Como en los clásicos noir el investigador se enamora de la mujer equivocada: Raphaelle (Chiara Mastronianni), la esposa del empresario.
Lo interesante de la película es que el héroe a pesar de su valentía y sabiduría de calle no esta a la altura del horror de la situación y de los requerimientos para combatir a los hijos de puta que hace referencia el título. En este sentido es una película sobre el fracaso del héroe.

El soundtrack de la banda inglesa Tinderstick, el pietaje crudo de video y la presencia de sus actores fetiches Alex Déscas y Grégoire Colin, hacen de ésta una pieza altamente representativa del universo truculento de la cineasta.


Blue is The Warmest Color (La vie d’ Adèle)
Creo que desde que ganó la Palma de Oro del más reciente Festival de Cannes, Blue is The Warmest Color se ha convertido en la película mejor cubierta por la prensa en el circuito de festivales. Mucho se ha dicho y se ha celebrado de este filme que en líneas generales retrata el despertar sexual gay y la transición entre adolescencia y adultez de una joven francesa de clase media baja. Se ha mencionado hasta la saciedad lo de ser un épica lésbica (3 horas de metraje) que normaliza, para bien o para mal, el tema homosexual. También se ha atacado o defendido la duración de las escenas de sexo y el derecho de un hombre de apropiarse de una historia sobre la feminidad. Ciertamente hay que decir que la película conmueve a audiencias fuera de los ámbitos queer; que las escenas de sexo son gráficas y largas (aunque están filmadas con una estética que se aleja de porno burdo y, a mi parecer, se justifican en tanto muestran la química sexual de la pareja); y, aunque lo del género del director y su capacidad para comprender a cabalidad el tema, resulta sospechoso, en su defensa diría que Adellatif Kechiche asume una perspectiva humanista e universal llamando la atención de la audiencia hacia el deseo que se genera entre la pareja protagonista, y no tanto hacia una posible definición de la feminidad o el lesbianismo.

Aparte de estos debates, quisiera resaltar varios aspectos que me llamaron la atención. El filme se desarrolla en la ciudad industrial y estudiantil de Lille. Aunque esta ciudad del norte de Francia en muy pocos momentos es retratada por el director quien prefiere las tomas cerradas, algo de su ambiente liberal y cosmopolita se trasluce en todo momento. Es por ello que el tema de la homosexualidad parece no ser tan traumático y aunque no deja de existir el “bullying “escolar y la necesidad de ocultar por momentos las preferencias sexuales, los personajes se mueven libremente por las calles viviendo su relación frente a todos. Esto le permite a Kechiche acercarse y desarrollar la relación en tanto historia de amor más allá del tema y los issues gay (siempre presentes pero no dominantes).
Otro aspecto de relevancia sobretodo en la última parte de la película es el enfrentamiento entre una clase artística de élite y la clase media trabajadora. Adèle es una chica inteligente y de gustos literarios que prefiere una vida al margen del arte como maestra de niños. Emma por el contrario es una artista en búsqueda del éxito que se rodea en todo momento de intelectuales snobs y artistas plásticos. La relación entre Adèle y Emma funciona a la perfección dentro de la cama y mientras Adèle es estudiante, pero una vez ella se convierte en maestra y viven una cotidianidad juntas, dejan de encajar en los respectivos mundos. Pocas películas han retratado tan bien este choque no tanto de trasfondos económicos sino de bagaje e intenciones intelectuales artísticas y como dan al traste con el amor de pareja.

Muchos más temas son posible desarrollar. Definitivamente la película es cautivadora y hermosa con un balance actoral, de puesta en escena y guión que la pone entre lo más alto del cine francés actual.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Conversatorios en el New York Film Festival


Inside Llewyn Davis


Joel & Ethan Coen, John Goodman and Oscar Isaac

Joel & Ethan Coen

John Goodman


Only Lovers Left Alive


Jim Jarmush

Tilda Swinton

Jim Jarmush & Tilda Swinton


Blue Is The Warmest Color (La Vie d' Adele)

Abdellatif Kechiche

Adele Exarchopoulos

Abdellatif Kechiche & Adele Exarchopoulos

miércoles, 2 de octubre de 2013

Eso que contamos




La memoria es cosa frágil, y muy personal. El mismo hecho puede ser interpretado y reinterpretado por diferentes personas de infinitas maneras. En las familias los álbumes de fotos son herramientas útiles para pasar revista de hechos significativos, y nos obligan a recordar. Pero la memoria es en muchas ocasiones juguetona y subjetiva y se mete en los vericuetos de nuestra mente como le entra en gana. Si la memoria es historia, eso querría decir que de la historia hay una versión distinta por cada ser humano que habita el planeta tierra. Quizás de eso se trate.



De eso definitivamente trata el tercer largometraje- y primer documental- de la versátil cineasta y actriz canadiense Sarah Polley, Stories We Tell. Se trata de un documento exquisito, un mosaico construido y reconstruido por memorias propias y ajenas, de la propia Polley, sus hermanos, su padre y amistades cercanas-entiéndase: familia extendida- llamarlo documental per se quizás no es correcto. Mas bien se me antoja como una reflexión, un ensayo intimo y sumamente personal con el que Polley puede además de desencadenar un muy interesante e inquietante juego psicoanalítico, reflexionar acerca de ese mismo constructo de lo que es la memoria, como se entreteje, se transforma y se observa a si misma, para finalmente, a través del objetivo cinematográfico, se transforma en imagen, en narrativa, se inmortaliza.

La misma historia de Sarah Polley quizás es una de las mas increíbles del cine de las últimas décadas, por haberse mantenido siempre en sus diferentes facetas siendo una artista de primer orden, fiel y comprometida a una particular visión del arte. Actriz desde niña, comenzó a actuar en la famosa serie televisiva canadiense Road to Avonlea y su debut en el cine fue de la mano nada mas y nada menos que de Terry Gilliam en The Adventures of Baron Munchausen , pronto decanto en ser una de las actrices jóvenes con mejor resume cinematográfico: Atom Egoyan (Exotica, The Sweet Hereafter), David Cronenberg (ExistenZ), Michael Winterbottom (The Claim), Isabel Coixet (My Life Without Me, The Secret Life of Words), Wim Wenders (Don’t Come Knocking), Jaco Van Dormael (Mr.Nobody) y Hal Hartley (No Such Thing) han sido algunos de los cineastas con los que ha trabajado, en algunas de las mas notables películas de finales de los 90 y principios de los 00’s. Durante su carrera como actriz fue conocida, salvo por contadas excepciones por favorecer películas pequeñas e independientes sobre grandes producciones de Hollywood.


 No bastándole con ser una de las mejores actrices cinematográficas de su generación, a comienzos de la pasada década empezó a incursionar en el mundo de la dirección y escritura cinematográfica en varios cortometrajes hasta que en el 2007 le revelo al mundo su primer largometraje Away From Her, una de las mejores operas primas cinematográficas en reciente memoria, una joya que rebosaba sensibilidad, franqueza, ternura y madurez, basada en una cuento de Alice Munro, era la historia de un matrimonio de mas de 4 décadas (interpretados maravillosamente por Gordon Pinsent y Julie Christie) que se ve amenazado cuando a la esposa se le diagnostica Alzheimer. Fue un pequeño gran triunfo para la novata realizadora quien gano una nominación al oscar como guionista y guio a la gran Julie Christie a la cuarta nominación de su carrera. En 2012 llego Take This Waltz otra sensible y franca mirada a las relaciones de pareja, esta vez una historia original acerca de un joven matrimonio (Michelle Williams y Seth Rogen) en el cual la esposa sintiéndose algo cansada de la usual rutina y estabilidad domestica de pareja, se ve tentada al adulterio. Es un filme que gana mas matices con cada revisión, y confirmo a Polley definitivamente como una de las mejores cineastas del momento.

En Stories We Tell la historia que nos plantea Polley es la suya propia. Para hacer eso tiene que llenar de alguna manera una voz esencial con la que ya no cuenta para contarla: la de su madre Diane, también actriz y directora de casting muerta de cáncer en 1990 cuando Polley tenía apenas 11 años. Eso quiere decir que además de contar sus historias, su padre Michael, también actor, sus medios hermanos-hijos del primer matrimonio de su madre- John y Susan, y sus hermanos Mark y Joanna, tendrán que proveer sus fragmentos de recuerdos, para poder llenar el vacío de la madre ausente que según el retrato colectivo que nos proveen de ella, era una presencia arrolladora y vibrante.



Polley es consciente de su propio rol en su propia historia pero también es muy consciente de su rol como cineasta, proveyendo siempre un interesante distanciamiento entre Sarah directora/ Sarah ser humano- y se muestra en ambas facetas sin acentuarlo demasiado, pero lo suficiente como para establecer la diferencia- Por ejemplo, uno de los muchos aspectos fascinantes del filme es su relación con su padre Michael, a quien vemos tanto en entrevistas como en un estudio de grabación con su hija grabando la narración del documental, Polley constantemente interviene dirigiendo al padre mientras lee el texto que ella misma escribió asumiendo el rol de su padre. En mas de una ocasión le pide que suprima una línea, que cambie de intención al leerla, o que simplemente se salte tal o cual texto. A lo que Michael responde a veces con visible inquietud: si se trata de la historia de ambos, ¿Por qué desechar datos?, Michael también en mas de una ocasión corrige datos y establece que algunas memorias difieren de cómo el mismo las recuerda. En las entrevistas con su familia o allegados Polley mantiene una invisibilidad casi periodística, como si asistiera de invitada a la develación de su propia historia. Sus reacciones siempre son francas, cálidas y emotivas, sin llegar nunca a ser empalagosas o melodramáticas. Después de todo como guionista se nota que tiene algo muy claro: su historia puede ser la misma que la de cualquiera de nosotros.

A pesar de que la historia de su entorno resulta en si tema digno de una buena telenovela- pero ¿Qué historia familiar oculta no lo es? Por eso casi siempre en las historias familiares es que se encuentran escondidas las intrigas que desencadenan los mejores melodramas- Es la misma objetividad de Polley que separa al filme del mero sensacionalismo. Polley mezcla recreaciones de eventos con pietaje histórico real de su madre, de su padre y de su niñez y cuando es necesario también se alude a si misma como directora de la recreación de su propia historia que no vivio- el insertar el pietaje del “behind the scenes”de las recreaciones me pareció fascinante y un gesto artístico muy valeroso- Como cineasta logra envolvernos de manera tan personal y directo con todos los relatos que le circundan que cada revelación no parece serlo, su intención- y es aquí que el filme se separa de la vena melodramática de su propia trama- no es sorprender o dejarnos en shock con cada nuevo descubrimiento, es si acaso compartirnos una especie de diario intimo intervenido con el cual nosotros como espectadores podríamos empezar a jugar con nuestras propias nociones de lo que contamos o dejamos de contar- se establece muy claramente que la historia de Diane Polley no podrá ser nunca definitiva, porque solamente ella desde la tumba podría confirmar o negar todo-




No quisiera por lo tanto revelar detalles en concreto de la trama/jornada de este extraordinario testamento cinematográfico de una cineasta que cada día se me antoja como una de las mas esenciales del cine actual. Creo que debería quedar en manos de cada posible espectador/a el presenciar esta historia “oficial y no oficial” y experimentarla. Es la historia de una madre muerta, de una hija, de un padre presente, de un padre pasado, de una joven artista extraordinaria, de sus hermanos, de su entorno, de las historias que contamos, de las que nos imaginamos y de esa línea divisoria esencial entre imagen/hecho, realidad/fantasía, lo que quisiéramos que hubiese sido y lo que fue. Por esa y tantas otras razones que podríamos nombrar hasta el infinito de nuestras memorias colectivas e individuales, Stories We Tell es una obra maestra.