“Yo no te entiendo. Kafka, una mujer te dice no con su mente para que la desmientas. Su cuerpo, el chochito te está pidiendo tu mejor esfuerzo en traducción. ¿Tú no eras inteligente?”
Así comienza la primera parte de KKK, “Expectativas” con este consejo de cortejo y una toma de cuatro minutos de la espalda juvenil de Kierkegaard (Cedric Montag ) mientras se escucha el llanto del interlocutor, Kafka (Mathias Werner) al fondo. La escena termina con la entrada a cuadro de Kerouac (Jean-Luc Lebon) quien furioso, le pega un cocotazo a Kafka ya que “no lo deja cagar y leer Moby Dick en paz”.
KKK no es un biopic incongruente acerca de los escritores Franz Kafka, Jack Kerouac y Soren Kierkegaard. Se trata de la segunda película del director/escritor francés, Ives Demoliere, cineasta que marco los circuitos de festivales en el 2007 con Le renard (El zorro).
La película es una comedia ácida acerca de la sexualidad de tres hermanos adolescentes. Kafka (16 años), Kerouac (17 años) y Kierkegaard (18 años) buscan la manera de meterse en las faldas de sus compañeras de escuela, de las empleadas del supermercado o de sus vecinas, las hermanas Huppert. Aunque aceptamos que la premisa podría parecerse mucho a la franquicia de American Pie, los resultados son de mucha más profundidad y de una hilaridad psicológica que las cintas gringas ni siquiera se interesan en rozar. Demoliere es un estudioso del carácter y su interés está más cerca del trabajo de un Larry Clark o Gus Van Sant aunque con tintes originales muy personales.
Se dice a veces que los nombres marcan el destino de la personalidad. Siguiendo esta idea Demoliere traza la personalidad amorosa de estos hermanos recurriendo a cierta esencia de los escritores originales.
Como se puede suponer Kafka es un joven tímido y pudoroso que escribe poemas en la noche a la menor de las Huppert, Isis. Isis por su parte se burla del chico con sus amigas mientras fuman marihuana y cantan una melodía pegajosa que suponemos se titula “Salopard mon amour” en los cementerios de la ciudad.
El hermano del medio Kerouac, vive prácticamente en las calles vendiendo pastillas y robando radios de carros. Su éxito con las chicas consiste en emborracharlas y tirárselas en los baños de los bares mientras recita estrofas oscuras (con un acento pésimo) de Allen Ginsberg.
Kierkegaard es un intelectual de la seducción. Se jacta de haber leído toda la bibliografía sobre el tema. Se piensa el más apto para que una mujer le abra las puertas de abajo. Aunque da consejos a diestra y siniestra (tiene incluso un blog dedicado al tema) nunca se le ve con ninguna chica.
Durante la primera parte del filme Demoliere utiliza planos secuencia con cámara en mano para seguir la desventuras eróticas de estos jovencitos. Da la sensación que la cámara es un amigo silencioso, testigo de todo lo que sucede. Las tomas trabajan una incomodidad voyerista que va a la par con la incomodidad característica de los cuerpos en la adolescencia.
Luego de una escena de borrachera en la que cada uno de los hermanos se imagina la manera en que se tirarían a la actriz Marion Cotillard: poniéndole flores en la vagina (Kafka), en el baúl grasoso de un carro (Kerouac), en la sala de proyección de un cine (Kierkegard), se introducen los padres profesores y con ellos la segunda parte del filme “Historia de la sexualidad”. Asumimos que la pareja Capillard estaba de conferencia académica en otra ciudad y por ello sus hijos llevan varios días a sus anchas. Al encontrar la casa hecha un desastre con los chicos semidesnudos durmiendo en el comedor, los padres se sumergen en una compleja disertación acerca de la responsabilidad del hombre y la mujer sin Dios en un mundo absurdo donde el caos es la norma y el sexo una confusión para el espíritu.
Para las escenas con los padres el estilo fílmico cambia. Las tomas fijas prevalecen. Nos parece connotar el estancamiento libidinoso e intelectual de estos literatos que todavía se enfrascan en sendas discusiones acerca de la batalla existencialista entre Sartre y Camus. El padre y la madre, interpretados por Jean Pierre Philippe y Diana de Azua, nos sirven de trasfondo para entender a los hermanos y la erudición literaria que impregna los diálogos del filme. Este episodio cómico termina siendo un repaso por la filosofía post-estructuralista francesa en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, esta densidad académica resulta muy divertida ya que está intercalada con excitantes negativos alterados de porno de los años setenta. Demolier forma con esto una apalabrada, más gráfica descripción de la psique familiar.
La tercera parte del filme le devuelve el protagonismo a los hermanos. Esta parte titulada “La reconquista: el mundo es verdaderamente sexy” es un acelerado recuento de cómo se desenvuelven los hermanos en su búsqueda de carnalidad. La edición en esta parte es rápida y atropellada. Prácticamente es todo sexo. Kierkegard es seducido por una profesora feminista durante la presentación de un libro. Kerouac se empepa, baila y chicha en un club de synth-goth con tres chicas diferentes. Kafka logra una mamada de Isis luego de ver Stolen Kisses de Truffaut en la cinemateca. Demoliere es gráfico y chocante en su presentación del sexo y en la manera de utilizar la cámara como un personaje más y esto lo conecta con otro director francés con un estilo similar, Gaspar Noé. Sin embargo, donde Noé resulta vacío (ver Enter The Void) Demoliere sabe cómo llenar de significados, sugerencias poéticas y referentes.
La cuarta y última parte “Qué Solaris nunca nos atrape” nos devuelve un ritmo pausado y nos adentra a una experiencia de ensimismamiento y abstracción. Kafka, Kierkegaard y Kerouac están sentados junto a sus padres viendo una obra de teatro futurista. La banda sonora son dialogos sacados directamente de la novela Solaris de Sanislaw Lem. Demoliere se adentra en la arquitectura de los rostros, en los gestos corporales pequeños y fetichiza los objetos en el teatro: las sillas, las columnas, el foso de la orquesta, la utilería, la genitalia de los actores, sus bocas, ojos y pies. La cámara en esta parte es del todo subjetiva intercalando los puntos de vista de cada uno de los personajes. Lo que ve el ojo no es arbitrario, es una selección erógena de los placeres visuales. En otras palabras una psicología de la contemplación erótica.
“Kafka, la mujer del científico que aparece en la nave es una representación fantasmagórica de su trauma amoroso. Te lo digo, ella no es un robot. Estás equivocado. ¿Tú no eras inteligente?”
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