Chillin' |
En general, las producciones de Marvel han sido exitosas en lograr un lenguaje que balancea la comicidad con la acción, distanciándose así de la seriedad que, lograda o no, perseguía Christopher Nolan en su tratado de Batman y que además terminó llevándose por la borda el horrible regreso de Superman en manos de Bryan Singer en el 2006, aunque no así la subestimada y sorprendentemente fiel adaptación Watchmen(2009) de Zack Snyder. El nivel de auto-parodia es, por un lado, el mayor acierto de las producciones de Marvel, pues cuando no ofrecen mucho más, a lo mínimo proveen un nível razonable de entretenimiento sin caer en las acostumbradas orgías de violencia e insulsos efectos a los que nos tiene acostumbrado alguien como Michael Bay, quien, dicho sea de paso, tiene las riendas de la próxima de las tortugas ninjas – a saber cuántas tomas de 360 grados tirará en esta ocasión; favor de llevar dramamina.
Por otro lado, en ocasiones la auto-parodia del MCU tiende a sacrificar el nivel de peligrosidad inminente al cual se enfrentan cualquiera de los héroes mencionados. En este sentido, mientras vemos una especie de “pasión según Tony Stark” en Iron Man 3, en la cual luego de amenazar al terrorista Mandarin (Sir Ben Kinsgley) el magnate “pierde” todo (menos su compostura de jodedor), sufre de ataques de pánico y debe comenzar desde “cero”, nunca nos creemos enteramente la caída del personaje, nunca se nos vende que se encuentra al borde del precipicio. Claro que saber de antemano que existe un proyecto más amplio en el horizonte, es decir, la próxima de Avengers, no ayuda a crear la ilusión de que este o aquel héroe pueda perecer o salir realmente herido de un encuentro. No obstante, dicha ilusión, ese talón de aquiles tan necesario para la contrucción de este tipo de historias, afianza la conexión emotiva del espectador con la historia que ve.
Pues sí, ignorando la vagancia evidenciada en el exceso de deus ex machina presente en el guión de Shane Black, también director, Iron Man 3 y Robert Downey me dieron más o menos lo que esperaba. Casi dos terceras partes del filme no tienen al protagonista en su indumentaria metálica, lo cual en principio parecía interesantemente riesgoso para este tipo de blockbuster. Sin embargo, como cualquier guión elucubrado bajo la sombra de la taquilla, este “riesgo” también resultó ser una ilusión, pues por cada tercio de la película en que no se muestra la armadura de Iron Man en total funcionamiento, habrán tres armaduras y pico en la escena climática del filme. El que vea o haya visto el filme entenderá la ecuación.
Diatriba digresiva contra el purismo geek
Siempre que aparece una nueva película de superhéroes surgen dos fenómenos a la par.
El público disfruta de Amour en Fine Arts, Hato Rey |
Por un lado, cuando un crítico de cine evalua un nuevo filme de manera no tan favorable, la horda de geeks puristas arremeten en su contra. El mencionado grupo – y sí, estoy generalizando – parece inerte a las fallas de un filme cuando éste versa sobre los héroes a los cuales son devotos. Los estudios, por su parte, rechazan las malas críticas con el razonamiento de que los críticos no son su mercado. Entonces, ¿habrá que diseñar una serie herramientas analíticas específicas para la escritura sobre el cine de superhéroes? ¿Y para qué, para complacer al purismo geek? Un carajo. El crítico no está para complacer a nadie. Yo soy ultra fanático de The Dark Knight (2008), entre otras cosas, porque me fascina el Guasón de Ledger y porque me parece que propone cuestionamientos éticos raramente hallados en este tipo de película, pero no por eso debo ignorar las lagunas que sufre su narrativa. De hecho, las mencionadas elipsis accidentales, fallas lógicas, lamentablemente se han vuelto el sello de Christopher Nolan, a pesar de su manejo virtuoso de el aspecto técnico del llamado séptimo arte. Así que, zapatero a su zapato. Ni la presencia de Superman salva una mala película, hecho que hollywood ha demostrado una y otra vez.
Al respecto, los críticos del Village Voice sostienen una discusión muchísimo más interesante de lo que yo pueda dilucidar, así que presione aquí si le interesa.
La inquisición no detiene su ataque ahí. Resulta que la horda de geeks tampoco puede digerir cuando las versiones fílmicas de sus ídolos se toman libertades y realizan cambios al material original. Esto no es exclusivo del mundo de los comics, claro, se da en todo tipo de adaptaciones cinematográficas. Que si el libro es mejor que la película o que la serie, bla, bla, bla… Sencillo: el cine es otro medio, y si el proceso de adaptación es en muchos sentidos un proceso de traducción, bien o mal, el material original se verá trastocado. Cada medio – literario, de arte secuencial o cinematográfico – conjura una serie de convenciones intrínsecas a su naturaleza. Como tal, siempre hay algo irrepetible en las transferencias. Pero en el universo, o mejor debo decir, en los “multi-versos” de Marvel (igual en DC), donde diversos héroes tienen a su vez varios avatares, o lineas narrativas simultaneas, paralelas e incluso intersecadas, parece aún más oportuno tomarse libertades y ofrecerle a los fanáticos nuevas confabulaciones de las viejas aventuras. Why not?
Aborrezco a los puristas.
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